viernes, 2 de octubre de 2020

Por el amor de mis padres.

Uno de los aspectos de mi vida más sentidos, determinantes y que marcó el resto de mi infancia y juventud, fue la muerte de mi padre a mis siete años de edad, por encima del celo propio y ajena susceptibilidad afín, está la condición de niño que yo tenía para ese año de 1.967, y la tragedia que significó la desaparición física de papá, pues siendo un carajito, más necesitaba de su apoyo y formación.

No solo representó el dolor sentimental, al margen del trauma de verlo morir, asomado como estaba a la puerta de su habitación en la Clínica; después, entre el ir y venir y por entre la gente, mi inquieta presencia y a escondidas, desde una de las habitaciones, observé como preparaban su cuerpo tendido.

Luego vinieron los años de profunda soledad, afortunadamente mi madre fue presencia esencial en el resto de mi vida y a quien le debo lo que soy personal e intelectualmente, ella me llevó de su mano con amor incondicional y desprendimiento heroico.

Ensimismado, taciturno y tímido, mamá se preocupó por mi retraimiento y actitud en mi relación con el mundo, tratándome el asunto con el Dr. Humberto Gutiérrez en el Hogar Clínica San Rafael, reconocido Psiquiatra Marabino y de quién aprendí parte de la querencia por nuestra Zulianidad, pues era también profuso letrado y magistral estudioso de nuestra historia regional y nacional.

Así llegué a mi juventud, entre las aulas del colegio San Vicente de Paúl y el Liceo Octavio Hernández donde me hice bachiller, luego directo a la Alma Mater, nuestra nunca olvidada Universidad del Zulia, recuerdo el día que, desde la unidad de transporte de LUZ, pregunté a su conductor de apellido Machado, el señor Machado le decían los estudiantes de Haticos y Pomona, al llegar al núcleo Humanístico de LUZ:  -Señor Machado ¿Cuál es la Facultad de Derecho? El viejo se quedó mirándome fijamente, con una breve sonrisa sobre sus labios, como diciéndome: “Estáis más perdío que el hijo de Lindbergh”.

Esa fue mi llegada a LUZ, lleno de juventud florida e ingenua experiencia, pero ya tenía un abundante mostacho de bigote, ostentando mis 20 años de edad, con toda la incertidumbre del futuro y la esperanza de ese momento, lleno de sueños e ilusiones, sembradas a la luz de una lámpara, que adquirí con mi trabajo como escribiente documental en la Notaría Pública Tercera de Maracaibo, lámpara que alumbró mis apuntes y libros de estudios facilitados en la Biblioteca de Derecho, sobre el escritorio rustico que yo mismo hice recuperando la madera de una vieja Cómoda.

En los pasillos de LUZ conocí por primera vez el amor y toda su pasión, con el beso juvenil de una muchacha, pero también el dolor sentimental y la amargura de sus pétalos caídos, deshojadas desilusiones, nunca olvidadas y atesoradas en mi experiencia, pero también hubo aquellas que lastimaron mi juventud, pues cuando se es lozano en asuntos de amores, sucumbes ante la inexperiencia vital.

Pero, pero mi madre siempre estuvo ahí, para su consejo oportuno, quizás yo refunfuñaba y alardeaba en rebelde actitud, pero después su palabra me convencía con la lógica de su sabiduría maternal que me alentaba a seguir adelante y abrirme paso por entre las estribaciones del camino.

Nada debo, sino solo a mi madre, solo a ella, junto a mi hermana Sara, en la casa que nuestro padre nos dejó, entre sus muros y bajo su techo, correteando carajito en su amplio patio y a la sombra de sus árboles de Mangos, Guayabas y Nísperos, del colegio a casa, después joven de casa a la universidad, y entre el ir y venir, mi trabajo como escribiente, primero en las oficinas del Registro Público Primero y luego ante la Notaría Púbica Tercera, sitios donde laboré siendo estudiante de Derecho.

Hoy, a la vista de los años, le doy gracias a Dios, vamos andando, “Por sus frutos los reconoceréis” Unos hijos, una esposa y un camino por recorrer, ese ha sido y es el mejor legado de mi padre y de mi madre, muy por encima de la arrogancia y el falso orgullo, que intenta subrogarse todo el derecho a la querencia, el amor y el recuerdo de aquel, mi amado padre; y por mi adorada madre.

JLReyesMontiel.





domingo, 20 de septiembre de 2020

La Carrera que Manda el Zorro.



Cuando uno es educado en el seno familiar con principios bien definidos, para desviar ese sendero forjado, tendría uno que volver a nacer y cambiarse de padres, abuelos y tíos; difícilmente un consejo bien guardado, puede ser abandonado bajo el influjo de alguna mala compañía.

Mi madre siempre me refería: -Dime con quién andas y te diré quién eres, haciéndome ver lo dañino de las malas ajuntas de quien, en lugar de darte un buen ejemplo, solo te pueden proporcionar malas mañas y actitudes.

También me instruyó del modo como debía establecer mis amistades en sus relaciones interpersonales y visitas, me decía mi madre: -En casa de tu tía, no todos los días; con esa expresión me refería, que tratará de evitar ir a casa de amigos, familiares y vecinos todos los días, pues era una imprudencia de parte de quién a ultranza vive y muere en casa ajena, causando en algún momento malestar a quién puede ser interrumpido en sus quehaceres diarios, e incluso resultarle uno inoportuno y fastidioso.

