sábado, 17 de marzo de 2012

El 4 de Mayo.

Les había contado que mamá me dijo, que el Hato “4 de Mayo”, levantado donde se encuentra el Conjunto Residencial Viento Norte, entrando por la avenida Fuerzas Armadas y al fondo la popular Urbanización San Jacinto, se llamaba así por ser está la fecha en la cual tomó dominio y posesión mi abuelo Luis Montiel Villalobos de dichas tierras proveyéndole nombre y fundando dicho Hato, dándolo al cuido a Perucho Briñez esposo de mi Tía Lourdes Montiel Fuenmayor, pioneros en la labranza y cría de animales en el “4 de Mayo”.

Perucho Briñez construyó una casa de madera muy sui generis, parecía mas bien una capilla, tenía una gran puerta de entrada en el frente, luego una elevación central con horcones y a cada lado espacios abiertos mas bajos, con ventanas levadizas y techos de tejas, al fondo una puerta de salida al patio y una terraza abierta donde una mesa invitaba a comer, una cocina de ladrillos de mampostería y un fogón, el piso todo era de cemento quemado y pulido.

Allí vivieron varios Tíos y sus esposas, hijos, nietos y bisnietos de Papá Luis, entre ellos mi Tío Julián Montiel Fuenmayor y su esposa Margarita Ortega, donde nacieron y se criaron varios de sus hijos Juliancito, Humberto, Ezequiel y Luis Montiel Ortega. Su último habitante fue la familia Valbuena Sánchez, Ilmo Valbuena y Carmen Rumelia Sánchez Montiel con sus hijos Edgar, Enrique, Flor María y Jhon Rey Valbuena Sánchez.

El “4 de Mayo” era un hato muy fresco, los vientos Alisios soplaban sostenidamente de norte a sur, solo eran interrumpidos los periodos de brisa por los cambios de Luna, pasada la terraza del fondo de la casa, donde una gran mesa servía de comedor familiar, un patio de arena era sombreado por una enorme mata de Mango con un tronco anchote y lleno de nervaduras, allí era una delicia sentarse a comer los dulces mangos que se cosechaban naturalmente en el “4 de Mayo” o simplemente conversar en tertulias sobre anécdotas e historias de familia, especialmente en las noches a la luz de la Luna con el recitar de los Grillos y el silencio inmuto de la inmensidad del horizonte, con las nubes surcando el cielo y el susurro de la brisa, sobre leyendas, apariciones y fantasmas. Todas los fines de semana en las noches del sábado un personaje de edad sexagenaria visitaba el Hato, “el viejo Ciro” ese era el que echaba los cuentos mas fabulosos, recuerdo cuando llegaba entre la penumbra de la tarde y la noche, apoyándose con un palo de escoba recortado a modo de bastón y rodeado de varios perros que mientras lo esperaban se echaban a dormir a cierta distancia.

Una nota curiosa, detrás del Hato “4 de Mayo” pasaba una línea de alta tensión con unas cabrias inmensas, más allá de esas líneas de energía eléctrica, prácticamente en torno a la nada en pleno monte, vivía solitario un personaje llamado “El Guasabaruo” en una casita de barro entre muchos pero muchos gatos, hoy día en ese lugar se encuentra la populosa Urbanización San Jacinto denominada originalmente La Marina por inaugurarse un 24 de Julio con motivo de la celebración de la Batalla Naval del Lago.

Otro dato curioso, en época de Lluvia el fondo del Hato “4 de Mayo” era irrigado por una corriente de agua denominada Cañada La Vega, fuertísima cuando al pasar y secarse dejaba en el Hato todo el sustrato vegetal y la arena abonada propicia para la siembra, a lo largo del cause que pasaba por el hato se sembraron sendas matas de mango que con el tiempo crecieron tan grandes e inmensas que realmente parecían casas, cuyas ramas llegaban hasta el suelo, formando en su interior un espacio sombreado, donde ocultarse, para jugar al escondido, también estaban plantadas una enormes matas de Caujil.

El último dato curioso, Jhon Rey Valbuena Sánchez, mi primo hijo de Carmen Romelia, y yo solíamos en vacaciones caminarnos todo el Hato hasta las extremidades de lo que hoy es la plaza de Toros, La Trinidad, El Naranjal y más allá de San Jacinto, cazando machorros con hondas de madera y goma de llantas de caucho. En una oportunidad la lluvia había dejado charcos de agua, y observamos peces en ellos surcando y haciendo ondas en las positas, tomamos un colador y sorpresa peces gratis, había peces muy bonitos con tonos y manchas amarillas y negras y otros que llamaban viejitas con una lista negra a lo largo de su espina dorsal. En una ocasión sacamos un galápago pero tuvimos que devolverlo porque lanzaba un chorro de orín y picaba muy duro.     

Vivencias inolvidables, maravilla de la naturaleza, visiones de un pasado feliz, humilde y sencillo que atesoro en mi corazón.

No en vano los que adquirieron ese bendito pedazo de tierra, denominaron el proyecto Residencial “Viento Norte” no se equivocaron, supieron muy bien definir lo mas característico de la zona, su brisa constante que desde las riberas del lago y allende el golfo de Venezuela nos llega desde un Mar Caribe indómito. 

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