sábado, 15 de diciembre de 2012

A propósito de sus Sesenta Años.


Si alguna vez la palabra compañerismo, camaradería, solidaridad, tuvo un significo especial  entre las  generaciones de muchachas y muchachos que han pasado por las aulas del Colegio San Vicente de Paúl, fue en eso días luminosos de esa hermosa etapa de nuestras vidas, estampada en las profundas raíces de amistad que nacieron al amparo de sus campos deportivos, de sus bancas a la sombra de sus arboledas, en sus largos corredores y de la palabra sonora y oportuna de sus maestros y profesores en el salón de clases.

Como olvidar los juegos de temporada yoyo, perinola, metras, las carreras entre ladrones y policías, “la sala” propinada al cumpleañero, las agarraditas entre rivales terminando siempre en grandes amigos, las travesuras y ocurrencias de entonces ingenuas y tontas, pero llenas de una hilaridad tan particular como el hecho que las generaba, desde una simple semilla de Mango que pateada pasea por varias aulas del básico, hasta un Cacure alborotado de abejas que a mas de uno pico; hechos y circunstancias que por su nimiedad y simplicidad solo alteraba la rutinaria tranquilidad de la vida escolar, pero que jamás ni nunca, fueron con la intencionalidad de faltarle el respeto a nuestros preceptores.

Recuerdo a esos otros compañeros, las maestras y los maestros que conocí y perfilaron nuestra personalidad, María de Jesús “Jesusita” Martínez, Ada Gonzáles, Nancy Lugo, Elbita y Nelly Báez y muy especial a Mario de la Rosa, de quién guardo gratos recuerdos, como maestro guía. Luego en la adolescencia, a los profesores Nila Leal, Elida de López, Manuel Negrón en el laboratorio de biología, Isidoro Zamorín en el laboratorio de física, el famoso profesor “Saco de Mañas” en el Taller de Metales y Madera de Formación para el Trabajo, el P.P. Luis Moreno sus clases de artística e historia del arte fueron todo una cátedra, el P.P. Casamayor con sus clases de Castellano y Literatura, sus comentarios de Casas Muertas de Miguel Otero Silva, Cien años de soledad de García Márquez, la poesía de Pablo Neruda y los cuentos grotescos de Horacio Quiroga y su Gallina Degollada, el P.P. Ricardo Atanez con sus clases de Latín, y con emotiva y especial recordación de los retiros espirituales del P.P. Melchor. Junto a otros también recordados pero que llamados a la vida laica han seguido honrosamente el camino de la enseñanza.

En la calle 69 con avenida Delicias de Maracaibo Estado Zulia
Colegio San Vicente de Paúl en sus 60 aniversario
27 de Noviembre de 2012
Por eso una institución no es solo el aspecto orgánico y formal de su existencia, una institución es también el aspecto ético y moral de sus componentes, de quienes conforman esa comunidad de intereses, intereses que pueden ser materiales y espirituales, pero que se integran voluntariamente con una misma finalidad, en el caso del San Vicente de Paúl, una finalidad formativa del hombre ontológica y teológica.

La formación del hombre justo y honrado, para la vida, para la familia, para la iglesia, para el trabajo social y comunitario, integrador de voluntades y emulo de Cristo Jesús, amoroso de su santísima madre, bajo la advocación de La Milagrosa, militante de la caridad como verdadera expresión de solidaridad humana y soldado de Cristo en el trabajo diario honesto y creador, de manera de ser multiplicadores de nuestra fe con obras, con frutos por los cuales se conoce el árbol.

Luis Homez
El Colegio San Vicente de Paúl, ya entró en los anales de la historia zuliana, ya es un patrimonio regional, ya sus hijos han rendido sus frutos y hasta su vida, vale mencionar a Luis Homez, formado en sus aulas, llamado el  defensor del Zulia y el primer Valiente 1947-1990, murió a los 42 años, con mucho por darle y aportar a la historia contemporánea de este país, quizás su liderazgo hubiese aportado en su ocasión un camino diferente al actual, a todo lo acontecido después del año 1990 cuando nos dejó, sin embargo muchos de su contemporáneos no vieron o no quisieron ver su momento, pero eso es tema de otro conversatorio; entre tanto, existe una necesidad de reinventarse, de búsqueda y reencuentro de lo que fue otrora nuestro Colegio, recuperar su misticismo, aquella aurea de una guiatura dirigida a formar al hombre y a la mujer para la vida cristiana, que aunque no se ha perdido, es menester reforzar y consolidar y eso es un compromiso en el que deben estar involucrados tanto nuestros jóvenes como sus preceptores.

