…a mi primo Antonio Briñez
Montiel
El fin de semana pasado,
aprovechando las festividades de la Chiquinquirá, visite en su lecho de enfermo
al primo Antonio Briñez Montiel, me dijo
conmovedoramente pero con la serenidad de una nube que surca el cielo -te esperaba para despedirme de ti- ese es el
primo Antonio.
Antonio, uno entre los tantos
primos conversadores, no desaprovecha una oportunidad familiar para
intercambiar opiniones y dialogar con la gente, esto lo hace ser muy apreciado
por propios y extraños, tiene esa particularidad de caer bien a primera vista,
manteniendo siempre su palabra franca y llana, con una gesticulación de su
mirada y cejas que lo caracterizan.
A su encuentro, desde mis tiempos
de estudiante, recordamos nuestras andanzas cuando aún adolescente y él hombre maduro,
llenó con sus consejos y cuentos de la vida, aquella ausencia tan necesaria de
la figura paterna, pues mi padre falleció el año 1967; apenas llegué
al umbral de la puerta de su habitación soltó la misma sonrisa de oreja a oreja de siempre, muy a pesar de su convalecencia
el ánimo figuro en su estado y reincorporado apenas logro superar su efisema
pulmonar, consecuencia del alto consumo de tabaco, Antonio mientras conversaba inhalaba
bocanadas de humo de cigarrillos.
Así y conversando de todo, hablamos
sobre Cabimas, Antonio se residenció muchos años en aquella ciudad de la costa
oriental del Lago, ya que siendo sobrino de Monseñor Guillermo Briñez Valbuena,
obispo de Cabimas para esa época, trabajaba en su casa parroquial, llegando a
conocer cada rincón de esa población y muy especialmente a su gente, en el auto
MG de Amalia su hermana, siendo temas de largos cuentos y chistes que Antonio
atesora de esos tiempos.
Llegamos de ese modo, al tema de
la Maracaibo de ayer, y me contó que por las inmediaciones del extinto Mercado
de Los Buchones, en la desaparecida calle La Marina, en la esquina de dicha
calle existía en ese entonces un local de venta de comida denominado “La
Esquina de la Marina” donde almorzaban los comensales trabajadores entre otros
comerciantes de la zona, diagonal a
dicho local de comida, precisamente estaba el taller de zapatería y residencia
del famoso repentista Zuliano Antonio Briñez, pues sino lo sabían, el poeta de
vivo verso, tenía por oficio elaborar calzados a la medida y de zapatero remendón.
Cuenta Antonio, que su retío Antonio Briñez, ya viejo cuando
lo conoció su papá Manuel Briñez Valbuena, tenía la virtud de conversar en
verso, a cada palabra o conversación, pregunta que se le hacía el respondía con
un verso tozudo y sardónico, lleno de un fino humor negro, que los distinguía.
El caso fue, que un poco antes de
la esquina de La Marina, donde estaba el viejo restaurante, se encontraba una
secreta casa de citas donde las
profesionales del más antiguo de los oficios ofrecían las delicias de Afrodita a sus clientes, entre ellos uno
de aquellos comensales del restaurante, un gordo y rico comerciante del
mercado, que solía de vez en cuando después de almuerzo visitarlas, hasta que
uno de esos días, al parecer al lujurioso señor, le falló su corazón y de un
solo mamonazo cayó muerto el hombre.
Imagínense, en la provincial Maracaibo
de la época, lo que implicaba el escándalo de una noticia como esa, donde los
chismes de la gente iban de puerta en puerta como reguero de pólvora; al infartado comerciante, lo sacaron ya muerto
de la casa de citas y su voluminoso
cuerpo no era precisamente algo disimulado para evitar los comentarios y
diretes de los curiosos, quienes lo trasladaron por toda la calle La Marina hasta
el local de su negocio allí mismo en el Mercado de Los Buchones.
Fue así como la noticia llego a
la zapatería del versado Antonio Briñez, en la voz de uno de tantos curiosos quién
le preguntó al poeta, -¿supo lo que le pasó a las putas?- y sin demora el astuto Briñez le respondió
así:
“Nadie sabe en La Esquina
lo duro que muerde un Sapo
una mujer con su papo
mató a un hombre en La Marina”José Luis Reyes Montiel.
Avenida de Las Industrias llamada La Marina, Maracaibo. |
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