El orgullo de casados es de fantasía, es falso, cuando las personas no se poseen realmente, en el fondo de su ser, es necesario contener los valores sujetos al
sentido ético de convivencia y a la verdad única del amor mutuo.
Conozco uniones sentimentales de antología
amorosa, casados como Dios manda por la iglesia, con todos los elementos
intrínsecos que le confiere una unión sentimental de pareja, auténtica, desde
el inicio de su matrimonio sujetos a esa formidable piedra angular del amor verdadero,
llevando por años su existencia conyugal con la simplicidad de las flores
silvestres del campo y así mueren, ese es el ejemplo a seguir.
Conozco otras personas,
arraigadas a un falso orgullo, aquel que les proporciona el estado civil de
casada o casado, quizás más en la mujer que el hombre, menos propenso éste a
esa especie o necesidad existencial del vínculo eclesiástico y civil del
matrimonio; sin embargo, no deja de haber hombres de convicción religiosa,
asumiendo el matrimonio como la bendición de Dios de su unión carnal, permitiéndoles
llevar una vida sexual sana y no maliciosa a su juicio, yo me adhiero a éste
caso.
Retomando el asunto del falso
orgullo, el estado de casados, se convierte para otros en una obsesión, una
necesidad social más que sentimental, una apariencia de espejo de cristal, en
uno u otro caso antes comentado, incluso para el religioso cuyo fanatismo niega
el amor de pareja fuera del matrimonio; recuerdo el caso de aquella mujer que se
casó, teniendo un hijo en brazos, a la cual tiene todo el derecho del mundo, que
el esposo no sea el padre del muchacho no le resta menos le niega darle un padrastro
al hijo, el asunto es porque lo hizo deliberadamente, si en su disimulo fue para
darle un apellido de casada a ella y al muchacho.
Admiro si y de verdad, aquella otra
mujer que con decoro personal presentó su muchacho y le adjudicó dignamente sus
apellidos de soltera, esa mujer merece mi respeto y consideración.
Esos valores se conocen en el
trato, en el modo de ver la vida las personas y en su manera de exteriorizar
sus sentimientos, como anteponen el falso orgullo o mejor dicho “arrogancia” de
casarse para llenar una página de etiqueta social, como aquellas parejas
casadas con pompa y ceremonia, inauguran el evento de su celebración con valses
y coros, y terminan las bodas con vallenatos y reguetón, para después con los
primeros desencantos amorosos y desencuentros de maneras de ver la vida de
pareja, resuelven separarse y divorciarse civilmente.
Hoy día tanto se ha degrado el
tema del sexo y las “diversas” uniones de parejas, que hablar de vida
matrimonial de casados, es asunto de vigente actualidad, sobre todo porque, en
ejercicio de la vanidad y del falso orgullo, parejas de “diversa” actitud
sexual, asumen la necesidad de casarse por la iglesia e incluso formalizar
legalmente su estado civil de casados, llegándose a legalizar en ciertos países.
Se hable del “Orgullo Gay” yo diría
“Arrogancia Gay” cuando salen por las calles y avenidas disfrazados de lo que
no son real y biológicamente, mostrándose o exhibiéndose públicamente, deja de
ser un acto que de alguna manera justifique sus tendencias sexuales, a un acto
de vana morbosidad y obscena ridiculez.
Conozco personas de “diversidad
sexual” con una vida de gentil dama o caballero, formal y profesional, con
desempeño de su privacidad sexual, y a todas luces evidencian sus debilidades
humanas, pero, sin alterar la razón de ser de la naturaleza biológica y
genética humanas, sin pretensiones de promover en la juventud menos en los
niños, las confusiones propias que generan en los adolescentes aquella “diversidad
sexual” no generada de modo personal sino inducida y ese es el problema.
Con tanto embrollo existencial actual, sexo y depravada fornicación, su pretensión de vincularse en matrimonio
degradó el tema del matrimonio, pues se perdió totalmente el fin primordial de
la unión carnal de un hombre y una mujer, complementación natural para preservar
la especie humana, porque de esas uniones venimos todos, casados o no, el fin
último de una pareja se complementa con la descendencia y el amor verdadero, la
voluntad de unión en el tiempo la hace duradera, y eso “depende” de las
circunstancias “verdaderas” de “comprensión” y “asimilación mutua” de la
pareja, esa “concordada y armoniosa” voluntad de permanecer juntos prevalece
por encima de toda unión carnal, entre un hombre y su mujer, como corona que
enaltece a una pareja de enamorados en el tiempo y en el espacio, esa es la
mejor bendición del amor, del hogar y de una familia.
Abogado JL Reyes Montiel.
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