viernes, 20 de mayo de 2022

Los Nísperos de La Pomona.

Era mediados de aquel año de 1976, cuando nos mudamos desde la casa paterna situada en el sector Tierra Negra de Maracaibo, parroquia Coquivacoa, hasta la popular parroquia de Cristo de Aranza en el conocido sector de La Pomona, en toda la calle 103, paralela a la 102, avenida principal de La Pomona, por donde está actualmente Café Imperial y Distribuidora Tamayo, la casa situada sobre y en plena elevación de tierra o cerro, muy fresca por la brisa que recibía desde el Lago por su frente y en su fondo cuando venteaba del suroeste, según sus escrituras la casa fue construida a sus expensas por el señor Juan Ávila, en terrenos parte de mayor extensión, heredado de sus progenitores, de hecho, al lado de nuestra casa, estaba la casa de su hermana la gentil señora Ana Isabel Ávila de Sánchez, vecina nuestra.

Mi madre adquirió para mi hermana Sara y mi persona, dicha casa, rebautizándola con el nombre de “Los Reyes” y realizándole a su vez una serie de mejoras y bienhechurías, bajo la dirección del singular amigo de toda la familia Montiel Fuenmayor y Maestro de obras, Don Julio Barboza.

Para el momento cuando tomamos posesión de la casa, ya poseía varios árboles frutales sembrados en su terreno, una enorme mata de Mango en la jardinera del frente, le seguían una mata de Níspero sembrada al lado de derecho de la casa en  una jardinera contigua a la del frente, y al fondo de la casa, había también dos jardineras y en cada una de ellas, estaban sembradas tres matas de Nísperos, éste detalle al principio no se notaba sino por la evidente formación de sus trocos, que finalmente se había unido pero que se dividían en sus ramificaciones al aire; el caso era, que las matas de Nísperos fueron sembradas de tres en tres en cada jardinera, en el patio a desnivel de la casa, pues de la puerta de la cocina al fondo descendía tres peldaños.  

Con el tiempo comprendí, que los árboles fueron sembrados de manera de aprovechar al máximo, el espacio del área de terreno sobre el cual estaba edificada y dispuesta la casa, muy bien acondicionada con callejones pavimentados de cemento a los lados y en su fondo, y en el frente el área de estacionamiento y el camellón de entrada del portón a la puerta principal de la casa con baldosas decorativas.

Yo tenía 16 años cuando llegué a esa casa, y en ella viví el final de mi adolescencia y comienzo de mi cuajada juventud, fueron buenos años en rasgos generales, con altos y bajos, como toda típica existencia, siempre con el recuerdo de las carencias de la presencia de mi difunto padre Pascual Reyes Albornoz, gracias al cual, poseíamos mi hermana Sara y yo esa casa, y, sobre todo, al esfuerzo y voluntad férrea, de nuestra señora madre Carmen Montiel Fuenmayor.

Pasaron en esa bonita casa, mis años de estudiante, el bachillerato en Humanidades e inicio de la Universidad, podría definir mi estancia en esa casa, como la mejor época estudiantil de mi vida, entre el entorno de mi casa, la ciudad de Maracaibo y la Universidad el Zulia, con todas sus recordadas y añoradas edificaciones, por las cuales caminamos conociéndolas, por puro gusto de muchachada entusiasta de amigas y amigos, compañeros de estudios.

De aquellos árboles de Nísperos y de los Mangos, recuerdo aún su gustoso sabor, agradecido por demás por la valiosa iniciativa de quién los sembró tan oportunamente, para deleite de nosotros, pues nunca faltaba en nuestra mesa, el fruto de sus abundantes cosechas, las que recolecté con una “Datera” que nos regaló tío Manuel Briñez Valbuena, esposo de mi tía Trina, ambos hoy fieles difuntos, para que recogiéramos los Mangos y los Nísperos, dicha Datera, tenía la particularidad que se articulaba en sus extremos de modo de facilitar la captura de las frutas, aprovechando tubos de antena de tv muy livianos de aluminio, ajustados y ensartados con madera de palos de Escobas.

Recuerdo como si fuera ayer, el día que maduraron los Nísperos; los había recolectado una fresca tardecita, recién terminada mi faena de estudios, bajo la sombra de aquellos frondosos Nísperos, mamá me indicó que ya estaban “Hechos” para ponerlos a madurar ¿Qué como lo sabía mi madre? será al cálculo del tiempo y vista del fruto, en esa ocasión llené la Batea de Nísperos, siguiendo las instrucciones de mamá, los lavé cuidadosamente con agua, quitándole la aspereza de su piel, como granitos de arenilla, además de los palitos adheridos y hojas, limpiándoles con un trapo húmedo la pegajosa leche blanca emanada de sus vértices.

Una vez limpios, se colocan a secar del lavado, y secos se envuelven en papel periódico, uno por uno, al menos esa era la técnica de maduración empleada por nosotros, una vez envueltos en papel periódico, los guardaba a su vez en una bolsa plastificada, de las que se usan normalmente para los mercados, finalmente colocaba las bolsas llenas de Nísperos a temperatura ambiente, sobre el mueble de la Alacena, con los días unos tres a cinco días, se van sacando los maduros al tacto y por su textura blanda, y a la mesa como postre para desgrasar el almuerzo, o para colmar los antojos de un aperitivo a toda hora, que también son buenos.

Grata sorpresa de aquellos sabrosos Nísperos de La Pomona, una vez madurados el día que los consumí por primera vez, observé que, por su formas del fruto y sabor, descubrí que había siete variedades de Nísperos, según correspondían a cada mata, la del frente y las seis del fondo, que estaban sembradas de tres en tres en cada jardinera, y terminaron uniendo sus troncos, todo por aquella mano prodigiosa y frugal que los sembró tan esmeradamente.    

JLReyesMontiel.       



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