El niño José Gregorio Hernández |
Entre beatos y los ya canonizados santos de la devoción Católica, Apostólica y Romana, destaca el decretado
por el entonces papa hoy San Juan Pablo II “Venerable Venezolano Dr. José Gregorio Hernández Cisneros”.
El Doctor José Gregorio
Hernández, como devotamente lo llama su pueblo amado, fue un eminente hombre de
ciencia, pues egresado de la Universidad Central de Caracas, con el título de médico,
continua estudios en París y Berlín sobre microbiología, patología, bacteriología,
histología y fisiología experimental; al
regresar a nuestro país se dedica a la docencia en su Alma Mater trajo de Europa entre abundante bibliografía científica y
otros instrumentos médicos el primer Microscopio a Venezuela, aquel muchacho trujillano quién a sus 13 años
manifestó a su padre, Benigno María Hernández Manzaneda, su inclinación por los
estudios de Derecho, pero su padre le infundió su carrera de médico.
Este hombre de ciencia fortalecía
su condición científica con un profundo humanismo cristiano, inspirado por su
formación del hogar entre su devoto padre y su madre Josefa Antonia Cisneros
Mansilla, quienes otorgaron los carismas de la fe y el amor por la humanidad
que llevo sembrada en su conciencia el eminente hombre Venezolano.
Su vida y obra, es un ejemplo de
voluntad y esperanza, sobre todo en tiempos de tanta
deshumanización, retomar esos valores de bondad y servicio a la comunidad y al
hombre, sin que por eso perdiera su decoro personal, pues quién desconoció en
su tiempo el profesionalismo y espíritu de servicio social del médico de
cabecera del pueblo.
1917 Nueva York. |
Recuerdo desde niño, como en el
retablo de oración de Mamá no podía faltar aquella semblanza piadosa y característica
del Dr. José Gregorio Hernández, paradito con su traje negro
impecable, antebrazos y manos detrás de su cuerpo, con su mirada que diluía el corazón, recuerdo también
su historia novelada en la Radio, mientras mamá hacía el almuerzo y yo muchacho
jugaba sentado en la mesa del corredor de la casa, escuchaba sus historias, llenas de bondad y fe cristiana incondicional.
La existencia humana, a veces alegría a veces tristeza, pero para el Cristiano esta la esperanza, aquella que reina en la oración y en su encuentro con Cristo Jesús, cuando en la mesa falta el pan, y la escritura te dice no solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que baja del altísimo.
La vida es fe y amor, un camino
por recorrer, este es el
mensaje del Dr. Hernández, un mensaje de esperanza y de amor, de
caminarse la vida con una voluntad de acero, con hidalguía, servir para
sentirse servido y útil, ese es el mensaje, la vida es un periodo de tiempo, un
intervalo de existencia, en la inmensa línea recta de la cotidianidad, donde
solo quedan los recuerdos y lo aprendido, lo vivido y el ejemplo de nuestra existencia,
cuánto vale cuanto tienes, dicen la venalidad de los de efímero pensar, cuanto
vales cuanto hiciste, profesan los ricos de corazón, el Doctor Hernández, además
de médico y científico, docente e investigador, fue un poliglota hablaba inglés,
francés, alemán, italiano, portugués y latín, era además músico, filósofo y
atesoraba profundos conocimientos en Teología, además era Sastre, el mismo se
hacia sus trajes.
La vida del venerable Dr. Hernández
es sobrecogedora, de constante búsqueda lo lleva desde Isnotú su pueblo natal en
el Estado Trujillo a Caracas, luego a París y Berlín (1889), Nueva York y Madrid
(1917), el muere trágicamente, un 29 de junio del año 1919, había nacido el 26
de Octubre de 1864, nos deja sus 55 años de fructífera vida, buscando su camino,
llegó a consagrarse a la vida religiosa
como monje cartujo (1908), una de las mas severas y estrictas ordenas religiosas,
pero su guía espiritual lo encaminó y le señalo que más falta hacía a sus
hermanos en Cristo, quienes por él esperaban en aquel su lejano país tropical.
Fotografía de un un joven José Gregorio Hernández a comienzos de su apostolado como médico, investigador y estudioso de las enfermedades endémicas venezolanas de entonces. |
José Luis Reyes Montiel.
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