sábado, 22 de febrero de 2014

Luces de la ciudad.

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Maracaibo la de antaño, progresista y pujante, tuvo el primer sistema de alumbrado eléctrico de Venezuela, la primera en todo avance técnico, además de una riqueza cultural promovida por su característica principal de ciudad portuaria, hasta entonces limitada por vía marítima a la entrada y salida de todo tipo de mercaderías y por supuesto de todo tipo de artilugio y avance en las ciencias, las artes y letras, provenientes de Europa y EE.UU.

En 1871 nace en Maracaibo el señor Manuel Trujillo Durán, iniciador del cine venezolano, junto con su hermano Guillermo. Artista gráfico sus trabajos fueron publicados en las insignes revistas  "El Zulia Ilustrado" y "El  Cojo Ilustrado" de la ciudad de Caracas. El señor Luis Manuel Méndez, adquierió de Tomas Alva Edison el primer Vitascopio que llegó a Suramérica, el 11 de julio de 1896 entrenó varias obras como El Aplaudido baile de la serpentina, Torneo Carnavalesco, entre otras proyecciones, el operario del Vitascopio fue el zuliano Manuel Trujillo Durán. El 28 de enero de 1897 los hermanos Trujillo Durán inauguraron el cine en Venezuela al estrenar en el teatro Baralt las Películas Muchachas Bañándose en la laguna de Maracaibo y Especialistas sacando muelas en el gran hotel Europa. 

Algo de historia del Teatro Rafael María Baralt. Fue inaugurado el 24 de julio de 1883, levantado con aportes de gente ilustrada de Maracaibo, el 28 de julio de 1877 el general Rafael Parra decreta la ejecución de la obra mediante un diseño arquitectónico del ingeniero Manuel de Obando, para ser construido en la esquina donde se cruzan la calle Venezuela y la Urdaneta. El original teatro de 1883, tenía cornisas de entrada sostenidas por cuatro grandes columnas estilo toscano y sobre este pórtico una terraza con barandas de hierro forjado. El teatro Baralt, como se levanta actualmente fue obra del arquitecto Jerónimo Hoet y reinaugurado el 19 de diciembre de 1932, bajo los auspicios del Presidente del Estado Zulia Vicencio Pérez Soto. Destacándose la decoración estilo Art Decó de su cielo raso de 540 metros cuadrados obra del pintor zuliano Antonio Angulo. 

Hecho este preámbulo, ví en estos días una serie televisada de películas del comediante Charles Chaplin, en especial llamaron mi atención tres películas que es necesario y diría que hasta obligatorio para todo buen cinéfilo disfrutar, en mi opinión, “Tiempos modernos” “El gran dictador” y “Luces de la ciudad”.

Estas tres películas, al margen de la comedia y parodia de escena, tienen un alto contenido critico de tres realidades de nuestro espacio existencial, muy a pesar de haberse producido a principios del siglo XX tienen una vigencia latente aún este siglo XXI y podría decirse del modo de vida en todos los tiempos pasados y futuros, pues el personaje de Charlot tan simple y vagamundo, humilde y con un gran corazón, entre la comedia su humor visual mediante la pantomima y el argumento de fondo y de sus textos escritos, dejan un profundo mensaje de humanismo puro, expresado con imágenes, gestos y parodias.


En especial “Luces de la ciudad” devela el fetiche de la ciudad de Nueva York, ya Pedro Elías Gutierrez en su música cañonera así lo cataría ...Me fui para Nueva York en busca de unos centavos y he regresado a Caracas Como fuete de arriar Pavos El norte es una quimera ¡Que atrocidad!... En "Luces de la ciudad" Charlot conoce a un hombre rico pero bajo dependencia alcohólica, se hace amigo de Charlot pues ve en él un buen hombre y le deja saborear la comodidad de la opulencia y riqueza en la que aquel vive, pero su alcoholismo no le deja valorar su vida, debatiéndose constantemente en tratar de suicidarse Charlot se lo impide; aparece entonces una joven y bella pero ciega muchacha vendedora de flores en las calles de la ciudad, sentadita en el saliente de una esquina.

