José Luis Reyes Montiel |
Cuando mi madre me trajo al
mundo, cruce del amor con mi padre, heredé la esencia pura de una generación
noble y trabajadora, esa es mi mayor riqueza, incomparable a cualquier legado
material en oro y plata; pues los valores éticos están por encima de toda
perfidia. No tengo la necesidad de subrogarme nombres ni menciones, para
sentirme mejor, me basta su recuerdo y ejemplo para sentirme más que
recompensado.
Hace algunos años atrás, aún
Venezuela gozaba de su estándar vivencial, vacacionando y disfrutando la brisa
costanera de la Playa El Supí en la Península de Paraguaná, conversando con un
cercano hombre de negocios, le comenté mi idea de adquirir el viejo hotel donde nos hospedamos, pues tenía anuncio de venta en su entrada, incluso hasta le propuse
asociarnos y buscar algún crédito bancario, aprovechando las facilidades que se
le dan al sector turismo.
El hombre, trago en mano, que es
cuando las verdades se dicen espontaneas, sin mayor cuidado me propuso:
-Salimos mejor y sin lidias de estar acá llevando Sol y Sal, hacer un Registro
de Comercio, presentar la propuesta de adquirir el hotel, pedir el crédito al
banco, quedarnos con los reales y olvidarse después de hotel y proyecto alguno…
Yo me callé y me tomé mi trago de fermentos de maltas escocesas sin avanzar
opinión alguna, dejando a un lado el tema, mirando el insondable y a la vista infinito
mar Caribe, en su horizonte azul, moteado de nubes surcando el cenit, empujadas
por el constante viento norte de la Paraguaná ancestral.
Recuerdo también, cuando enterados del inicio de mis actividades como funcionario público
tributario, me decían: -Ahora si te váis a poner en la buena, estáis donde
hay... Yo solo los miraba y dejaba hablar, así los conocía mejor para que replicar la insensatez de
los mediocres.
Veintitrés años de servicio en mi carrera administrativa tributaria, culminaron una carrera profesional como Abogado, egresado del Alma Mater del Zulia (LUZ) La Universidad del Zulia.
Durante esos años y previos a ellos, durante mi actividad profesional en libre ejercicio, traté siempre de mantenerme al margen de todo sentido antiético, y ante las circunstancias, vivir modestamente, ante cualesquiera otras posibilidades que favorecían el camino más fácil pero deshonroso.
Como vocifera la jauría postrimera, otros como se victimizan en su connivencia patibularia, como escupen la culpa
que ostenta sobre sus frentes, los que no llevan de si el decoro humano de la
honradez, parafraseando un poco el pensamiento de Martí; es así como, el
destino de todo un país se vino abajo, se arruinó, entre los acordes
vociferantes de desgraciados malhechores y la inmuta, burda y falaz complacencia
de los trepadores de oficio, los sepulcros blanqueados, elegancias de cuello
blanco y corbata de disimulada delincuencial, escurridizos por entre las
piernas de mediocridades encumbradas, los segundones y esquiroles, generación
nefasta, excrecencias de una sociedad éticamente enferma.
¿Hasta dónde seguirá llegando la
destrucción de nuestro país? Preguntó una amiga comunicadora social en su
portal, en ese instante le comenté: -Sentidamente una pregunta incontestable…
Ahora discierno responder con otra pregunta incontestable: - ¿Hasta dónde
llegará la orfandad de nuestros valores?
Las nuevas generaciones, las que se levantan a la luz del ejemplo de los buenos, los que se mantuvieron al margen de la impudicia generalizada, tienen en sus manos la siembra, la siembra del buen fruto, del buen futuro, para una Venezuela digna, renovada, será una mirada al Sol nuestra regeneración como nación, surgida de las cenizas del oprobio, y esa es nuestra esperanza.
Abogado JLReyesMontiel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario