El mensaje más hermoso de la Navidad estriba en la humildad y la sencillez del
espíritu, del goce extremo en las cosas más sencillas y en lo pequeño para
hacer las cosas grandes, el goce en la contemplación y la exaltación del alma
por sobre el materialismo que al final se acaba al trascender el hombre como
cuerpo celestial.
La
trascendencia humana esta mucho más allá de los problemas terrenales, de sus
conflictos, propiciados por su mismo egoísmo y soberbia, quienes no reconocen
sus propias culpas no pueden lanzar tampoco la primera piedra a los problemas
de la humanidad entera, en todos los casos cada país afronta sus problemas unos
más que otros en el ámbito de sus valores y necesidades, pero éstos solo se
superan en la misma medida de la capacidad de sus ciudadanos de afrontarlos con
dignidad moral en el ejercicio de una ética social concordada.
Sin
ese sentido esencial de pertenencia y sin el ánimo de hacer las cosas nuevas no
puede haber regeneración nacional, cuando las crisis sociales tienen sus raíces
en las mismas bases morales de una nación, ésta se encuentra irremisiblemente
trabada en sus posibilidades de alcanzar soluciones efectivas al menos dentro
de un mediano plazo, sino a largo plazo cuando las potencias honradas en
reserva afloran redentoras de las cenizas de los pueblos.
Ya
lo decía José Martí, cuando los pueblos pierden su decoro… “Hay hombres que
viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía
cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de
haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz.
Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay otros que tienen en sí el decoro de
muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que
les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro.
En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad
humana. Esos hombres son sagrados”.
Padecer
en agonía viendo como los hombres viven su indecente falta de decoro no es una
condena eterna, así como la vida busca siempre su plenitud, el hombre honrado
debe buscar en sus raíces las fuentes regenerativas de su existencia, y
mientras aquellos otros hombres honrados viven su propia existencia al margen
de la opacada realidad que les circunda y limita, su felicidad debe hallarse
realizada en la plenitud de luz de su vida apegada al decoro necesario que los
distingue de aquellos otros hombres viles y malvados.
En
este tiempo de Navidad la adversidad económica no debe ser un tema que
oscurezca este período hermoso del año, pues su trascendencia y significación
está muy por encima de las crisis humanas y su entorno, guerras, rebeliones,
hambrunas, enfermedad y muerte, solo es un aspecto, lamentable, doloroso,
sangriento, un crimen terrible para la humanidad, pero esa realidad que es del
mundo y no solo de nuestro país es un signo de estos tiempos marcados por la
decadencia de la conducta humana.
El
hecho que ahora toque esa crisis a nuestra querida Venezuela y nos afecte en lo
personal, familiar y de amigos, no significa que vivamos amargados y entristecidos
por las carencias materiales, de comida y afectivas ante la ausencia de seres
queridos, ese hecho palpable y sentido debe ser motivo de reflexión de búsqueda
y reencuentro con nosotros mismos para avanzar adelante, para superar con goce
extremo el día a día, porque a cada día basta su afán y el sentido de la vida cristiana
cuando se vive militante y frugal, es una felicidad que solo místicamente se
puede sentir y existir con la convicción plena de conocer y entender el mensaje
y el misterio de la Navidad de El Señor Jesucristo en un Pesebre en Belén de
Judea, rodeado de humildad y sencillez.
JLReyesMontiel.