Charlot se enamora sublimente de ella, pues sabe que su ceguera le impide verlo tal cual es su pobreza, la acompaña a su casa y observa la humildad en la que vive junto a su abuela, decide ayudarlas en sus necesidades y termina Charlot injustamente en la cárcel, no sin antes darle a la chica un dinero que su rico amigo le proporciona para la operación de la vista, pasan los años y caminando en harapos por la ciudad, recién salido de la cárcel, encuentra a la chica, pero ahora encargada y dueña de una floristería, Charlot se detiene frente a la vidriera del local y se queda atónito mirando a la joven y bella dama, ésta ríe y le comenta a su empleada que ha tenido una conquista, con una flor de regalo se acerca a Charlot quién sin darse a conocer recibe en sus manos la flor, a cuyo rose la chica recuerda el tacto de aquella mano que una vez la ayudo en su ceguera, Charlot entonces le dice –ahora ya ves- y ella le contesta –Si, ahora ya veo- es realmente una escena antológicamente conmovedora.


Ves! Ahora si veo,  las luces de la ciudad de Nueva York no te dejan ver, no te dejan ver otras realidades, te ciegan, te deslumbran, te fascinan, te seducen por su brillo, pues eso solo son, brillo que deslumbra pero que al final se apaga.

Maracaibo, la ciudad que fue pionera en poseer energía eléctrica, las luces de nuestra ciudad se fueron con la explotación petrolera, quizás algún día volverán, como las Golondrinas de Gustavo Adolfo Becquer, hoy la irracionalidad ensombrece sus cimientos, espera a su parnaso Jesús Enrique Lossada, para decirte post nubila phoebus - después de las tinieblas la luz, de un resplandor que nunca apaga, para hacerte Rafael María Baralt nuevamente mi Tierra del Sol Amada.                  
                                                                           José Luis Reyes Montiel.

Sir Charles Spencer Chaplin

sábado, 15 de febrero de 2014

Amores de estudiante.

Érase el año 1980, el autobús de la Universidad del Zulia, pasaba temprano en la mañana en su ronda recogiendo a los estudiantes de la barriada La Pomona de Maracaibo, inclúyeme entre aquella generación llena de esperanzas y sueños de juventud, airosa y fresca, como la mañana cuando niño ibas a tu primer día de escuela.

Apretujados los jóvenes cuerpos, en los asientos y parados otros, una sonrisa compartida era suficiente para darle rienda suelta al juego entre el ir y frenar del  autobús universitario, hasta llegar al recinto universitario, la muchachada bajaba rauda al encuentro de las respectivas facultades, dispersándose en  la plazoleta humanística de la ciudad universitaria, entre las facultades de Derecho, Educación y Economía.  

Ahí paradito sosteniéndome entre los tubos de la entrada del autobús, mis 20 años le preguntaban al conductor -señor Machado ¿Cual es la facultad de Derecho? indicándome con su dedo índice hacia donde debía dirigirme, pues el edificio era notorio desde la ventana del parabrisas del autobús.

Para esos años debíamos cursar dos semestres de Estudios Generales, antes de ingresar a la facultad de la carrera universitaria seleccionada, semestres que comprendían materias de matemáticas, lógica, problemática del subdesarrollo científico y técnico, economía política, sociología, metodología, estudio y comprensión del hombre entre otras, de tal manera el que aprovechara aquel bagaje de conocimientos egresaba de la universidad preparado no solo en su profesión, sino con toda una cosmovisión de su entorno cultural y social.

Siempre les digo a mis hijos  y a todo joven estudiante, que los años más hermosos de mi vida fueron los tiempos de la universidad, nuevos compañeros, nuevos métodos de aprendizaje, tuve la suerte de tener buenos profesores, talentosos y de una alta probidad; también conocí nuevas y buenas amigas y amigos, siempre dispuestos a compartir horas de estudio, dados al chiste y a la broma sana, todo es causa de risa cuando uno ve la existencia diaria con ojos de estudiante.

Hasta entonces, apenas yo emergía del cascaron entre la casa y el liceo, y el preámbulo de Estudios Generales, sirvió para abrir rumbos entre los pasillos de la Universidad del Zulia, esa mañana, asistía por primera vez a la facultad de derecho, nunca había puesto un pie en ella, asistía a la clase del Laboratorio Vivencial del Derecho, que de ser aprobado me permitía ingresar a la Escuela de Derecho; una enorme masa estudiantil se agolpaba en la entrada de la biblioteca de la facultad, todos querían entrar para lograr un puesto en el auditorio, una muchacha que me sonrió en el autobús se sentó a mi lado, conversamos mientras esperamos el inicio de la actividad vivencial, al rato se nos anunciaba la suspensión por ese día del laboratorio vivencial.