José Luis Reyes Montiel.

sábado, 27 de octubre de 2012

El Cordonazo en el Monte Carmelo.


En las estribaciones de la carretera de Santa Rosa de Tierra, porque hay una Santa Rosa de Agua la que observó Alonso de Ojeda y le dio el nombre a nuestra Venezuela, yo me referiré a la allende un poco mas a tierra firme, donde nací porque fue allí donde me engendraron mis padres y me trajeron chiquitico, ya les he narrado en cuentos anteriores de “Villa Carmen” búsquenlo en los archivos de este blog.

Muy cerca del hatillo “Villa Carmen” al fondo de la Capilla de Nuestra Señora del Carmen, al margen izquierdo de la otrora carretera de Maracaibo a Santa Cruz de Mara, se levantaba el antiguo Hato “Monte Carmelo” donde residía la legendaria Carmen Ferrer, matrona quién tuvo doce (12) vástagos, todos ciudadanos trabajadores otros profesionales, gente cordial y sincera, con ese sentimiento de unidad familiar siempre dispuestos a la amena conversación.

Les contaré hoy, mis primeras impresiones cuando aún siendo un infante, mamá nos llevó de paseo un fin de semana, para conocer a Carmen Ferrer y quién siendo su suegra, la señora Pauselina Sánchez, contaba 100 años y aún lucida, era una dama cuya ancianidad adornaba sus canos cabellos, pero que tenía la curiosa costumbre de fumar con la parte encendida del cigarrillo dentro de su boca, lo cual me impresiono y causaba hilaridad, pensar como evitaba quemarse sus encías o sus labios.

Aquel domingo, mamá, mi hermana Sara y yo, nos apeamos del autobús de Bellavista- Santa Rosa en la vieja carretera, llegamos al portón del “Monte Carmelo” para entonces estaba habitada por Carmen Ferrer y dos de sus hijas Nelly y Elcira; la casa bien conservada guardaba todo sus esencia de casa de campo, cercada con sus estantillos de madera con alambres de púas, rodeada de verde vegetación y sembrada con inmensos frutales de Mangos, Mamones, Nísperos, Caujiles.

El largo camellón que desde el portón accedía al enlosado de la casa, concedía una vista del frontis y su decorado tradicional de las viejas casonas marabinas, su puerta de entrada a dos alas terminaba en arco de medio punto, estaba coronada por relieve con columnas Toscanos, cornisas y aleros neoclásicas, dos grandes ventanas a cada lado acompañaban el conjunto típico elevado hasta sus tejados donde una cortina de Metopas contenía el agua de lluvia canalizado por cuatro Gárgolas a través de los Albañales hasta el Aljibe donde se depositaba el vital liquido para el tiempo de verano, sobre la puertecilla del Aljibe la canal del Albañal permitía moverlo hacía dentro o afuera para dejar pasar las primeras lluvias, éstas lavaban el tejado de toda suciedad y de ese modo depositar solo aquella mas limpia.

Al pasar la alta puerta, la sala desplegaba sus paredes al blanco cielo raso, al lado izquierdo la habitación de las muchachas ya treintonas, sus camas y escaparates, al que solo tenían acceso las muchachas de la casa. Otra puerta daba al comedor del Hato, lugar amplio y abierto techado con una enramada, un mesón rodeado de sillas invitaba en este lugar de la casa a todos a la hora del almuerzo. Al otro lado, estaban dos habitaciones mas, y al lado del Aljibe el fogón, la cocina de la casa, ya para el momento de mi visita una moderna cocina a gas había sustituido el viejo fogón de barro a leña donde se preparaba la comida del día, recuerdo a Carmen Ferrer pelando plátanos y colocándolos en serie en el horno, dada la cantidad de comensales fueron muchos plátanos los que ese día desconcho, luego como les daba vuelta calientes como estaban para su cocimiento parejo. Para el almuerzo degusté el plátano verde con un trozo de queso blanco y un plato de sopa de Frijolillos en Coco

