domingo, 8 de junio de 2014

El Doctor Venerable.

El niño José Gregorio Hernández
Entre beatos y los ya canonizados santos de la devoción Católica, Apostólica y Romana, destaca el  decretado por el entonces papa hoy San Juan Pablo II “Venerable Venezolano  Dr. José Gregorio Hernández Cisneros”.

El Doctor José Gregorio Hernández, como devotamente lo llama su pueblo amado, fue un eminente hombre de ciencia, pues egresado de la Universidad Central de Caracas, con el título de médico, continua estudios en París y Berlín sobre microbiología, patología, bacteriología, histología y fisiología experimental;  al regresar a nuestro país se dedica a la docencia en su Alma Mater trajo de Europa entre abundante bibliografía científica y otros instrumentos médicos el primer Microscopio a Venezuela,  aquel muchacho trujillano quién a sus 13 años manifestó a su padre, Benigno María Hernández Manzaneda, su inclinación por los estudios de Derecho, pero su padre le infundió su carrera de médico.

Este hombre de ciencia fortalecía su condición científica con un profundo humanismo cristiano, inspirado por su formación del hogar entre su devoto padre y su madre Josefa Antonia Cisneros Mansilla, quienes otorgaron los carismas de la fe y el amor por la humanidad que llevo sembrada en su conciencia el eminente hombre Venezolano.

Su vida y obra, es un ejemplo de voluntad y esperanza, sobre todo en tiempos de tanta deshumanización, retomar esos valores de bondad y servicio a la comunidad y al hombre, sin que por eso perdiera su decoro personal, pues quién desconoció en su tiempo el profesionalismo y espíritu de servicio social del médico de cabecera del pueblo.

1917 Nueva York.
Recuerdo desde niño, como en el retablo de oración de Mamá no podía faltar aquella semblanza piadosa y característica del Dr. José Gregorio Hernández, paradito con su traje negro impecable, antebrazos y manos detrás de su cuerpo, con su mirada que diluía el corazón, recuerdo también su historia novelada en la Radio, mientras mamá hacía el almuerzo y yo muchacho jugaba sentado en la mesa del corredor de la casa, escuchaba sus historias, llenas de bondad y fe cristiana incondicional.

La existencia humana, a veces alegría a veces tristeza, pero para el Cristiano esta la esperanza, aquella que reina en la oración y en su encuentro con Cristo Jesús, cuando en la mesa falta el pan, y la escritura te dice no solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que baja del altísimo.

La vida es fe y amor, un camino por recorrer,  este es el mensaje del Dr. Hernández, un mensaje de esperanza y de amor, de caminarse la vida con una voluntad de acero, con hidalguía, servir para sentirse servido y útil, ese es el mensaje, la vida es un periodo de tiempo, un intervalo de existencia, en la inmensa línea recta de la cotidianidad, donde solo quedan los recuerdos y lo aprendido, lo vivido y el ejemplo de nuestra existencia, cuánto vale cuanto tienes, dicen la venalidad de los de efímero pensar, cuanto vales cuanto hiciste, profesan los ricos de corazón, el Doctor Hernández, además de médico y científico, docente e investigador, fue un poliglota hablaba inglés, francés, alemán, italiano, portugués y latín, era además músico, filósofo y atesoraba profundos conocimientos en Teología, además era Sastre, el mismo se hacia sus trajes.

Fotografía de un un joven José Gregorio Hernández
a comienzos de su apostolado como médico, investigador
y estudioso de las enfermedades endémicas venezolanas de entonces.
La vida del venerable Dr. Hernández es sobrecogedora, de constante búsqueda lo lleva desde Isnotú su pueblo natal en el Estado Trujillo a Caracas, luego a París y Berlín (1889), Nueva York y Madrid (1917), el muere trágicamente, un 29 de junio del año 1919, había nacido el 26 de Octubre de 1864, nos deja sus 55 años de fructífera vida, buscando su camino, llegó a consagrarse a  la vida religiosa como monje cartujo (1908), una de las mas severas y estrictas ordenas religiosas, pero su guía espiritual lo encaminó y le señalo que más falta hacía a sus hermanos en Cristo, quienes por él esperaban en aquel su lejano país tropical.    



José Luis Reyes Montiel.

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