La granja de Ángel
Ciro Villalobos, esposo de mi prima Agueda Montiel Ferrer de Villalobos,
quedaba un poco mas cercana a la carretera de Santa Cruz vía a El Mojan, la
granja de Carmen Cecilia su hermana, cuyo cuento ya relate, estaba mucho mas
adentro de la trilla vía principal del sector Gigante Verde del viejo Distrito
hoy Municipio Mara del Estado Zulia.
Ángel Ciro y
Agueda, de aquellas parejas casadas de verdad, es decir, para toda una vida,
bello ejemplo de amor conyugal, a los hijos y el respeto de éstos a sus padres,
es un valor constante y digno ejemplo a seguir; Agueda y Ángel Ciro,
constituyeron una muestra de esa vida llena de simplicidad, humildad y a la vez
de una nobleza tan grande como la honradez que los caracterizó.
Los domingos de
agosto, aprovechando las vacaciones escolares, solíamos mamá, mi hermana Sara y
yo, visitar aquellos parientes de Mara, desde Maracaibo el bus de Campo Mara,
nos transportaba hasta la entrada del lugar agrícola denominado Gigante Verde, donde
una trilla de arena nos conducía hasta la casa de campo de los Villalobos
Montiel, además de Agueda, sus hijos que mas tratamos en juegos y
conversaciones fueron Ángel Ciro, Gelvys y Sergio.
Entre
los elevados árboles de Mango y los Nísperos por encima de éstos se dejaban ver
apenas el techo de la casa de Agueda, una vez en el umbral de su puerta, los
abrazos y el saludo afectuoso de Agueda no se hacía esperar; así fue también su
hermana Aída Montiel de Ordóñez, como olvidarla pronto le haré su reseña,
también conversadora contumaz, difícilmente te dejaba una palomita para el dialogo, pero de una fluida y bien
desarrollada conversación.
Esos
fines de semana, discurrían entre el paseo por el campo, los juegos infantiles
entre el ramaje de los árboles que como grandes sombrillas caían desde su
tronco hasta el suelo arenoso conservando toda la frescura y humedad del
ambiente, mis zapatos unas botas ortopédicas para mis pies planos, se llenaban de arena y atascándose entre los surcos del arado ya listo para la
siembra, maíz, yuca, melones, patillas, guayabas, guanábanas, entre otros
frutales que los circundaba de tales cocales, mangos y nísperos, abrevados por las
aguas de un pozo desde el cual se llenaba un enorme tanque de agua el cual
discurría el vital liquido mediante un acueducto por canales de agua abiertos
en la tierra fértil cuyos frutos son mas grandes a los comúnmente producidos en
otras regiones, por eso se distingue este rico Municipio Mara, por la riqueza y
productividad agrícola de su tierra.
Precisamente,
el tanque de agua, también servía a los primos como piscina, pero por su
profundidad yo prefería bañarme en el acueducto más pequeño, que de aquel
recibía sus aguas para su distribución en el sembradío.
Pero,
siempre hay un pero, el tanque de agua estaba rodeado de sapos y en el interior
de los mismos, se desarrollaban sus renacuajos, a Sara mi hermana le daban grima por no decir terror los
sapos, sacándole siempre el cuerpo a las invitaciones de los primos a bañarse
en la alberca, tratando de disimular su asco por los pobres e inofensivos
batracios, hasta ser descubierta esta debilidad por los primos.
Para
colmo, en la granja no solo se producían frutas, también se recolectaban por
cantidades los abundantes Sapos, almacenando a los fragosos animalitos en latas
de las que se usaban para la manteca y el aceite comestible y destinarlos a
su venta a la Universidad del Zulia, las facultades de ciencias y agronomía
utilizaban a los acuáticos seres en sus proyectos de investigación.
El
caso fue, que ella prefería estar alejada de las aguas por la presencia de los
echados, húmedos y feos anfibios, un buen día, la bellaquería de los primos no
podía dejar pasar la oportunidad de darle un susto a su prima Sarita, ésta
traía una bolsa de Mangos desde la huerta entre sus brazos, Sara al grupo de
primos y demás familiares ahí reunidos les dijo -traigo unos mangos picaos para la casa-; resulta que la
gente del campo es muy celosa con sus frutas, solo es permisible a los forasteros tomar las frutas ya caídas de
las matas, pues las maduradas en el árbol eran reservadas para la cosecha y su
venta, y eso es razonable, sin embargo, Agueda nunca se despedía de su tía
Carmen, sin darle su racimo de yuca, plátanos, topochos y sus frutas frescas.
Recuerdo
al difunto Gelvis el primacho, que tiempo después se hizo herrero y gaitero residenciado
en Maracaibo, sacando con el machete la Yuca para su tía Carmen, primero
trozaba las ramas y luego desde su tronco aflojaba con el machete la arena para
halar con sus manos las raíces que luego sacudía para esparcir la arenisca
pegada, estas raíces del árbol de la Yuca es en sí su parte comestible.
Entonces,
Sara mi hermana llega con su bolsa de Mangos… –traigo unos manguitos picaos
para la casa- y por mera casualidad pienso o con toda la mala
intención, los primos tumban al suelo una lata llena de sapos, éstos saltaron
entre las piernas de Sara, a lo cual instantáneamente lanza un grito aterrador!
dejando caer la bolsa de Mangos al piso, entre los espavientos de Sara y sus
gritos, el reguero de grandes, duritos y hermosotes Mangos discurrían por el
piso entre la sapamentazón y las
piernas de los presentes, causando la broma una risa incontenible entre los
primos, mientras que la aterrada Sarita, blanca
como un papel, casi perdía el sentido por el susto.
José Luis Reyes Montiel.
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