En el centro de aquel corredor una puertezuela daba al patio de los Mangos, el otro era el patio de estacionamiento, frente a la puertezuela estaba un aguamanil con su respectivo jabón las Llaves, asunto normal era ver revolotear a las avispas, abejas y demás insectos voladores alrededor de la ponchera obligando al usuario apartarlos primero para lavarse las manos en las enjabonadas aguas.

Ese domingo de julio, era 16 y es bien sabido por todo buen católico que se celebra las festividades de Nuestra Señora del Carmen, todos entonces se encontraban ocupados en la organización de la procesión, Nelly era la curadora de la capilla, por lo tanto era de su responsabilidad todo lo relacionado con las festividades, fuimos en la mañana a limpiar y adornar la capilla, arreglar a la virgencita, pero yo me quede anonadado en la sacristía observando un viejo órgano de tubos con fuelles y todo, pero en un lamentable estado, pedales, teclado y botones de control estaban pegados por el desuso, de los comentarios y datos que pude escuchar el instrumento fue traído en mulas desde antaño por frailes capuchinos desde  Maracaibo, para la animación de  la devoción eucarística.

Llego la tarde y con ella la fiesta patronal, en la capilla la gente no cabía, hasta la plaza y sus alrededores las personas conversaban y celebraban, muchos amigos de la familia preguntaban por tal y cual familiar entre vivos y difuntos, tanta gente Graciela Sánchez, Vitico Fuenmayor, Ana Elisa, Adarceinda y Delia del Villar, entre otros tantos amigos y familiares. Creaban aquel ambiente bullanguero y festivo, popular y alegre, pero impregnado de una atmosfera plena de humildad y sencillez.

De ese modo partió la procesión hasta las santa cruz de madera que frente a la capilla flanqueaba la llana plaza, allí debía girar la procesión y volver al sagrado recinto, no sin antes escuchar los recios cañonazos de un mortero, junto a las efusivas oraciones del Santo Rosario, los cánticos de salve a la virgencita, y la música sacra de la retreta de una pequeña banda marcial, compuesta de bombo, redoblante, trombón, trompeta, clarinete y saxo.

No había llegado la procesión hasta la mitad del recorrido cuando una tempestad furiosa despejo por arte de magia la plazoleta, la gente buscó guarnecerse, la virgencita dada su antigüedad fue devuelta inmediatamente al cobijo de su altar, los músicos se pegaron en carrera, y la fuerte brisa desgarro todos las banderolas de papelillo que adornaban los postes y alumbrado. Al año siguiente se decidió caminar la procesión más allá de la cruz de madera y llevarla por los sectores aledaños, cosa curiosa la lluvia aparece hasta ahora en finas gotas de llovizna y solo a veces la tempestad arrecia después de la procesión, el llamado cordonazo de San Francisco.

De todo ese entorno de vivencias, solo queda en pie la Capilla de Nuestra Señora del Carmen, la plazoleta y la Cruz, allí dos urbanizaciones cuyas entradas están por la plazoleta, ha incrementado la feligresía para la devoción y las festividades de cada 16 de julio, el hatillo “Villa Carmen” y “El Monte Carmelo” se transformaron en unos conjuntos residenciales de las llamadas town house, en toda la avenida Milagro Norte en la Curvatura llegando un poco antes de  la Barraca Militar.    

domingo, 14 de octubre de 2012

La Tempestad.



Aquel día, soleado y tranquilo, se desvaneció en la tarde, el Sol furtivamente se ocultó tras las sombras que poblaron todos los espacios, un fuerte viento frío levantaba la hojarasca y penetraba la piel dejando el rostro sonrojado, nubarrones grises atenuándose en negros circuncidaban en solemne procesión el cenit azul profundo e intermitentes relámpagos iluminaban la penumbra entre los árboles y rincones de la casa. Gototas de lluvia esporádicas caían precipitadamente, en la distancia las vainas de los árboles de Lara al conjuro del vendaval aumentaba el ruido de la precipitación del aguacero invernal, como oleadas invisibles estrellaban sobre el suelo sus aguas rocíando todos los espacios la lluvia de Octubre.