Frustradas como fueron nuestras intenciones, la muchacha y yo, nos dispusimos conocer la facultad, caminando cada rincón del edificio y mas allá en humanidades, sociología, comunicación social y economía, nos tomamos un cafecito cordial con sus tentempiés respectivos, y seguimos la tertulica jornada, hasta llegar el instante mágico de un largo beso, escondidos entre los muros de un salón de clases, la pasión de aquellos jóvenes cuerpos se encontraron entre las caricias de sus manos y los besos de sus bocas, locamente, éramos dos furtivos amantes, como Palomas en un alero compartiendo todo el arrebato contenido de sus juventudes.  


Cuando comenzamos en la facultad de derecho, otros rumbos sentimentales surcaban nuestros corazones, volvimos a encontrarnos, pero formalizados ambos en una nueva relación, al vernos se disiparon dudas nos dijimos adiós, y entre los pasillos de la facultad se fue caminando mientras desaparecía entre el tumulto estudiantil, yo la miraba con la convicción de quién pasa la pagina de un libro, al fin y al cabo, Carlos Gardel alguna vez cantó…”amores de estudiante flores de un día son”.  

sábado, 8 de febrero de 2014

El Pescadito.

Siguiendo el cuento de los amores de juventud, mi periplo citadino con la chica de “Sincelejo” siempre culminaba en algún sitio de buen ambiente, para tomarnos unas bebidas efervescentes del lúpulo y la cebada.

Un restaurante muy popular en Maracaibo cuya especialidad eran los productos del mar, que estaba a orillas del lago ancestral en las inmediaciones de la populosa avenida El Milagro, érase entonces un lugar donde la constante brisa balanceaba las Palmeras que ornamentaban su terraza la cual se abría a toda la orilla del Coquivacoa, donde sentarse y degustar una bebida, disfrutar de sus pasapalos, pues cada dos rondas la casa ofrecía unos bocadillos, tales como croquetas de pescado frito, pollo, camarones rebozados, cayos a la madrileña, en fin, el pasapalo del día, sin costo aparente solo por el servicio consumido, anda ve hoy día que local te ofrece esas liberalidades.

Una tarde de aquel Diciembre de 1980 con la sincelejera, paseamos por toda la avenida 5 de julio caminando desde la Plaza Indio Mara llegamos hasta la plaza La República, unas hermosas fuentes al pie del Obelisco y frente a la concha acústica, rodeada de frondosos árboles que proporcionaban una fresca sombra nos permitió disfrutar de una velada gaitera del momento que desde la concha acústica interpretaban temas de la temporada navideña, entre ellas otra gaita que fue muy exitosa “Amparito” de Ricardo Portillo, decía más o menos …”Amparito baila con dulzura este ritmo bien bueno mi hermano, ella sabe que el venezolano sí que tiene fuego en la cintura…”,  y a ella le gustaba mucho, bailaba la gaita y yo pa’lla y pa’ca pues en honor a la verdad soy un pésimo bailarín, total al terminar el evento gaitero, la llevé a cenar en el sitio antes descrito, tomamos un carrito de Bella Vista y luego otro de El Milagro, que nos dejaba en todo el frente del local, en el zaguán de la entrada sobre un cuadro enmarcado el poema “Maracaibo Mía” de Udón Pérez, era el preámbulo obligado de todo buen comensal regionalista…

