Unos años antes de partir como cuerpo celestial, tía Espíritu le obsequió a mi esposa Mercedes una moneda conmemorativa de Juan Pablo II como Papa de la Iglesia Católica y un Rosario de color púrpura.
No constituyen ciertos objetos en sí mismos valiosos por su valor material, sino más bien por el significado intrínseco de ellos, por los que son representativos del afecto de las personas y de la inspiración que motiva poseerlos con la querencia y el recuerdo de nuestros seres queridos.
Una inspiración que se constituye en factor de fe y compromiso consigo mismo y con la familia, de unión y amor perdurable e inextinguible en el tiempo, con la convicción de nuestras tradiciones cristianas que consolidan nuestra personalidad y mediante ella ser ejemplo a los hijos y a quienes nos rodean.
No se puede exigir otra conducta que aquella con la cual manifiestas tus aptitudes ante la vida, quizás por ello Jesucristo hace mención en su parábola de las semillas aquello de sembrar en tierra fértil, así como tampoco puedes pedirle peras al árbol del Olmo, las personas deben dar mediante su propio ejemplo aquellas muestras de militancia de las convicciones que pregonan para que los otros emulen y modelen sus talentos.
Jesucristo mismo dio su vida por nosotros y no puede haber mayor prueba de amor que entregar la vida misma por los hombres; muchos se desgarran las vestiduras en el nombre de un supuesto amor por su pueblo, sin embargo ese amor no llega a todo el pueblo, pues llega condicionado, Jesucristo nunca condicionó su vida por nosotros, la entregó inmolándose por amor por nosotros, y como manifestación de su entrega solo nos exige ahora hacer cumplir la Ley en la cual simplificaba todos los mandamientos en las tablas de Moisés del antiguo testamento, con su vida pacto la nueva alianza del cordero sacrificado en la cruz por el “amor” como fundamento de nuestras vidas.
Quién ama asume su vida conjuntamente con su entorno, quién ama por ejemplo protege la naturaleza, los animales, no ensucia el ambiente con desperdicios, cumple sus obligaciones ante la comunidad, obedece las normas legales sin dejarse llevar por aquello de que como los demás son infractores entonces yo infrinjo las leyes para no pasar por pendejo; a eso se refiere esa nueva Ley que Jesús nos legó con su muerte en la cruz.
El fundamento y la eficacia de esa Ley Universal no amerita otra sanción que nuestra conciencia, porque las leyes de los hombres solo se hacen eficientes y valederas, porque su eficacia depende de las autoridades y de los jueces, si éstos son deleznables la sociedad a la que están destinadas a organizar agoniza bajo el yugo de la anarquía y la indolencia.
Esa revolución de conciencias es a la que estamos llamados los seres humanos, su propósito no es otro que la salvación de la humanidad, una salvación que no solo es celestial sino que adquiere un valor terrenal que ya está alcanzando niveles de sobrevivencia como resultado de la contaminación y la degradación terrestre, solo haciendo nuevas todas las cosas del hombre éstos encontraran el camino a una humanidad que sea humana y ganarse por mérito propio el don como seres celestiales al concierto de la asamblea ante Dios.
En este orden del tema que nos ocupa por este relato, fe y obras van de la mano, obras hacen amores decían los viejos de antes, y la fe sin obras es muerta, como la religiosidad de la clase sacerdotal judía a los que Jesús llamó sepulcros blanqueados porque vestían de fino lino blanco, mostrándose al pueblo como muy devotos en las sinagogas, pero por dentro estaban llenos de inmundicia por su hipócrita vida apartada de la humildad propia de los verdaderos hijos de Dios.
No basta rezar, cada cuenta del viejo Rosario Púrpura de mi tía Espíritu es un acto de fe y devoción a Cristo como Iglesia, y así como el papa Juan Pablo II, conmemorativamente grabado sobre el medallón, nos recuerda mediante su vida como líder de la iglesia y mediante sus enseñanzas como resuelto evangelista de la humanidad, que la fe y las obras van de la mano, que son fuente de salvación para la humanidad, que la verdad reside en Cristo Jesús Señor Nuestro y que esa verdad nos hará libres.
Son esos valores y no otros y extraños, que sumados al afecto por el recuerdo a nuestros seres queridos que ya no están entre nosotros, quienes con su ejemplo de militante existencia cristiana nos sirven de modelo y nos plantean reconocer siempre que la familia es la piedra angular de esta humanidad a la cual todos estamos llamados a transformar por su propio bien.
JLReyesM.