Chubasco que esta tarde vienes a aumentar mis dolores, desde donde llegaste para hacerme saber y sentir mi soledad, porque inclemente y caprichoso desatas tus fuerzas de la naturaleza sobre las casas de los mas infortunados, hacía un año el ataúd de mi padre franqueaba la sala de la casa, y durante meses sus puertas y ventanas se mantuvieron cerradas por un luto absurdo que nunca entendí, sino en el sentimiento interno de su ausencia. Y ahora vienes tempestad inmisericorde para hacerme saber de otros temores, ahora que no tengo sus brazos donde apoyarme para ampararme de tus empujes y arrogancia, para marcar en el tiempo un antes y un después de su partida, así el terror de la tormenta fragua mi carácter, borrasca que mi techo soslayaste del invierno aciago año de 1968.

Mama, Sara y yo, sentados sobre taburetes (sillas rusticas de madera y cuero) para evitar hierros y metales por los rayos –decía mamá- rezamos en circulo el Rosario, penitente devoción frente a una vela de la Candelaria para aligerar la tempestad y pasará sin daños, el ruido en el techo y su rumor en las ventanas, hace crujir la madera, viento y lluvia sumadas son fatales, las ramas de los árboles arrancan, las hojas trozan, sacando de raíz al árbol mas débil.

El patio esta empapado, pasó el vendaval funesto, las hojas decantan frías gotas de agua de lluvia, la angustia quedó hecho recuerdo, guardada en recelo para otros temporales, al tío Nicomedes preguntaría durante años ¿Serán nubes de chubasco tío? pretendiendo siempre la misma respuesta, -no, son nubes pasajeras-.Así somos todos en esta vida, pasajeros del tiempo montados en un espacio indetenible, infausto destino que nos asecha de las fuerzas naturales que algún día, cobraran en holocausto al hombre inicuo sus agravios.  

    
José Luis Reyes.

sábado, 22 de septiembre de 2012

El ingenioso soñador

Ing. Pablo Antonio Villafañe Angarita
Les voy a contar de cómo conocí a mi jefe y mentor, y digo mi preceptor y maestro, porque -a los hombres se nos presentan las oportunidades una sola vez en la vida- tal como me exponía Villafañe, y -¡ay! del que deje pasar esas oportunidades que la vida le da- muchas veces por indiferencia, pereza, flojera, desgano y decidía las dejas pasar, sin saber que esa era la única posibilidad en un millar.

En efecto, una soleada mañana de Marzo de 1988, apenas tres meses antes había egresado con mi grado de Abogado de la Universidad del Zulia; llegué a la parada de los carritos de Bella Vista, para dirigirme hasta la oficina donde varios colegas compartíamos nuestro bufete, allí en el edificio “Blizt” enfrente los tribunales de justicia, para ejercer la honrosa profesión del Derecho, mientras hacía la cola de pasajeros, yo pensaba, en todas las expectativas creadas durante mi vida estudiantil, pensaba que ahora que había llegado a la ansiada meta un mundo de posibilidades se abría ante mí y no me equivocaba, sobre todo cuando esperaba al menos obtener el dinero para cubrir el costo de alquiler y pago de la secretaria de mi participación en el bufete, en ese momento, una muchacha que estando en la cola a mi lado, degustaba unas rojas ciruelas,  llamó mi atención y le dije este piropo -Oye! Así como chupas tus ciruelas das tus besos- la muchacha flaqueó y con una sonrisa inmensa seguimos compartiendo las ciruelas.

Nos montamos en el vehículo automotor de la vía a Bella Vista, y conversando y conversadito, ella me contó que era de la población de Chejende Estado Trujillo, me dio su nombre y yo le di el mío, además de mi tarjeta de presentación como abogado, para ganar mas terreno con la chama, llegue al fin en el frente del Blizt y me tocó despedirme.