En las relaciones de vecindad también me instruyó de ciertas reglas, como las de saludar de manera cordial y ser atento con el vecino, pero evitar en lo posible visitar sus casas, pues podría acarrear problemas interpersonales en el trato cotidiano, y por demás fomentar el chisme, los dimes y diretes entre la gente del resto de la vecindad.

Mi padre, también fue ejemplo de conducta y de serio proceder en asuntos de relaciones intervecinales, cuando vivimos en la popular Calle Venezuela, allá en la hasta entonces, la parte más antañona de nuestra Maracaibo, hacia los fondos de la Basílica de Ntra. Sra. Del Rosario de Chiquinquirá, le corregía a Sarita mi hermana la conversadera con las muchachas del sector, pues mi hermana, como mi padre no la dejaban salir a las casas vecinas, la muchachada convergía frente al frontis de nuestra casa y conversaban desde de la ventana, a tal punto que mi hermana Sara se ganó el motete de “Gata Ventanera”.

A tal punto, mi padre decidió mudarse del Saladillo, para evitar problemas, y sobre todo como yo era apenas un infante de algunos 5 años, evitando aprendiera las insolencias de los carajitos de la barriada Saladillera, pues unas cuantas groserías ya eran parte de mi repertorio, lo cual causó la oportuna reprimenda por parte de mi difunto y recordado padre Pascual Reyes Albornoz.

Desde entonces en los sectores que me ha tocado vivir, sea en mi infancia, juventud y adultez, mi actitud frente a los vecinos siempre ha sido de una gran circunspección, eso afortunadamente me ha traído grandes ventajas ahora que vivo fuera de Venezuela; pero, pero en mi propia tierra, en cuanto a mis relaciones vecinales, en los lugares donde establecí mi residencia me trajo problemas, como consecuencia de mi forma de hacer mi vida y la de mi familia, pocos de mis vecinos comprendieron mi actitud y la de los míos: Mi esposa e hijos, y siempre les recuerdo con aprecio y cariño; otros vecinos en cambio, me tomaron por arrogante y pretencioso, ocasionándome disgustos que afortunadamente por mi prudencia, asumí y superé con verdadero sentido estoico.

Agradezco a mis buenos vecinos, con los cuales compartí amistad, por su empatía en el trato interpersonal; a los malucos vecinos y por muérganos, les perdono su afrenta e innoble proceder, por sus ofensas, por su mal actuar, por sus abusos y palabras. Nadie sabe nadie supo: -La carrera que manda el Zorro, decían mis tíos viejos de antes.

JLReyesMontiel.




domingo, 23 de agosto de 2020

El Pollino.

La Forcita de San Luis,
como decía mi difunto
tío Aurelio Lubín Montiel Fuenmayor

Antes, en aquella Maracaibo provincial y antañona, de costumbres arraigadas y de hablar de vos, a las crías de los Jumentos, es decir, Burros, se les llamaba Pollino; era común emplear a éstos nobles animales, con sus arreos para acarreo de carretas, transportando enseres, mercancías, frutas y verduras para el mercado de la ciudad.

Mamá me contaba como desde San Luis, el hato del abuelo Papá Luis, los jornaleros demoraban horas para llegar a Maracaibo en arreo de Burros, y distribuir las hortalizas, frutas y verduras, producidas en los huertos y barbacoas del hato, para su venta en los puestos del mercado y su oferta al público maracaibero.

En Rucios Cuadrúpedos, al modo de las sagradas escrituras, se transportaban a Maracaibo los hermanos mayores de mamá, Papá Luis y Mamá Carmela; tiempo después, Papá Luis adquirió una camioneta Ford, tío Aurelio fue el conductor designado por el abuelo, para el uso familiar y carga de productos agrícolas para el mercado de Maracaibo. En el Hato San Luis, no había aspecto que no fuese dispuesto por el patriarca, el abuelo Papá Luis, bastantes hachones y leña, sobre su espalda había carreteado tío Aurelio para el fogón del hato, y de lujo le vino la responsabilidad de conducir titularmente la versátil camioneta.

Como decían los viejos de antes: “Hablando de todo como los locos” entonces la ciudad de Maracaibo, la región del Zulia y toda su cuenca del Lago, era autosustentable, producía todos sus consumos propios y hasta para la exportación, el Lago su camino ancho y el Puerto, el punto de partida de su producción agrícola y pecuaria con los mercados del norte de América y Europa, asimismo, nos llegaban todas las novísimas tecnologías, maquinarias, artefactos y el último de grito de la moda en ropa, calzado y sombreros.

Pero, pero comenzaba en ese primer medio siglo XX, la explotación de los inmensos yacimientos del denominado oro negro, bien negro que es, y negro con los destinos de nuestra región y el país entero, pero, pero esa historia es de todos conocida, y no vale la pena gastarse cuartillas, lo importante es analizar, como frustró el desarrollo autosustentable que para nuestra región significó el trabajo y tesón de su pueblo, contaminado con las nuevas oleadas que trajo la riqueza fácil, que fácil se va de las manos.

Maracaibo se convirtió en una metrópoli, donde convergieron por un lado riqueza y bonanza por doquier, y por otro lado empresarios, comerciantes y una clase media, con ingentes recursos económicos para gastarse, el campo Zuliano y su siembra, pasó a un lado, al margen de la ciudad que “progresaba” como urbe, con sus sitios de esparcimiento, bares, clubes y restaurantes.

