Hay unas versiones incluso con autor, este cuento es antiguo, se lo contaba la abuela Mamá Carmela a mamá, como les he contado tal cual me lo contó mamá. |
Hubo en mi tiempo de niño, el
grato recuerdo que hoy les cuento, de los tantos cuentos de mi difunta madre,
érase el cuento de "El Ratón Pérez y la Cucarachita Martínez" tal
cual como me lo contaba mamá en las plácidas noches de mi infancia.
Había una vez una cucarachita muy
bonita que vivía en el campo en su casita. Sus ojos eran negros, su piel morena
y su nombre era Cucarachita Martínez. La cucarachita como buena ama de casa
limpiaba todos los días y su casita brillaba como una taza de oro.
Un buen día
mientras barría el patio de su casa se encontró un objeto redondo. -¿Qué será esta cosa redonda? ¡Ah
es un mediecito! ¿Qué voy hacer con este mediecito? ¡Ah, ya sé lo que voy
hacer! Me compraré un traje nuevo. No, no, un traje vale más que este
mediecito. ¿Qué voy a comprar con este mediecito? Compraré un par de zapatos.
¡Ah, no, no! Un par de zapatos vale más que este mediecito. Ya sé, me compraré
una cajita de Carmín. La cucarachita fue al pueblo a
comprar el Carmín..
Aquella tarde cuando la
Cucarachita regresó a su casa, se bañó, se perfumó toda, se puso su mejor
vestido y se echó su Carmín en las mejillas. Martínez se veía lindísima. Se colocó
una amapola trenzada en el pelo y con su cara bien coqueta con su Carmín.
Entonces se sentó a tomar el fresco en el portal de su casita.
Al rato pasó frente a su casa muy
elegante el Gato, vestido de negro porque iba camino de unas bodas. Cuando
la vio tan bonita, el Gato se acercó al portal, y recostándose en los
balaustres, se compuso los bigotes. Y dijo el gato: -Cucarachita
Martínez ¡Qué linda estás! ¿Te quieres
casar conmigo? -Tal vez, señor Gato, tal vez. dijo la cucarachita. -Pero, ¿cómo
haces por las noches? -¡MIAOUUU, MIAOUUU, MIAOUUU. ¡Ay no, no, que me asustarás.
¡Váyase lejos de aquí! Sentenció la cucarachita Martínez. Y el Gato salió
corriendo lo más rápido que pudo.
Al rato cruzó la calle el Perro,
con su pelos peinados porque iba camino de una boda. Viéndola
tan bonita, se arrimó al balcón y se rascó el lomo contra los balaustres. Y dijo el
perro. -Cucarachita Martínez. ¡Qué linda estás!
¿Te quieres casar conmigo? -Puede ser -dijo la cucarachita-. Pero
primero tiene que decirme, ¿cómo haces por las noches? -¡JAU, JAU, JAU, JAU!. -¡Ay
no, no, que me asustarás. ¡Váyase lejos de aquí! Y el Perro se fue muy triste.
Al rato pasó el Gallo, con su
plumaje brillante, se arrimó al balcón: Y dijo el
gallo: -Cucarachita Martínez. ¡Qué linda estás!
¿Te quieres casar conmigo? -Puede ser, dijo la cucarachita. -Pero
primero tiene que decirme, ¿cómo haces por las noches? -¡KIKIRIKIIIII! -¡Ay no,
no, que me asustarás. ¡Váyase lejos de aquí! El Gallo tristemente se alejó.
Y dando saltos apareció el Grillo, brincó al lado del balcón de la casita. Y dijo el grillo: -Cucarachita
Martínez. ¡Qué linda estás! ¿Te quieres
casar conmigo? -Todo depende -dijo la cucarachita. Pero primero tiene que decirme,
¿cómo haces por las noches? -¡CHIRRÍ , CHIRRÍ!. -¡Ay no, no, que me asustarás.
¡Váyase lejos de aquí!. Al Grillo se le bajaron las antenas de la pena.
Poco después apareció el Toro con sus cuernos lustrados. Y dijo el Toro: -Cucarachita
Martínez. ¡Qué linda estás! ¿Te quieres casar
conmigo? -Todo depende, dijo la cucarachita. -Pero primero tiene que decirme,
¿cómo haces por las noches? -¡MU, MUUUUU, MUUUUU! -¡Ay no, no, que me asustarás.
