sábado, 3 de diciembre de 2022

Muchachadas Decembrinas del Colegio.

En esta época decembrina, hacer explotar fuegos artificiales era toda una tradición que se iniciaba a temprana edad, y terminaba incluso un poco más allá de nuestra adultez, cuando carajitos salíamos en grupo de amigos por aquellas calles de la vecindad, lanzando Cohetes y Tumba Ranchos, Recamaras y Silbadores, también las famosas Cebollitas; los llamados Cohetes eran pequeños receptáculos de pólvora prensado en papel con una mecha sobresaliente, los que se encendían con fósforos; los Tumba Ranchos, eran un poco más grandes, elaborados del mismo modo, pero al tener mayor cantidad de pólvora su resonancia de onda explosiva era más fuerte; las Recamaras, eran varios Cohetes entrelazados que terminaban en un Tumba Rancho, uno encendía la mecha y salía corriendo, pues empezaba una secuencia tremenda de explosiones hasta terminar en el bombazo del Tumba Rancho.

Las Cebollitas y los Silbadores, resultaban más benévolos en su explosión al ser encendidos, las Cebollitas era pólvora encapsulada en papel cebolla, mezcladas con piedritas diminutas o grada, que por reacción alguna sustancia química, al tirarlas contra el piso, reventaban en pequeñas explosiones fulminantes, pero las piedritas pegaban ciertamente entre las piernas.

Los Silbadores, por su parte, era un cilindro de cartón el cual terminaba en una mecha, que al encenderla salía disparado volando en círculos sin rumbo fijo, haciendo un silbido por la velocidad y el aire al friccionar su cabeza hueca, resultando si bien entretenido, no menos peligroso, porque de caer en una cortina u otro material inflamables, señores buenas noches, el daño era inminente.

Los preferidos por mi grupo de amigos, eran los Cohetes y las Cebollitas, por su costo y mayor seguridad al encenderlos, pues a las mechas de los Cohetes, le hacíamos un raspado de su pólvora, para atemperar su tiempo de explosión y darnos chance de retirarnos a cierta distancia, pero siempre había alguno que no le colocaba el tiempo, como decíamos, y explotaban al lanzarlos al aire.

Las Cebollitas, como dije, explotaban al tirarlos contra el piso, como era época decembrina, solíamos llevarnos una buena cantidad de Cebollitas al Colegio, y lanzárnosla entre los pantalones de nuestros compañeros, unos contra otros, echándonos bromas entre sí, hasta que nos casaba la mirada de algún Padrecito Paúl, se nos terminaba la fiesta de Cebollitas, haciendo filas antes de entrar al salón de clases.

Recuerdo las explosiones rimbombantes de Tumbas Ranchos, en la Rampa del Colegio, aquella generación del San Vicente de Paúl, recordará con cierta nostalgia, la Rampa, y en especial ésta época de aires navideños; ciertas compañeros, tremendos de verdad, hacían explotar éstos artefactos cuando todos estábamos en clases, aprovechando alguna hora libre durante la mañana o las tardes, en ese entonces, teníamos doble horario, mañana y tarde, y el tiempo transcurría tan lento, como que hasta tiempo nos daba al mediodía, para hacer alguna tarea pendiente del día anterior, increíble hoy día.

Recuerdo aquellas fuertes explosiones de la Rampa del Colegio, eran estruendosas de verdad verdad, su onda expansiva hacia vibrar los ventanales de vidrio de las aulas de clase, y los profesores y sacerdotes, no les quedaba más que apretarse los labios, entre el murmullo de nuestras risas, pues ¡Ay! del que lanzara una carcajada, sin embargo, aquel murmullo era más respeto, que temor o miedo a nuestros preceptores y maestros, de eso si estoy seguro.

Un buen día de clases, por cierto, de Moral y Cívica, materia de formación ciudadana vital, indispensable y necesaria, con la profesora Elida, docente decana del honorable Colegio San Vicente de Paúl, a la cual respetábamos mucho nosotros los compañeros de clases; aquel día, yo portaba por supuesto, mi buena cantidad por ración de Cebollitas en el bolsillo de mi camisa de uniforme, recuerdo, pantalón beige de kaki y camisa azul marino; a mi lado estaba mi compañero Rafael Vera, a quien le decíamos “Pepe Grillo” por lo grilluo, sin más por decirle así, me lanzo un puñetazo con su mano, pero sacándole el cuerpo, pego su mano fue en el área de mi bolsillo, donde tenía las Cebollitas, explotando las inconmensurables Cebollitas dentro del salón y todas juntas, vaya que sonaron de lo más sabroso.

La profesora Elida, elevó su mirada por entre la parte superior de sus anteojos: - ¿Quién fue? Pregunto… Silencio total, realmente fue sorpresivo, solo atinaron a vernos los compañeros que estaban alrededor de Vera y yo, los demás estaban escuchando la clase, - ¿Quién fue? Repitió la profesora Elida, a lo que Vera dijo, Reyes me llamó “Pepe Grillo” y yo le dí un puñetazo profe, volvió a inquirir la profesora: - ¿Aja y eso que tiene que ver con la explosión?  Vera: -Reyes tenía el bolsillo de su camisa lleno de Cebollitas y explotaron profe, la profesora Elida: - ¡Aja Reyes! Usted es de los que tira la piedra y esconde la mano. Afortunadamente por mi buena conducta, la profesora Elida no me envío a firmar el famoso Libro de Vida con el Padre Luis Moreno. Después de esa experiencia, no llevé al Colegio más Cebollitas.

JLReyesMontiel