Hablando pistoladas y de esa época, mamá me contaba un cuento que le contaba papá, de un amigo suyo, rico empresario zuliano, entre tragos y alegrías el grupo de amigos reunidos, le hacían ver a su enamorado compadre, que el supuesto hijo que se acreditaba no era suyo, a lo cual el compadre les respondía: -Si vos compráis una Burra preñada ¿De quién es el Pollino? Los amigos respondían: -Mío, el Pollino es mío. El opulento compadre agregaba entonces: -Ah bueno, yo compré la "Burra preñada" y ese "Pollino" es mío.

JLReyesMmontiel.






      

viernes, 29 de mayo de 2020

La Negrita de la Felicidad.


Por el año 1978, graduado de bachiller, superando etapas y sus complejidades, fijando metas y compartiendo inquietudes, se abren tantas posibilidades como ideas, y puedes comenzar a hacer aquello que más te gusta, siempre y cuando sea una acción edificante.

En esos años, ingresar a la universidad llevaba su tiempo, uno prácticamente perdía un año de espera, existía en ese momento una masificación estudiantil que abarrotaba nuestras universidades, con una juventud ávida de aprendizaje y superación, o quizás a la inversa, de superación y aprendizaje, eso dependía con el cristal con el que se mire. El asunto es que hacerse profesional en Venezuela era solo cuestión de interés y esforzarse por aprender, para alcanzar la meta de hacerse de una profesión.

En esa lacónica espera, se estrecharon lazos de amistad fraternales, de esas amistades que al paso de los años siembran sentimientos profundos de querencia, entre tertulias, risas, juegos, paseos y salidas al cine, practicar deportes, en fin, solo con el limite a lo imposible, cuéntese de todo el esplendor de una juventud maravillosa.

Un buen día, mi amigo Derlando y yo, fuimos al cine “Metro” al estreno en Maracaibo de la famosa película de Silvester Stallone “Rocky” la primerita de todas, nosotros comenzando a desandar caminando por la ciudad, de aquel evento cinematográfico, nos quedó una motivación ejemplar del personaje interpretado por Stallone, su voluntad y disciplina, de más estaría recordar el entramado del tema de dicha buena película, el asunto es que esa misma semana nos empeñamos en comenzar una actividad física de entrenamiento, trotando y haciendo ejercicios físicos para mantenernos en forma durante ese periplo de espera preuniversitaria.

Fue una tarde cuando acordamos encontrarnos en la esquina de la avenida 13A con calle 67 conocida como Cecilio Acosta, en ese punto y del otro lado de la acera, tomamos el bus de la Ruta 6 que nos trasladaría hasta el Polideportivo de la ciudad de Maracaibo, situado por el sector Los Olivos, para ese tiempo existía una estrecha carretera y para nosotros era algo bastante alejado del lugar de nuestras respectivas casas, Derlando residía en la Urbanización Maracaibo y yo en Tierra Negra.

Durante el camino íbamos muy atentos por los sitios por donde apenas era nuestro primer paso, aunque en una ocasión nos trasladaron desde el Colegio en autobús escolar para realizar parte de la barra de imágenes de unos juegos panamericanos, un tema de Michael Jackson cantando en español nos entretuvo mientras aventajados por la distancia, llegamos airosos al Polideportivo, bajamos del auto bus conversando sobre el tema que escuchamos en el bus y yo no podía creer que era Michael Jackson cantando en español, era su canción “Ben” inolvidable después le puse más cuidado al escucharla, algunos decían que se trataba de un ratón llamado “Ben” que en español nada tenía que ver su letra con el original, pero para bien y en la voz de Jackson resultó ser todo un éxito en su momento en Venezuela.

Nos internamos entre el inmenso diamante de concreto del Estadio Luis Aparicio, la Estatua del Grande Liga Zuliano nos observaba, paseándonos por las estribaciones del pavimento que le rodea, entramos a varios locales situados debajo de la tarima del estadio, visitamos las canchas de practica de Judo, Lucha Olímpica y finalmente Levantamiento de Pesas; de todas aquellas actividades deportivas fuimos desechando, el Judo mucha técnica y trancazos, de la Lucha Olímpica mucho sudor y manoseadera entre los jugadores, nos quedamos con las pesas.

Nestor Bracho.
Hoy vive, vía Los Puertos
de Altagracia, como
Cantor y Decimista,
dedicado a la cría y cultivo
en su Conuco. 
Nos presentamos con el entrenador de levantamiento de pesas, bajito y menudo, en nada nos pareció un entrenador de pesas, comentamos, pero bueno echamos para adelante apostando por las pesas, nos presentamos, conversamos con el entrenador, Profesor Néstor Bracho, nos indicó sus reglas, métodos de entrenamiento y los días con sus horas dedicadas a la actividad de su disciplina deportiva. Así fue, al trote sostenido dándole vueltas por seis veces al redondel del estadio, el entrenador Profesor Néstor Bracho nos arengaba: -Vamos chico, tú puedes hacerlo chico… luego nos indicaba una serie de ejercicios de calistenia, después de ese largo calentamiento fue cuando apenas comenzamos el entrenamiento con las pesas, el primer día salimos no molidos, desechos.