Udón Pérez
"El Bardo Zuliano, Gran Cacique
y Viejo Tigre"como lo llamó
su amigo Andrés Eloy Blanco.
¡MARACAIBO MIA
Por que yo te canto desde que el destello
primero del alba sube monte arriba,
Al viejo ”empañado”, que miente un camello,
La testa le bruñe, le dora la giba;
Porque yo te canto cuando el foco bello
Del sol en la altura sus llamas avivan,
Y allá me figura fantástico sello
Que sella del cielo la vasta misiva:
Porque yo te canto cuando el disco rojo
Del astro poniente reproduce el ojo
De algún Polifemo, sobre ápices zarcos:…
Porque yo te canto diciéndote “mía”;
Me ladra y me muerde la burda ironía,
Los canes hidrófobos de los Aristarcos.
¡Que ladren! Muerdan…!
Mientras los palmare
De insomnes penachos que orlan tu Laguna,
Sean a mis ojos así como una Falange
de indios que celan sus lares…
y finjan tus sombras nocturno manglares;
Y un arco guajiro tu menguante luna,
Que clava en los flancos de la noche bruna
Las flechas de oro de tus luminares…
Mientras que tus islas, que oyeron mis loas,
Me acuerdan los rudos chozos primitivos
De mara y aliles. Moporos y toas,
Y de su vernácula vital sinfonía
Aves, auras, frondas…me brinden motivos:
Yo te diré “mía”, Maracaibo mía.
“MIA, cuando evocas tus hombres de gesta
Cuando sus exámetro vibran tus cantores,
Y en labios y plumas, sin ruines temores,
Brasa de Isaías, arde tu protesta.
“Mía cuando tiendes la mano, dispuesta
A vendar heridas, a calmar dolores,
A empuñar la esteva de los labradores
O el hacha que abre la inculta floresta.
Cuando amparas niños, viejos y mujeres,
Y cual hormiguero bullen tus talleres,
Y hay en tus escuelas sol y greguería.
“Mía”, cuando ríes, “mía”, cuando oras,…
“mía”, a todas horas, Maracaibo mía
¡Cuna de mis padres y de mis abuelos,
Cuna de mi Ida, para siempre ida,
Cuna de mi prole, y en donde mi vida
Se abrió como un cáliz al sol de tus cielos!
En ti han frutecido todos mis anhelos,
Tú has sido en mis luchas mi escudo y mi égida,
Diste a mis victorias láureas florecidas
Y a mis desventuras ceñiste asfódelos.
Mis aves de ensueños colgaron sus nidos
En tus rosaleda, y duermen en calma
Bajo tus cipreses mis muertos queridos.
¡Que ladre y que muerda la tropa jauría,
Mientras yo te llamo con voces del alma,
“mía”, a boca llena, Maracaibo mía.

Una vez hecha la lectura y reverencia del caso al poema en referencia, atravesamos el salón del bar para ubicarnos en la terraza al aire libre, las nubes surcaban el celeste cenit llevadas por el viento lacustre, la sombra de las palmas de los cocales se dibujaban sobre los blancos manteles de las mesas, una cerca de madera protegía al visitante hacia las aguas que golpeaban con su suave oleaje el muro sobre el cual se levantaba la terraza.

Llega el mesonero, y el pedido necesario dos sifones, lo demás conversar y disfrutar del rústico ambiente, rodeado de aquella arboleda de cocos, un cocazo sobre una de las mesas alertaba del peligro de que uno de aquellos cocos cayera sobre nuestras cabezas, pero la bella juventud solo veía en aquella posibilidad una causa de risas y adelante con las birrias.

Luego de varias rondas, la cena fue servida al atardecer, el sol al ocaso adornaba con sus fulgores las palmeras de los cocales, que matraqueaban al ritmo de la brisa, yo pedí una cazuela de mariscos, ella una corvina frita, Yuca y ensalada, menú que compartimos pues los pasapalos habían colmado nuestro apetito; tomando los últimos sorbos del fermento germánico, la pelirroja sincelejera pícaramente me preguntó -¿Y ahora, donde me lleva?- …señores muy buenas noches.

En efecto, ese restaurante y bar, se encontraba cerquita de lo que hasta hace algunos años fue el Club Alianza cuya edificación fue respetada pero como otros importantes edificios marabinos se encuentran en el olvido esperando ser útiles; unos pocos años después el dragado para la construcción del posteriormente llamado Paseo del Lago allanó las costas aledañas a la avenida El Milagro, desapareciendo el viejo restaurante y todo su entorno secular, lugar de encuentro de gentes, bohemios, poetas, gaiteros y cantores de aquella “Maracaibo Mía” del parnaso Udón Pérez cuya lírica engalanaba la antesala del otrora Bar y Restaurante “El Pescadito”. 

José Luis Reyes Montiel.



sábado, 1 de febrero de 2014

Amores de cambio.

Durante los años setenta y hasta la primera mitad de los ochenta, la bonanza petrolera en nuestro país había fortalecido al Bolívar como moneda nacional, con un valor en el cambio muy por encima al Peso de nuestros vecinos colombianos, eran tiempos de Miami esta barato dame dos e ir de compras a Maicao y Cúcuta, o aprovechar la zona libre en la isla de Margarita, incluso Curazao era otra opción, pues la adquisición de ropa, lencería, artefactos eléctricos entre otras mercaderías resultaba muy económico para los venezolanos.

Por el otro lado de la frontera, llegaba una ola migratoria a nuestro país de ciudadanas y ciudadanos colombianos, en su mayoría buena gente honesta y trabajadora, personal profesional, técnico y obrero calificado, en búsqueda de nuevos horizontes, atraídos sobre todo por la prosperidad económica y comercial, resultado de esa riqueza petrolera desmesurada.