Así pasó aquella semana, tenía pendiente alguna documentación de la constructora Polígono, redactaba un registro de comercio de una contratista de un amigo, tres contratos de arrendamiento de los locales del  Sr. Rafael Urdaneta en la Pomona y hacía seguimiento a un expediente de juicio de pensión de alimentos y divorcio de quién había sido una de mis novias, así las cosas, llegó el día sábado de aquella semana, ya en mi casa, me sorprendió la llamada telefónica de la muchacha de las ciruelas, -José Luis le tengo buenas noticias- con su andino acento, me dijo -el Doctor Pablo Antonio Villafañe Angarita, quiere conocerlo a Ud. y por favor le trae su curriculum, ya que es su deseo contratar un joven abogado recién graduado que atienda sus asuntos en la ciudad de Maracaibo, me pregunta que si le puede entrevistar este próximo Lunes a las 8 am en la pizzería Monte Blanco, para conversar y compartir durante el desayuno.

A primera hora de aquel fresco día, conocí al ingeniero Pablo Villafañe, un andino enorme muy blanco, sonriente y muy educado, de dilecto hablar y circunspecto trato, me dijo –lo primero, pedimos el desayuno- huevos revueltos con pan tostado acompañado de su café con leche muy espumoso, mientras desayunaba el ingeniero me conversaba de sus asuntos y actividad empresarial y comercial, de cómo estaban integradas sus compañías, sobre el alquiler del centro comercial “Las Playitas”  entre otros asuntos pendientes que tenía en la región zuliana, luego me preguntó sobre mis estudios profesionales, me sorprendió el dominio que poseía sobre la materia jurídica e intercambiamos algunas ideas.

Me contrato no sin antes pactar ciertas condiciones, me pagaría un honorario profesional mensual, sin derecho a prestaciones laborales, trabajaría desde mi bufete, sin necesidad de cumplir horario de trabajo, pero debería estar presente a su llamado en cualquier día laboral y hora de oficina cuando solicitará mi asistencia, también me trasladaría a cualquier sitio de la geografía nacional onde se encontraran sus negocios e intereses cuando fuese menester.

Pablo Villafañe, contaba entre sus parientes a su primo quién fue Presidente de la República el Gral. Isaías Medina Angarita, venía de una generación de empresarios venezolanos de la época del gobierno de Marcos Pérez Jiménez, por lo cual se les vetó durante los gobiernos “demócratas” de los sesenta, setenta y ochenta.

Contaba Villafañe, como se había proyectado originalmente el Puente sobre el Lago, con una vía férrea y parques centrales, varias edificaciones urbanas en la ciudad de Maracaibo se deben a su labor como ingeniero civil, entre ellas Centro Comercial Santa Cruz “Las Playitas”, Villa Inés, Kabuki, el centro comercial y edificio Don Matías, entre otras edificaciones particulares y muy especialmente su obra cumbre a través de su empresa ICCA Ingenieros Contratistas, el moderno Palacio Municipal de Maracaibo.

El Dr. Pablo Antonio Villafañe Angarita, ingeniero civil, petrolero y geodesta, tres títulos en ingeniería, llegó a ser profesor y alumno, al mismo tiempo, en nuestra Universidad del Zulia además de su pasatiempo como aviador civil, llegó a ser Presidente de la línea aérea Aeropostal Venezolana, ya en las postrimerías de su existencia, fue su afán y así lo pensó y diseñó, el “Dique Endulzador del Lago de Maracaibo” proyecto que presentó en el Club Comercio de Maracaibo ante personalidades de la región, pero que no tuvo mayor incidencia al contrario una decidida oposición, por considerarlo faraónico y antieconómico, una falacia por parte de sus detractores, mentes exiguas y anodinas, por cuanto dentro de la propuesta dicho proyecto podía ser asumido en su totalidad por empresas holandesas expertas en este tipo de construcciones, otorgándoles una concesión a cuarenta años para recuperar la inversión mediante peaje, resultando retornable a largo plazo a la nación venezolana, -sin aportar un solo centavo- como el mismo decía.