De regreso a nuestras respectivas casas, con el agotamiento del primer día de entrenamiento deportivo, caminando y de paso vimos a lo lejos un kiosco de refrescos, al acercarnos una linda morenita lo atendía acompañando a una señora algo mayor, nunca le preguntamos quién era la señora, pero asumimos que era, por su gran parecido, su mamá; en el kiosco además de refrescos, ofrecían un delicioso Guarapo de Limón con Panela, el cual pedimos en lugar de refrescos, pues, qué sentido tenía después de semejante entrenamiento físico beber refrescos con sus químicos, y en verdad el Guarapo resultó realmente especial y exquisito, muy sabroso y refrescante, después hicimos rutina tomarnos el Guarapo, el cual, por ocurrencia nuestra bautizamos como el Guarapo de La Negrita de la Felicidad.

Y en efecto, la empática muchacha siempre sonriente nos atendía con primor a Derlando a mí, nos servía el Guarapo muy alegre y jovial, hasta ñapa nos brindaba al terminarnos el Guarapo, haciéndonos sonrisas en su florecida juventud y en nuestra propia mocedad, total que cada día y al final de la jornada de entrenamiento al paso iniciado, nos decíamos: -Vamos para que la negrita de la felicidad, dada su carita sonriente al feliz momento de la labor deportiva cumplida, calmando el sublime cansancio y nuestra sed.

JLReyesMontiel.






     

sábado, 23 de mayo de 2020

El Entierro.


Cuando era carajito me gustó mucho caminar, jurungar y jugar en el solar del patio, por sí la palabra –solar- resulta incomprendida, trátese en dialecto marabino del lugar más lejano del patio de una casa generalmente inculto (desprovisto de árboles de jardín y frutales), y por lo tanto abierto al Sol y bañado por sus rayos luminosos.

El solar del patio de mi casa quedaba como a una distancia de 40 metros, era el fondo del terreno, cubierto de Abrojos y hierba silvestre, mi casa en otros tiempos era un Hato, cuyos terrenos fue vendiendo mi padre Pascual Reyes Albornoz por parcelas, quedando el amplio espacio que correspondía a nuestra estancia familiar al momento de mudarnos a ella en el año 1965, desde nuestra otra casa situada en el corazón de El Saladillo y frente a la plaza Hermágoras Chávez.

Esta casa, la casa del solar encantado, estuvo situada en la Calle 69A con la avenida 13, No. 12-93 de Tierra Negra, cercana al Colegio San Vicente de Paúl, donde me eduqué y formé mi personalidad, de esta casa, son muchos los recuerdos y querencias, de su patio sembrado primorosamente por mi padre y mi madre, Mangos, Níspero, Guayabas, Limón, Hicaco, Coco, Lechosa, Plátano y Guineo, aparte de las plantas de jardín como Cayena, Berbería, Rosas, Carmelitas, Jazmines, Lirios, y sobre todo un enorme Caucho cuya sobra cobijaba el frente de mi casa.

El límite entre el patio y el solar, lo señaló un enorme árbol de “Ratón” hasta donde llegaba la larga manguera de regar las plantas, mamá interconectaba sus plantas frutales mediante canales en la tierra, abriendo surcos, dejaba la manguera en el tronco de un árbol determinado y el agua seguía su curso tres matas siguientes, igual en el área de las Cayenas que bordeaban el perímetro del patio a lo largo de la cerca de ciclón; yo aprovechaba esos surcos para hacer puentes en mis vías de tierra para jugar con mis carros, solía tomar la pala manigueta y la afincaba sobre la arena mojada, desplazándola firmemente marcando caminos de tierra como trillas, para pasear mis camiones de metal y Jeep, atándoles un cordel de hilaza con los que guiaba por la trilla y como eran pesados mis carros, dejaban sobre la arena humedecida la marca de sus llantas de goma, activando mi precoz imaginación.

Ese árbol o mata de Ratón, tenía muchos años, decía mamá que el Ratón era originario de los tiempos cuando la casa era un Hato, sería por eso cuando al recostarme sobre su tronco, se abrían mis sensitivas emociones, entonces la brisa soplaba más sabrosa y fresca, invitando a quedarse bajo su sombra un buen rato, emanando sus aromas vegetales de pura esencia sanadora, mamá hacía con sus ramas y hojas una aromática infusión con agua hirviendo en una olla, con la cual me daba un baño, refrescando mi piel, sanando erupciones y quemaduras del Sol.

Aquel Ratón dividía el patio, una línea imaginaria trazada por mí partía de su tronco hasta el otro extremo del patio, donde un árbol de Mango, que nunca prosperó y siempre estaba pasmado, servía de punto de enfoque a mi límite del Solar, hasta ahí era mío, pensaba sigiloso, aquí puedo tirar piedras con la honda, jugar a la guerra, lanzar lanzas, flechas, disparar mis pistolas, rifles y ametralladoras, correr sobre un caballo, hacer volar aviones, cohetes, hacer charcos de agua con la manguera, encender silbadores y bombas en navidad y, sobre todo, pensar.

Érase también de mi gusto y cuando carajito, sentarme estratégicamente cada tarde y al ocaso del Sol, al fondo del Solar debajo de un arbolito de Acacia, mirando el cielo infinito, mientras al súbito revoloteo de pequeños murciélagos, se alimentan de diminutos insectos voladores, sentado al pie de la Acacia, fiel compañera que echó raíces y creció solita, nadie la sembró allí pero la lluvia le regó siempre, hasta llegar a ser en sus ramas y hojas la guarida de Iguanas y sus crías; una noche, la magia de la Luna llena me acompañó en una ronda nocturna, entre el claro de la Luna y por sobre las ramas de la Acacia, unas Iguanitas recién nacidas me sorprendieron, sostenidas de las hojas de Acacia me miran con sus ojitos fijos, no huyen solo me miran y las dejé tranquilas, sin arruinar el instante alucinante del feliz encuentro, entre la luz de la Luna, las Iguanitas y yo.

