El Libro "Angelito" de aprendizaje para leer y escribir. |
La
maestra Ilma abre el libro para el dictado, sabia de antemano por la secuencia
diaria de sus lecturas la que correspondía esa tarde, un día antes mamá que me asistía deletreando
las letras y en la lectura, me preparaba
a mi pedido lo que más tarde conocí como
una famosa “chuleta” en un papelito yo le decía mamá escríbeme este pedacito
aquí mamá, muy astutamente llegada la hora del dictado yo sacaba mi papelito
previamente concebido y escrito por mi inocente madre para plasmarlo sobre mi cuaderno de dictados y puñeteramente
entregárselo listecito a mi también
inocentona maestra Ilma el dictado del día.
Viveza
criolla innata, diría ahora, que les parece el hijo de Pascual y Carmen
Domitila el impúber chuletero; pero una buena tarde tuve mi frenazo por obra y
gracia de la providencia infalible y para lo cual todo tiene su tiempo
apropiado, les cuento que yo solía colocar muy discretamente al susodicho papelito entre mi bulto y mi pierna
derecha, el viento que soplaba mas fuerte de lo normal aquella tardecita lanzó
mi “chuletica” nada mas ni nada menos hasta los pies de mi maestra Ilma donde
fue a parar, mi maestra con curiosidad y
extrañada tomo con sus manos el papelito en cuestión y mientras tanto yo muy
aterrado no se diera cuenta de su origen, mi estomago en fuertes retorcijones y
mi acelerado pecho en profusas cavilaciones de posibles y merecidas
correcciones disciplinarias y amonestaciones, se me quedó un torozón en mi
garganta enmudecida y seca.
En
el cuaderno de dictado no escribe nada ni una “a” ni una “o” ni por lo redondo del frenético dictado,
pasmado temblándome las piernas le entregue esa tarde mi cuaderno solícito y
raudo, como quién muy bien conoce de su propio dolo, temiendo quedar por un embustero, me senté
hecho el loco en mi pupitre esperando la reacción de mi linda maestra Ilma.
De
mi maestra de primer grado, que como indiqué su nombre es “Ilma” a ella la recuerdo muy dulcita y cariñosa
conmigo y con todos los del salón de clases, ella era delgada muy esbelta y
morena clara, con largos cabellos y ojos pardos, de cara fina muy marabina y
con su voz atenuada nunca sobresaltada nos llamaba al orden sin mayores
arrebatos; compartía nuestro año escolar con la hermana “Nieves” una monjita
española de gruesas cejas y muy negros ojos, blanca como porcelana, pero con un
geniecito nada comparable con la ternura de la maestra Ilma, recuerdo que
cuando no me aprendía los números en el pizarrón me torcía las orejas hasta mi
pupitre, por entonces era común y solían darse ese tipo de castigos escolares.
En
el Colegio Las Mercedes estudié preparatorio y de una vez me pasaron a primer
grado, pues desde aquel adverso acontecimiento relatado, aprendí a leer y
escribir rápidamente, después de aquel sustazo no me quedo otra que asumir mi
obligación de aprender como deletrear y leer la combinación de las letras del
abecedario y su vocalización superando una de las etapas más difíciles para
todo niño, aprender a leer y escribir, todo lo demás es lectura y aprendizaje
propio, pero lo primero es lo primero, a mi modo de ver el principal obstáculo
es dominar las letras, leer y escribir, luego el mundo del conocimiento y la
verdad se pone a tus pies.
La
maestra Ilma recoge los cuadernos de los muchachos entre el regazo de su brazo
izquierdo y sus pechos, pasando ceremoniosamente con su elegante caminar por entre las filas de
los pupitres del salón de clases hasta llegar al mío, mis ojos se detienen
sobre los suyos y la contemplo a la
distancia de todos estos años, con la misma ternura de su mirada parda
acaramelada y sus suaves manos sobre mi cabeza, pienso en ella e
imagino su ancianidad actual, esos nuestros seres queridos que en su apacible existencia aliviaron
alguna vez nuestra vida, sin siquiera figurarse estos nuevos días, en éstas
otras diferentes y tan difíciles circunstancias.
JLReyesMontiel.
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