Ese fue Pablo Villafañe, el hombre inmensamente rico e inmensamente humilde, tenía la sutil habilidad de almorzar en el Náutico o sentarse sin perjuicio alguno en cualquier pulpería de camino a tomarse un guarapo de papelón para refrescarse el calor de la carretera, un empresario nacionalista, aguerrido Bolivariano, que defendía con vehemencia los territorios despojados a nuestro país, en tratados y laudos internacionales arreglados, un visionario, otro Quijote soñador. 

El ingenioso y soñador Pablo Villafañe, se fue con el milenio, podríamos decir, no bien comprendido por sus contemporáneos y quienes se hacía llamar sus amigos, muy pocos quizás se acercaron a él con verdadero sentimiento de amistad, yo sin complejos me quiero contar entre los que desinteresadamente escucharon sus palabras y consejos, compartió su amena tertulia en almuerzos y cenas, en sus caminatas al Hotel La Montaña, allende La Grita, en el bosque de pinos que lo bordea, allí entre la seca hojarasca se consiguió una herradura de caballo y mirándome me dijo -consérvala como un recuerdo mío-  aún la poseo y sin duda me a traído mucha suerte.

José Luis Reyes Montiel.


sábado, 14 de julio de 2012

Los Primos de Mamá Carmela.

Hermanos Antonio José y Pedro Antonio Acosta.
Antonio José y Pedro Antonio Acosta, vernáculos personajes del terruño maracaibero de la última decada del siglo 19 y primera mitad del siglo 20, herederos de una de las posesiones más grandes del Norte de Maracaibo “El Hatico” supieron ganarse el respeto por su carácter y aptitud ante la vida, por su sencillez y austera existencia llena de vicisitudes y azarosas historias.

En efecto, en cuanto a “El Hatico” siempre ha sido una costumbre en nuestro dialéctico y castizo español maracaibero, engrandecer lo pequeño y empequeñecer lo grande, o decir feo cuando es bello o lindo cuando es feo, por ejemplo a una hermosa muchacha con rimbombantes curvilíneas solemos decirle…estáis maluca… estáis feita… también a un muchacho grandote y fuerte le decimos… y sois chiquito… y así nuestro dialecto español muy particular y tradicional, hace de las jeringonzas su portento.

Es el caso de “El Hatico”, era nada mas ni nada menos que el Hato “San Jacinto” gran extensión de terreno del norte de nuestra ciudad de Maracaibo, donde más tarde se levantaría la popular Urbanización “La Marina” inaugurada por el Dr. Rafael Caldera durante la celebración de los 150 años de la Batalla Naval del Lago de Maracaibo un día 24 de Julio de 1973, pero que la fuerza del acervo popular siguió denominando “San Jacinto” muy a pesar del nombre oficial de “La Marina” asignada a dicha urbanización.

Pues bien, mamá me contó, que esa gran extensión de terreno perteneció a unos primos de Mamá Carmela los Hermanos Acosta, quienes la heredaron de sus progenitores, y que en sus buenos tiempos constituyó uno de los Hatos más extensos del Norte de Maracaibo, pues no solo comprendía lo que hoy es la urbanización La Marina o San Jacinto sino también Mara Norte y hasta los limites con lo que otrora fuera el hato Canchancha.

Antonio José Acosta, era todo un personaje, siempre vestía de Caqui con sus botas negras, fumaba un largo tabaco, y manejaba su propio Jeep Willy's descapotado con lona impermeable, color verde, afortunadamente lo conocí ya avanzado de edad, en una visita a su residencia, cuando mamá diligenciaba la venta de un terreno de su propiedad colindante con “El Hatico” que Papá Luis le había adjudicado en propiedad a todos y cada uno de sus hijos, al margen de la carretera Maracaibo-El Moján y frente al hato “San Luis” tantas veces mencionado en mis notas.

Antonio José era polígamo, convivía con varias esposas de ascendencia wayu y había hecho de La Guajira su residencia, donde estableció buenos vínculos comerciales con la etnía originaria, y tuvo numerosos hijos. Recuerdo la tarde que llegamos por fín a su morada, y lo digo porque verdaderamente estaba bastante retirada, apartada y aislada, en pleno campo de no se donde, pues estaba muy niño. En una casa bien construida, rodeada de corrales de chivos y carneros, una guajira gorda, con su ancha manta sentada en el piso del frente de la vivienda, desgranando unas mazorcas de maíz, miraba al horizonte en peregrina melancolía, al despertar de su letargo ante el saludo de mamá, se incorporó y con su aguda mirada, nos miró de arriba abajo, y a duras penas con señales y gestos y por el solo nombre de José Antonio comprendió que buscamos a su bizarro marido, Antonio José Acosta, pues la matrona wayu no hablaba ni una papa de español.