Sobre un cielo hilvanado en su extensión por la noche estrellada, el viento norte espira intenso agitando todo a su paso, la noche fría crispa mis cabellos y sobre mi cara engalana sus aromas lejanos, sobre la cerca de adobes se asoma la arboleda de los patios de las casas vecinas, escucho la vibración de las semillas en sus vainas de las Laras, las nubes alumbradas por la Luna, desfilan serenas surcando la bóveda nocturna, describiendo fantasmales figuraciones por entre las ramas del turbado Ratón, inundando de visiones mis propios miedos, y como “Duque” nuestro perro me acompaña, envalentonado disfruto de mi espacio, de mi solar resplandeciente por el claro de la Luna, la inquietud pasa pasajera del tiempo, disfruto y me entretienen los sonidos propios de la noche, con sus grillos invisibles entre las sombras proyectadas sobre la hojarasca.

Otros miedos ahora me inquietan, pero, pero la esperanza nace con mis recuerdos al brillo del Sol y de su Luna, cada noche me duermo mirando por mi ventana la solitaria Estrella de la Mañana en el cenit nocturno que ahora me acompaña, a la zaga quedaron sepultados los años de mi infancia y al pie del tronco de la Acacia del solar, misteriosa y solitaria, como testigo del febril entierro, cuando dentro de la Lonchera escolar, dejé una carta despidiendo mi infancia, junto a tres carros, una estación de gasolina y un Zorro sobre su caballo.

JLReyesMontiel.






     

sábado, 11 de abril de 2020

Sobreponerse.


Palabra constante en el oportuno consejo de mi madre, ante la debilidad, postración y adversidad, sobreponer la voluntad, para superar los embates a la integridad personal y emocional, conservarse fiel en concordancia con la verdad, aquella que deviene de la naturaleza, del sentido común y de una sólida formación Cristiana.

También me decía: -El mejor consejo es el de sí mismo. Respecto de aquello o aquellos que en lugar de dar un buen consejo, tratan de instigar, pervertir, enviciar, manipulando frustraciones y complejos, enlodando la personalidad y profundizando las carencias emocionales y afectivas.

La adolescencia es una etapa existencial sumida en un laberinto físico y mental, el desarrollo biológico del cuerpo le imprime sensaciones, estimulaciones y pasiones, que deben ser canalizadas con sentido de superación física y crecimiento emocional, y todo depende del entorno donde esas experiencias de cambio de niño a hombre o de niña a mujer se desarrollen.

Un entorno familiar normalmente adecuado a los valores antes citados, es garantía de un desarrollo emocional feliz y provechoso, lo contrario es de todos conocido las consecuencias y no merece otro comentario; de tal modo es vital y necesario destacar y discernir cuales son esos valores que le sirven de marco al comportamiento humano, sobre todo hoy día, cuando es evidente una generación que se está levantando con vista a valores degradados, aparentes y promovidos por una sociedad cada vez más alejada de las leyes de la naturaleza.

El filósofo francés Juan Jacobo Rousseau exponía que lo que es natural no puede ser hallado entre los depravados, el hombre es bueno por naturaleza, pero finalmente actúa mal, incomodado por la sociedad que le corrompe; en el estado natural el hombre, es comunicativo, sin preocupaciones y sin conocimiento del mal, el hombre silvestre, ajeno a toda guerra y ataduras, inocente, como un niño, lo que define Rousseau como “Un buen salvaje” en paz y en concordancia con la naturaleza, en contraposición con el hombre mundano, definido por el filósofo como “Un hombre histórico” que ha perdido la bondad original, convirtiéndose en un ser vil, egoísta, depravado, lleno de odio, en suma es un ser degenerado.   

Este hombre histórico, no muestra por convencionalismos su degeneración, la cual ha de enmascarar, de ocultar su maldad, su egoísmo y sus pasiones más bajas, adoptando un comportamiento social, cortesía y retórica, mediante técnicas de apariencias, enmascarando odios, temores, traiciones, todo aquello que adoptamos en una formación de trato social dirigida a crear moldes sociales, más no ha promover al hombre natural, esa mascarada de una falsa educación, termina por no reconocer la degeneración humana y la corrupción, es más, impide que el ser humano avance hacia estamentos superiores en una sociedad más equilibrada social, emocional y justa, pues consolida intereses tales como la riqueza y el poder, aspectos que son ajenos a una existencia en el estado natural del hombre.

Hoy día, el hombre ha roto los viejos paradigmas, pero solo para degenerarse aún más, los convencionalismo sociales se han trastocados, por una liberalización de las más bajas pasiones, para preservar los viejos intereses de la riqueza y el poder, incluso con prevalencia del oportunismo y la corrupción por sobre el trabajo creador y de la opresión como sustentador del poder omnímodo, sobre todo en los regímenes totalitarios; hoy el consumismo y el hedonismo esclaviza más que las antiguas cadenas, por otra parte, hoy la cortesía y la retórica sirven más que nunca a la astucia del hombre en sociedad y al ejercicio de una política demagoga, embaucando al hombre natural, oprimiéndolo entre los asaltos de la malevolencia y la explotación sexual de toda especie, desenmascarando y desatando las aberraciones más censurables por el otrora convencionalismo social, que en el pasado se reprimió con disimulo, pero develadas en el presente con el descaro más absoluto, haciéndoles promover como aspectos que le son naturales al comportamiento humano, y justificándolos en el marco de una sociedad que se las cree, enarbolando banderas de género, feminismo y homosexualidad.