¡Váyase lejos de aquí! El Toro grandote se alejó muy triste.
Luego vino el Sapo. Y dijo el Sapo: -Cucarachita Martínez. ¡Qué linda estás!
¿Te quieres casar conmigo? Quizás... -dijo la cucarachita. Pero dime
¿cómo haces por las noches? -¡ROAC, ROAC! -¡Ay no, no, que me asustarás.
¡Váyase lejos de aquí!" El Sapo salió de allí refunfuñado.
En eso apareció ante el portal de
la casita, muy gordito un cochinito. Y dijo el cochinito: -Cucarachita Martínez. ¡Qué linda estás!
¿Te quieres casar conmigo? -No sé, dijo la cucarachita. -Pero dime
antes, ¿cómo haces por las noches? -¡OINC, OINC, OINC! ¡Ay no, no, que me asustarás.
¡Váyase lejos de aquí! El cochinito salió con su rabo entorchado.
En eso se vio una lucecita verde.
Era el Cocuyo y dijo el Cocuyo: -Cucarachita Martínez ¡Qué linda estás! ¿Te quieres casar conmigo? -Bueno, Bueno,
dijo la cucarachita. -Pero dime antes, ¿cómo haces por las noches? -No te diré
nada, solo te alumbraré con mis luceros. ¡Ay no, no, que me asustarás. ¡Váyase
lejos de aquí! Al Cocuyo se le apagaron sus lucecitas.
En eso se le presentó el patiquín Ratón
Pérez. La Cucarachita, se acicaló y se paró derechita. El Ratón vestía de palto y corbata recién planchados, y en la cabeza
llevaba su sombrero. Y dijo el
Ratón Pérez: -Cucarachita Martínez. ¡Qué linda estás! ¿Te quieres casar conmigo? -A lo mejor Ratón
Pérez, dijo la cucarachita. -¿cómo haces por las noches? -Dormir y callar, dijo
el Ratón Pérez. -¡Ay, me gusta lo que haces, Ratón Pérez. Sí, me quiero casar
contigo!
La Cucarachita Martínez y el
Ratón Pérez se casaron y se quedaron a vivir en la casita muy limpia de la
cucarachita. Y sucedió que un día, mientras la Cucarachita Martínez cocinaba
una gran olla de sopa, se acordó que no tenía Sal para ponerle a la sopa, por eso
fue al mercado a comprar Sal.
Mientras tanto, atraído por el
delicioso olor de la sopa y la curiosidad, el Ratón Pérez acercó una silla hasta la
cocina, se subió a ella y se asomó al borde de la olla con la sopa hirviente, y
en un descuido, !cutuplún!, se cayó dentro de la olla.
Cuando regresó del mercado, la
Cucarachita Martínez encontró al Ratón Pérez pelado flotando entre los
fideos de la sopa. Desde entonces los animalitos del monte cantan la canción
que dice: -El Ratón Pérez se calló en la olla y la Cucarachita Martínez lo
siente y lo llora.
Y ese es el cuento, que mamá me
contaba cada noche para dormirme, después de rezarme y yo repitiendo a su voz
para aprenderlas las oraciones principales el Padrenuestro, la Salve a María y
el Gloria a Dios.
Quisiera acomodarme en la casita de la Cucarachita Martínez, bonita y limpia, con su patio y portal al frente del camino que va al mercado, donde los animalitos pasan todos los días y saludarlos con una amplia sonrisa cada mañana, darles los buenos días de cada día, dormirme al arruyo de mamá y amanecer a la aurora de historias y fantasías de las imágenes de cada episodio de sus cuentos dibujados en mi puerilidad mental; como te añoro mamá y pienso en tu mundo frugal y mío que llevo en mis recuerdos como guirnaldas de tus soles y de tus lunas, madrigales de esperanzas, frutales del carmesí de tu campo infinito, del amor de tus manos acariciando las mías y cerrándolas con tu beso solemne, en esos instantes maravillosos que atesoro.
JLReyesMontiel.
1 comentario:
El RAtón Pérez no se calló. Él se CAYÓ en la olla.
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