Por su parte Pedro Antonio Acosta, su hermano, se distinguió por otras circunstancias de su vida, no menos excéntricas, entre ellas la de ser un excelente tirador, donde ponía el ojo ponía la bala, como dice el refrán, eran memorables sus disparos sobre blancos vivos, era su practica de disparar sobre un cigarrillo sostenido en la mano de una persona, o sencillamente sobre sus labios, y lo hacía tan certeramente y su arriesgado jugador con la debida confianza al firme pulso de Acosta.

Pero esto también le trajo acérrimos enemigos, resultado del juego, ya que por su puntería se hacían apuestas que nunca dejaba de ganar, valiéndole admiradores y detractores, simpatías y enemistades, quienes fueron mellando la honorabilidad del mas famoso de los tiradores maracaiberos, hasta involucrarlo en un homicidio que nunca cometió, pero del que fue acusado en tiempos donde la tortura era el medio de obtener una confesión cuando las circunstancias así lo ameritaban, de modo que las huellas del presunto homicida se dirigieron maliciosamente hasta su casa, y fue detenido y torturado con una maquina llamada El Tortol consistía según testimonio propio del indiciado, en una especie de prensa que se hacía girar apretando la cabeza del declarante hasta hacerle confesar, en ese procedimiento ante el dolor aplicado Acosta invocaba su inocencia, pero no tuvo mas remedio para evitarse mas dolor que decir -que se me acumule el dicho soy inocente, yo lo maté carajo, esa confesión fue así tomada literalmente y terminó largos años en el Castillo San Carlos donde finalmente fue liberado por falta de otras pruebas e indicios en el delito de homicidio, del cual fue inculpado posteriormente.

Pedro Antonio Acosta, compuso una décima donde resumía tristemente aquellos días de prisión y dolor humano, y con su cuatro acompañaba la letra de aquella canción a los grillos que le colocaron en sus tobillos, la barra del tobillo a la cintura y la cadena que sostenía una bola de hierro que cargaban para poder caminar y trasladarse de un lugar a otro. Lastimeramente, esa décima desapareció en la memoria de su voz que alguna vez cantó a la sombra del tejado del hato “San Luis”.

José Luis Reyes Montiel.







sábado, 23 de junio de 2012

Sobre frutas y frutillas vernáculas.


Conversando sobre frutas y frutillas nuestras, digo frutillas no por displicencia sino por su delicadeza y menudencia, son éstas producto de la flora natural de nuestra tierra, nacen espontáneamente en todo nuestro hábitat geográfico sin mas cuidado que el de la lluvia y el sol, los insectos como las abejas que polinizan sus flores y los pájaros que propagan sus semillas en sus heces.

Comencemos por la Uva de Playa, llamada cariñosamente Uvita de Playa el árbol que la provee es de hoja redondeada muy verde y de textura consistente, sus ramas y tronco son de color blanco, generalmente se desarrollan en las orillas de nuestra costa lacustre e incluso a lo largo de nuestra costa caribe, y allende las islas antillanas, junto al Cocotero y el Manglar forman el ecosistema vegetal costero.

Es una verdadera frutilla pues es de escasa pulpa, pero con mucho sabor, muy semejante a la uva, además de ser moradita, tiñe su jugo irremediablemente la tela, por lo que hay que tener cuidado de no salpicarse de su juguito; crece en racimos igual que la uva agrupados debajo de la sombra del árbol, a modo de una parra, es común ver a los niños recolectándola en los patios, parques y playas donde se encuentre, con una cosecha anual muy abundante, sería propicio investigar mas sobre este fruto autóctono a los fines de determinar su valor proteico y vitamínico, y hasta si es procedente intervenirla genéticamente para que produzca más pulpa, pues es muy rica al gusto.