Sin embargo, no todo lo que inmigró fue positivo, vinieron también maleantes y vagos, infiltrados entre la gente humilde y trabajadora, invasores de terrenos públicos y propulsores junto a connacionales de una extensa marginalidad en las inmediaciones del perímetro de la ciudad de Maracaibo, quizás no tan notoria a la vista del visitante por ser la ciudad una planicie adyacente al lago de Maracaibo, a despecho de la ciudad de Caracas que por encontrarse en un valle, la marginalidad que la circunda se ha concentrado en las cerros y colinas adyacentes, visiblemente al visitante que solo al mirar observa esa triste realidad.

Maracaibo, por demás fue inundada de damas colombianas unas jóvenes otras mayorcitas que ofrecían sus servicios como trabajadoras domesticas, buenas trabajadoras, honestas y responsables, que se ganaban la confianza de sus empleadores, incluso les confiaban la guarda y cuidado de los hijos, venían principalmente de Barranquilla, Santa Marta, Cartagena, Cúcuta, entre otras poblaciones colombianas.

Los maracuchos, recibieron por supuesto con beneplácito aquella oleada de femeninas, pues a diferencia de las maracuchas, eran muy consentidoras y complacientes, sabían como halagarnos como buenos machotes vernáculos que se respeten, y además buenas cocineras, el caso fue que, el maracucho que no tenía una amante colombiana no estaba en la onda, muchos fueron los que formalizaban doble hogar y hasta llegaron a romperse relaciones conyugales.

En efecto, en lo personal conocí una joven muchacha, provenía según me dijo de una ciudad neogranadina de muy sonoro nombre “Sincelejo” en la región de la costa caribe entre Cartagena y Montería; yo entonces disfrutaba de mis 20 años florecientes, esperaba mi ingreso en la facultad de derecho, cursaba los Estudios Generales en LUZ y con un certificado de Locutor, recién graduado, producía junto con el colega Ángel Martínez Gonzáles el programa Sobre la misma Tierra, espacio radial de la Asociación Cultural Rómulo Gallegos, en la otrora emisora Radio Selecta, 1390 Khz. hermana de La Voz de la Fe, 580 KHz. Érase el año 1980, día sábado en la noche, terminado el programa un compañero de la asociación y yo caminamos desde la emisora hasta la avenida Bella Vista, para tomar un por puesto que nos llevara hasta el centro de la ciudad y cada quién tomaba su rumbo.

Esperando el transporte a la vera de la avenida, veo la blanca y pelirroja sincelejera blandiendo sus caderas cual Palmera al ritmo de la brisa del lago maracaibero, se detuvo en el teléfono monedero de los locales comerciales del Centronorte, luego se acercó a nosotros preguntando si teníamos medio sencillo (Bs. 0,25 costo de una llamada local de ese entonces), sin perdida de tiempo me zumbé a la torera, y le pregunté… -¿Depende? Si es para llamar un amigo no tengo- me contesto en su fino español colombiano – ¡Oiga Usted es bien pasao!- …y fue el inicio de una tertulia en la fuente de soda adyacente en Centronorte, yo trabajaba como escribiente en la Notaría Pública Tercera de Maracaibo y con cobres en el bolsillo la invité a tomarnos unos sifones, otrora era costumbre en las fuentes de soda cada dos rondas servir unos pasapalos al costo de la bebida, recuerdo el mesonero nos llevó unos cayos a la madrileña, que con el sabor de la cerveza resultaba un rico manjar, a media noche salimos cerveceados, nos dimos un loco beso y de allí me la saque a un hotel por las inmediaciones de la avenida El Milagro.

Como era sábado y tiempo de navidad, en plena temporada gaitera, estaba de moda una gaita en especial “Linda Ilusión” por cierto de Lenin Pulgar quién había sido mi compañero de trabajo en el Registro II de Maracaibo, decía un poco mas o menos su letra… “He conocido el amor pues la vida me lo ha presentado es la mas linda ilusión de todo aquel que está enamorado, aunque muy lejos estés para mi siempre estas a mi lado”…señores buenas noches… aquel idilio resultó de antología, en nuestra habitación a lo lejos desde Santa Lucia, un equipo de sonido trasnochado dejaba escuchar a todo volumen el éxito gaitero del momento, mientras acurrucados los jóvenes amantes daban rienda suelta al amor.


José Luis Reyes Montiel.