Al hombre natural, justo y honrado, solo le queda “sobreponerse” mantenerse firme en la fe, preservar con su propio ejemplo a las nuevas generaciones, mediante su propia experiencia existencial y mostrar sus frutos; y a los jóvenes, escuchar las voces interiores de sí mismo, mirándose a sí mismo, asumiendo la tarea de discernir entre el bien y el mal, lo que es natural y lo que es simple y llana degeneración antinatural.

JLReyesMontiel.






          

domingo, 29 de marzo de 2020

La Vaquera de tío Manuel.

María Trinidad
Montiel Fuenmayor de Briñez 

En la vieja libreta de registro familiar de Mamá Carmela, aparece como fecha de bodas de mi tía María Trinidad Montiel Fuenmayor y Manuel Briñez Valbuena el 19 de Marzo de 1924, mamá había nacido el 10 de Junio de 1922, entonces quiere decir que mi abuela Mamá Carmela, criaba en brazos a mi madre con sus dos años de edad, durante aquellas celebraciones matrimoniales y como acontecimiento familiar, ese mismo día, contrajeron nupcias mi otra tía, María Lourdes con Pedro Briñez Valbuena, es decir, ese día de San José, se casaron por la iglesia Católica Apostólica y Romana,  dos hermanas con dos hermanos, María Trinidad y María Lourdes, hijas de mis abuelos José Luis Montiel Villalobos y María del Carmen de los Ángeles Fuenmayor Cárdenas, con los hermanos Manuel y Pedro Briñez Valbuena, respectivamente.

Tiempo después, la estancia familiar del Hato “San Luis” siguió desarrollando su actividad agrícola y cría de ganado mayor y menor, mis abuelos Mamá Carmela y Papá Luis, después de mi madre Carmen Domitila, engendraron a tío Aurelio Lubín el último de mis tíos, hermanos de mamá, es decir la zurrapa de mis abuelos;  por su parte mis tíos Trina y Manuel, Lourdes y Perucho, formaron sus hogares y tuvieron muchos hijos, tía Trina y Manuel, entre hembras y varones engendraron a mis primos hermanos Aura Albertina, Ángela Adela, Ana Angelina, Ana Aurora, Amalia Rosa, María, Manolo, Enrique, Antonio, Carlos Alberto y Fernando; tía Lourdes y Perucho engendraron a Lula, Mariita, Chucho, Carmencita, Francisco, Pedro, Guillermito y Bernardita, en ese orden un poco más o menos.

Me voy a detener algo más respecto de mis tíos Trina y Manuel, de la rama familiar Briñez Montiel, dedicado a su trabajo tío Manuel, me contaba mi prima Esperanza Perozo, nieta de mis tíos e hija de Ángela Adela y Lucas Perozo.

Manuel Briñez Valbuena
Relataba mi prima, como le contaba su abuela, mi tía Trina, sus primeros años de vida matrimonial, su esposo Manuel Briñez, se dedicó durante un tiempo a elaborar Chocolate de manera artesanal, constituyendo una fábrica de chocolate, como fondo de comercio, actividad ésta que desempeñó hasta afrontar la competencia del Chocolate industrializado en Venezuela, que monopolizó el mercado nacional.

El asunto de la actividad laboral de tío Manuel, la asumía muy en serio y era una persona en extremo muy ordenado, planificado y organizado en sus tareas, pues su disciplina y responsabilidad era de cuidado, muy considerado y de alta estima entre amigos, relacionados y público en general.

Más adelante tío Manuel, se dedicó a la actividad de cría de Gallinas ponedoras y producción de leche vacuna, labor empresarial ésta que desempeñó en el amplio patio de su casa de habitación familiar, para tales fines, el mismo se instruyó autodidácticamente, estudiando un Libro de Especificaciones Técnicas para la construcción de Gallineros y Vaquera, pues estaba bien dispuesto a dedicarse a la producción de Huevos y Leche para el consumo humano; los gallineros y la vaquera, fueron construidos por el mismo tío Manuel, siguiendo las especificaciones de medidas y espacios, sanidad y ubicación, tanto de los Gallineros y dispensadores de Huevos, como de las Vaqueras, sitio de ordeño, almacenamiento y embazado, así como de la distribución de sus productos, todos estos datos aportados por el Manual Técnico antes comentado.

En aquellos años de la primera mitad del siglo XX, cuando una ciudad de Maracaibo en pleno progreso se dibujaba en el horizonte de nuestra región Zuliana, se establecieron dentro de su perímetro urbano las colonias de empleados extranjeros de la industria petrolera, en su mayoría de nacionalidad estadounidense, que recién comenzaban sus actividades de exploración, perforación y extracción del preciado hidrocarburo.