Recuerdo una mata de Uva de playa plantada al lado de mi casa, sus ramas se echaban sobre nuestra cerca y yo requetecontento, pues recurría a ella para tomar racimos enteros de uvitas y me las comía una por una viendo la tele o mientras estudiaba, o en aquellas tardes interminables de ocio vacacional, mirando simplemente el horizonte en la disposición imaginativa de un misántropo.

Una frutilla muy particular es el Dato, regalo de Dios para los pajaritos y demás aves del campo, es el fruto de la mata de Cardón, que nacen anexas o adheridas a su verde tronco espinado, de forma redonda u ovalada, llenas de agudas espinas y de conchita rojitas, para distinguirse como luces de arbolito navideño en el austero árbol silvestre de nuestros montes serófilos.
  
Su pulpa es gelatinosa y pegajosa, muy abundante, puede ser traslucida, amarillenta o rojiza, según la especie de Cardón, llena de semillitas como pimienta machacada, es una fruta dulzona algo dulce, que resulta en la dieta básica de los pájaros silvestres, es muy común ver en nuestros campos las periqueras con su escándalo, volar de Cardón en Cardón para capturar Datos.

Otro arbolito cuyo peculiar fruto es muy misterioso, no solo por sus comensales sino también por su aspecto, color y gusto, es el Caujaro.

Comencemos por describir el árbol, es parecido al árbol de Orégano, un arbusto, sus hojas son secas y ásperas, sus ramas delgadas y su tronco agreste y nervado, en el monte crece alto hasta doblarse por la acción del viento, yo recuerdo perfectamente el Caujaro que estaba en toda la entrada del portón grande de mi casa por donde entraba el carro de papá, echaba una frutilla blanquecina casi traslucida, de aspecto aperlado, de concha consistente como la piel de las uvas, su pulpa insabora e inodoro, muy pegajosa, en su interior dos semillitas como las de la uva, acompañaban la sustancial frutilla, que crecía agrupadas en racimos colgantes en sus ramas.

Les decía que sus frutos son alimento para unos muy particulares comensales, por cuanto su principal consumidor son los famosos murciélagos, quirópteros de la tarde crepuscular y la noche, yo los observaba sentado desde el umbral de la puerta del corredor hacía el patio este de mi casa, revoloteando alrededor del Caujaro en rasante vuelo capturando la indefensa frutilla, luego eyectaban sus semillitas sobre el cielorraso de la añeja casa, en una ocasión observé las semillas sobre la cubierta interna del techo, las comparé con las del Caujaro y determiné que eran las mismas semillas, claro está ya resecas por el tiempo.      

El Pomme Siguet, al parecer es una denominación de origen claramente francés, así llamaron nuestros abuelos a la popularísima Manzanita montaraz, que crece al borde de carreteras y cercados de Haciendas, Granjas y Ranchos regionales y nacionales.

De por si es un arbolito semejante al Manzano europeo pero de hojas mas menudas, su fruto es idéntico también a la extranjera Manzana en concha, forma y textura de su pulpa, pero pequeño como un Limón, eso sí de un sabor extraordinariamente concentrado de manzana y ácido como el carajo, por lo cual debe ser rica en vitamina “C” su rica pulpa que de paso es dulzona.

Por su neutralidad de sabor, acidez y dulzor, nuestros ancestros la emplearon para macerar Ron mi Tío Dimas Montiel Fuenmayor, me enseñó, a un litro del espirituoso licor, se le echa una docena de  Pomme Siguet cortadas en juliana al gusto, luego un puñado de pasitas de parra marca La California de la cajita roja, se deja reposar al ojo por unos meses en un envase de vidrio cerrado con su tapa, un frasco, si es un barrilito de madera bien sellado es perfecto, por el valor agregado del sabor de la madera, y al tiempo cuando las manzanitas y las parras secas hayan abonado sus jugos con el Ron, señores Buenos Días, basta colarlo en un tamiz y beberlo como aperitivo o después de almuerzo o un brindis y a la lona. Epa se toma seco en una copa pequeña o vasito de whisky.

José Luis Reyes Montiel.