sábado, 10 de agosto de 2013

La señora Josefita.

El Guarapo de la
señora Josefita.
Por aquel tiempo, cuando mamá Carmela y tía Espíritu se establecieron en mi casa de la calle 69A con la avenida 13 de Maracaibo, para mí fue una de las mejores temporadas, la presencia de la abuela despejó la soledad de la reciente muerte de papá.

Por ese entonces, se mudaron unos vecinos viejitos en la casa de al lado, recuerdo que eran naturales de La Cañada, decía mamá, de la población de Potreritos, la señora de nombre Josefita y el señor Rafael, apellidados Urdaneta, esposos de vieja data, eran acompañados por su hijo la zurrapa como ellos decían, un joven muy blanco de intenso pelo negro, alto y musculoso, recuerdo que manejaba un Renault de los que tenían el motor en la parte trasera del vehículo.

Vivian además con los viejitos Urdaneta y su hijo, una bella muchacha estudiante nieta de la señora Josefita y un caballero, sobrino del señor Rafael, que era empleado petrolero de profesión buzo, muy decente y callado.

En las tardes al regresar del Colegio, después de estudiar y hacer la tarea, yo iba a ver El Zorro en la televisión en casa de la señora Josefita, porque la de nosotros se había dañado y no se encontraban los repuestos para nuestro viejo televisor Philips, por supuesto que yo le pedía permiso; mientras veía El Zorro la señora Josefita me ofrecía una merienda, generalmente galletas con refresco, el asunto es el modo en que ella me ofrecía la merienda, pues ella me decía, -queréis guarapo- figurándome un sabroso guarapo de Limón con Panela, por lo cual le dije   –si- el caso es que se apareció con una Coca-Cola.

Los fines de semana, conocedora como era la señora Josefita de mi gusto por los espaguetis cuando los hacia solía llamarme –José Luis, hoy hice espaguetis- y me servía sus espaguetis en una taza mondonguera lo que más bien era un asopado de fideos con carne, los tales espaguetis era más bien un fidegua de pasta con carne, el resultado al fin y al cabo  era el mismo, resuelto quedaba con los espaguetis de la señora Josefita.

El señor Rafael también tenía sus excentricidades, gustaba de mascar Chimón y donde caminaba marcaba su paso con los estupros de su vicio, lo que ocasionaba serios encontronazos entre los caracteres de los seniles vecinos, amenazándose mutuamente de irse un día de éstos, pero sin resolver dejarse en definitiva.

En las noches, tocaba el turno a mi tía Espíritu, para ver la telenovela Esmeralda, con José Bardina y Lupita Ferrer, a las 9 pm era la cita para compartir la telenovela, pero la señora Josefita veía también la de Radio Caracas, con Marina Baura y  Raúl Amundaray; de tal manera que entre propaganda y propaganda, la señora Josefita cambiaba de canal pa’ ya y pa’ ca, de canal a canal, menos mal que en los sintonizadores de la época eran canales vecinos, apenas un separador entre uno y otro, facilitando la audiencia de ambas novelas.


Un buen día, los viejitos Urdaneta se marcharon a casa de una hija en Maracaibo, algo cercana a la nuestra, diagonal al Colegio San Vicente de Paúl, yo seguí viendo y saludando a la señora Josefita a la salida del Colegio, tiempo después murió el señor Rafael y luego la señora Josefita, y quedo el mensaje de aceptación y compresión y sobretodo el amor de estas personas, que destilaron entre ellos y sobre quienes los trataron.

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