Dichas colonias de extranjeros, estadounidenses e ingleses, se convirtieron por la calidad de los huevos y leche comercializada por tío Manuel en sus asiduos consumidores, pues la calidad de sus productos fácilmente conquistó su mercado, y no podía ser de otra manera, si tío Manuel seguía un riguroso tratamiento productivo y alimenticio de Vacas y Gallinas, exigiendo a sus empleados Wayuu seguir siempre las normas de calidad e higiene preestablecidas en el susodicho Manual Técnico, tanto para la producción de leche embazadas en botellas de vidrio, como para la recolección de los ricos y enormes Huevos de Gallina, a los cuales les colocaba su sello de garantía en tinta con sus iniciales “MB” huevo por huevo.

Mamá al centro vestido estampado, rodeada de sus sobrinos Briñez Montiel
en la majada del Hato "San Luis"

Todo marchaba a la orden del día para tío Manuel, hasta que la afrenta de la envidia y el resentimiento solapado de alguien, seguramente competidor del mercado, subrepticiamente mandó a un sobornado y cobarde ejecutor, a sabotear la leche en sus contenedores de aluminio, aplicándole algún agente de descomposición orgánica, toda la producción se perdió, como decimos en Maracaibo se puso piche y cortada, lo cual produjo en tío Manuel un arranque de furia incontenible, lanzando al suelo toda aquellos barriles de aluminio y su contenido.

Después de aquel adverso incidente tío Manuel, muy decepcionado, dejó el negocio de los huevos y la leche, y hasta aquí llega mi cuento de este día, como parábola de la maldad de los hombres, de algunos por no generalizar, que nunca perdonan el éxito, la honra y disciplina del trabajador y sobre todo del padre de familia abnegado.

JLReyesMontiel.






        

lunes, 3 de febrero de 2020

Las Conchas del Plátano.

Mis Tajadas de Plátano Amarillo,
"amarillo" ojo de Garza con eso.
Cómo nos ha cambiado la vida a los Zulianos,
cuando una forma de dialecto ancestral se anula
por relacionarlo con aquel títere tirano.  

Reciente pelaba las conchas de unos grandes y hermosos Plátanos amarillos, de esos de exportación, tan bellos como aquellos que muy cuidadosamente cultivan en Santa Bárbara del Zulia, pero éstos otros Plátanos, según y que los traen importados a Chile de la República del Perú.

Dispuse embadurnar de aceite un Sartén, para saltear y cocinar lentamente a modo de horno las tajadas de Plátano cortadas a lo largo para rendirlo, pues acá en este bello país austral es un producto agrícola algo costoso, pues como indiqué es traído de tierras incaicas, sin embargo, no resulta tan costoso si lo comparamos al valor de nuestros Plátanos en nuestra ciudad de Maracaibo, siendo el Zulia la región platanera por excelencia.

Recordando mi ciudad natal y sus buenos plátanos zulianos, terminé de colocar las tajadas sobre el Sartén colocándole sobre sí su respectiva tapa, hecho esto lo demás fue voltear y dorar las tajadas hasta su cocimiento total, quedando lindas y bellas, sabrosas y conservando toda la sustancia del pan a la hora del almuerzo de todo buen Maracucho, Zuliano de corazón.

Serví las tajadas de Plátano sobre un blanco plato para resaltar el rico manjar Zuliano, Rey de la mesa Marabina a la hora del almuerzo, dejándolo sobre la mesa para esperar la hora del almuerzo para el cual preparé un arroz con Longanizas secas, al modo del Jamón Serrano español, acá en Santiago le dicen a sus Chorizos “Longanizas” éstas que compré el día de ayer, las dejan secar al libre ambiente colgadas sobre los mostradores en ciertos abastos adquiriendo un sabor especial entre ahumado y medio rancio, como el añorado buen queso de año, el asunto fue y el motivo de este relato, cuando me tocó desechar a la basura las conchas del Plátano, se me saltaron las lágrimas del sentimiento, me acordé cuando las reservaba para hacer con ellas a modo de carne mechada, tiritas de Plátano sazonadas con sal, pimienta y aliños y salteadas  con Tomate, Ajo y Cebolla, y rellenar las arepas o el pan de la cena de ese día.

Sí, antes de venirme a Chile, en casa preparaba la Carne Mechada de Plátano, pues la carne había adquirido ya precios inalcanzables, así los Plátanos más económicos sin dejar de estar costosos en comparación a otros buenos tiempos, cuando por una moneda de Bs. 1,oo te vendían una docena de buenos y grandes Plátanos, y los llevabas a casa hecho el mandado al Abastos del señor Antonio o de que la señora Menena, donde los tenían a granel y por montones.

Ya para la fecha de mi salida de Venezuela, los tenían de a cuatro Plátanos por BsS. 10.000,oo, ni hablar de la Yuca, tubérculo que será motivo de otro relato de esos días tristes pero de un gran crecimiento espiritual y moral.

Cuando era muchacho, en aquellas soleadas tardes de vacaciones de Julio y Agosto, cuando el apetito pegaba producto de mis correrías y juegos infantiles en el inmenso patio de mi casa, solía tomar de la Alacena un Plátano amarillo, lo cortaba en tiras de tajadas, para freírlos al aceito en el viejo Sartén de la cocina, rayaba queso de año y lo acompañaba con mis friticas de Plátano servidas sobre un plato de Peltre; en ese entonces, tiraba las conchas del Plátano a la basura, muy a pesar de ser también un tiempo de ausencias y carencias pues mi padre murió apenas unos años antes, sin embargo la comida no faltó nunca en casa, pues mamá se las arreglaba con las rentas de las casas que papá nos legó como patrimonio familiar; en aquel tiempo mi único pensamiento era jugar y jugar, ver televisión y visitar a mis padrinos y abuela en El Cristo, su residencia familiar, jugar con mis primas y primos, simplemente pasarla bien.

Total, ahí tengo las conchas al hervor en una Olleta tapada, sancocharlas hasta ablandar, luego se dejan enfriar y se cortan con un cuchillo en tiritas al modo de las tiras de la carne mechada, lo cual resulta muy fácil, pues las conchas de Plátano tienen a lo largo unas hilachas facilitando su desgarre, yo suelo hacerlo con un tenedor sobre una base de madera para cortar, fijando el tenedor de arriba abajo y rasgando la concha perfectamente quedando la hilacha bien cortadita; finalmente se sazonan al gusto, como lo deseen y con lo que tengan en la despensa, para saltearlas con poco aceite vegetal sobre un Sartén.

Esta tarde rellenaré mis arepas con Carne Mechada de Concha de Plátano, para la cena de este día de este mes de febrero del año 2.020,  no quiero perder la memoria de dónde vengo y a donde quiero llegar, hago un balance de mis metas y aspiraciones personales y familiares, para algún día regresar a mi tierra, bien sea liberada o yo como un hombre libre, pero es mi deseo sembrarme en polvo sobre su basta geografía, donde mi padre me engendró y mi madre me parió, mi tierra pura y sacrificada, situarme en ella para la eternidad.

JLReyesMontiel.






   

sábado, 11 de enero de 2020

El Lenguaje de las Palomas.


Sentado sobre esta banca de este soleado y arbóreo Parque de esta ciudad de Santiago, medito mientras comparto mi vaso de maíz salteado con unas Palomas reunidas entorno a mis pies; los caminantes por algún parque de alguna ciudad del mundo, observarán las mismas palomas en aquel sitio y también serán las mismas Palomas en cualquier otro lugar del orbe terrestre, echándole las briznas de maíz me figuro los granos de maíz saltando dentro del caldero al fuego vivo, explotando en níveos tules su contenido vital, en Venezuela mi país natal, les llamamos “Cotufas”, en España les dicen “Palomitas” y acá en este país de Chile “Cabritas”, tres denominaciones para un mismo cereal tan común y popular en cualquier sala de cine de cualquier lugar del mundo.

Esta palomita no formó parte del escrito original en el concurso,
se agregó a esta nota para El Libro de Apuntes, el cual firme
con el seudónimo empleado como concursante.

No así las Palomas, ellas hablan un solo idioma en su gorjeo, aquí o allá, en todas las plazas de la extensa geografía terrestre, dejando en su vuelo la estela sonora al ritmo del viento de su aleteo frenético, son las Palomas en su vuelo, en su danzar en el suelo emiten el zureo de su ceremonioso cortejo en su engalanado buche de plumas abultado. Taciturno pienso, sentado en esta banca de este parque, de esta ciudad que me acoge con sus mil colores de florecida y verde primavera, acompañado por las Palomas, en este instante de naturaleza y recogimiento místico, compartiendo con ellas mis “Cotufas” “Cabritas” o “Palomitas” como se llame no es lo importante, es tan solo maíz salteado en el caldero al fuego vivo y exhibiendo sus blancos tules como alimento, entonces medito, que lo importante es reconocer las cosas más sencillas y simples que nos regala la vida, como estar mirando en el parque las Palomas a tu alrededor esperando le des algo de aquel sustrato de alimento, es un momento que como pan de vida te llena el alma.
Trasciendo la dimensión de este espacio que me retiene, en mi pensamiento llego etéreo a mi casa, hasta mi ciudad donde nací, frente al mesón del patio y a la sombra de mi árbol favorito, allí donde fueron los plácidos domingos en alegre reunión familiar, donde estuvieron los abuelos, mis hijos, mi esposa y yo compartiendo los mejores instantes de esparcimiento, hoy día solo quedan vestigios aquilatados entre sus muros, entre las puertas y ventanas cerradas, sobre las baldosas impregnadas de las sombras de aquellos días bonitos, ahora solo existen entre sus paredes danzantes espíritus penitentes ante el peregrinar de los fantasmas de nuestros difuntos familiares, deambulando los corredores de aquel hogar bendito, de nuestra casa.
Vuelvo en sí, trascendido de mi alucinante viaje a la realidad de este maravilloso entorno que me rodea, debajo de estos otros árboles a cuyo sombra me cobijo, sentado como estoy en esta banca de este parque, en esta ciudad que me abraza y me besa cada mañana con su cambiante clima, con sus brisas bajando desde sus altas montañas y entre el inmenso Océano Pacifico, es todo un colorario de horizontes esta tierra que de la mañana a la tarde penetra con su luz la noche, con su Luna y sus estrellas todas juntas enclavadas en un inmenso cielo.
Ahora este es mi paisaje, nada ha cambiado, no son otros los hombres, es una misma humanidad toda hecha de sangre y sudor enarbolada, somos como Palomas en un parque de alguna plaza de cualquier sitio del mundo, solo que hasta ahora no hablamos el mismo lenguaje, cuando sepamos ser Palomas en su único vuelo, serán entonces, dignificadas las Palomas al clamor de todos los bardos, en sus prosas consagradas a la augusta presencia de la paz del mundo.
Abraham Puertas.