sábado, 28 de abril de 2012

La Tienda del Sr. Gabriel.


En la esquina de la avenida 13A con calle 70, estaba el local donde por muchos años atendió al público “Abasto Quintero” inmueble propiedad de una señora que vivía aledaña al local, Tía de Danilo el sempiterno novio de Norka la hermana de Olga de Montiel, esposa de Joseito mi primo

El marchante del Abasto Quintero era un señor de nacionalidad italiana, de nombre el Sr. Gabriel, digo Sr. Gabriel porque de ese modo los menores trataban a sus mayores fuera quién fuera, nos enseñaban a respetar, pues bien el Sr.Gabriel tenía alquilado el local y permaneció por años al frente del mismo, que cuantas veces hice mandados al Abasto Quintero, perdí la cuenta, pero no la del mandao: Un paquete de pasta Ronco Un Bolívar, Un Real de queso de año y Un Real el pote de salsa, almuerzo resulto con Dos Bolos y a dormir.

El frontis del local de “Abastos Quintero” al estilo de los viejos abastos de Maracaibo, con su alto enlosado a tres escalinatas, dos grandes puertas de madera a dos alas, mostrador de cal y canto, con su alto techo, aleros y sus cuatro gárgolas respectivas para expeler el agua de la lluvia, invitaba al consumo de refrescos y chucherías que en su interior se ofrecían al público, desde quesos, plátanos, bollos de pan, pan dulce y bizcochos, galletas de huevo,  víveres, artículos de limpieza, escobas, cotizas, lampazos, hasta tortas, calabazates, paledoñas, conservas de leche, maduro, guayaba, naranja, entre otros dulces, caramelos, chupetas, chicles y golosinas, contenidas en grandes frascos sobre el mostrador. Como olvidar el sabor especial de una pasta (torta al huevo) con una deliciosa Green Spot refresco de naranja que hasta los gajitos traía.

Y como dejar en el tintero las célebres “Sorpresas” consistía en lo siguiente: Uds. ven los rollos de papel sanitario, al terminarse queda un cilindro de cartón en forma de tubo como de dos pulgadas aproximadamente, que las damas y señoritas empleaban antes para hacerse los rollos, pues bien, estos cilindros de cartón eran aprovechados por el fabricante de las sorpresas eran forrados con papel cebolla de colores, y en su interior le introducían caramelos y coróticos (pequeños juguetitos de plástico o metal) que al desenvolverlos hacían de la curiosidad y la sorpresa de los niños de entonces por una lochita su valor.

Era característica del Sr. Gabriel su neurastenia, a veces estaba de risita y echándole bromas a uno, como otro día amanecía de mal humor, encarado, regañón y refunfuñón, conocidas por demás sus peloteras con su señora esposa, una italiana grandota y doble, mucho mas grande que él, que a duras penas el descarnado Sr. Gabriel controlaba, cuando peleaban y habían extraños en la tienda, solían discutir en su idioma para evitar que la gente asumiera el contenido de la reyerta familiar y a fuerza de jeringonzas atendía a uno.

Tenían una hija, Rita, una muchacha muy agraciada alta de grandes bustos, largos y castaños cabellos, muy pero muy blanca, ojos color miel y cara bonita, pero muy, muy conversadora y pizpireta, otro joven era su hijo varón, muy circunspecto y dedicado a su trabajo de reparación de radios y TV. Podría decirse que la hija era muy parecida a su mamá y el hijo a su papá.
  
Cuando nos mudamos a la Pomona, el abasto funciono por algunos años más, hasta que la dueña, la Tía de Danilo el usucapido novio de Norka, por temor al tiempo transcurrido que el Sr. Gabriel había estado al frente del alquiler de local, que le daban un derecho preferencial a adquirirlo en compra, mandó a su desocupación. Hoy se encuentran ocupando el inmueble, por unos carpinteros vallenateros que le han rebajado al local categoría y le han hecho perder su carisma de abasto típico marabino.

Años más tarde, por el año 1982, venía caminando con mi geva de estudiante, de regreso de la Facultad, por una vía principal en el sector entre Ziruma y La Trinidad, que desde la avenida Guajira sale hasta Delicias, llegamos mi compañera y yo a una pequeña tienda a tomarnos unas maltas, como solía hacerlo en mis largas caminatas universitarias, al llamar la atención del dependiente, fue una grata sorpresa para mí, reencontrarme con el Sr. Gabriel.

Resulta que se había instalado en ese sector al desocupar el local del “Abasto Quintero” al reconocerlo ver su canoso pelo me dí a conocer y enseguida me recordó, preguntó por mamá y mi hermana Sara, al hablar de aquellos años una delgada línea de lagrimas nublo su mirada y el claro entrecejo de su frente frunció sus sentimientos reprimidos, me habló de su tierra, Sicilia, de cómo llegó con su esposa e hijo a Venezuela, de cuando nació Rita ya en nuestro territorio, de cómo se levantaba a la 3 de la mañana para comprar en el Mercado de Maracaibo el fallo de la tienda y abrir a las seis de la mañana de cada día.

Uno de estos días pasaré por allí, por donde está su abasto, un poco antes de la avenida Las Delicias, desde Humanidades hacía Delicias, entre Ziruma y La Trinidad, para tomarme una malta y refrescarme el Sol de las tres de la tarde, en la tienda del Sr. Gabriel. 

José Luis Reyes.

viernes, 20 de abril de 2012

Las Martínez

A una cuadra de mi casa de la calle 69A, en la esquina con la avenida 13A, esta aún una casa muy modificada en su arquitectura original, dedicada al comercio de filtros de agua, esa era la residencia de  “Las Martínez” dos querendonas hermanas bautizadas Zoila y Victoria; la quinta donde residían se denominaba “Zoila” tenía una arquitectura muy moderna y propia de los años 1960, de gran pórtico con techo alto sin sustentación de columnas, muy audaz, con aleros y jardineras interiores, algo elevada con escalinatas en su entrada que la proyectaba dimensionalmente desde su vista de la calle en el portón de acceso.

En su interior no era menos atractiva, con grandes espacios para la sala y el comedor, distribuidos diagonalmente, la cocina se integraba desde el frente de la casa y alrededor de una sala de estar donde estaba la TV, y detrás las habitaciones, recuerdo que en dicha sala de estar se encontraba una replica en gran formato de una Maja Desnuda, en esa casa se criaron una lista de hermanos todos estudiantes universitarios, Zoila la mamá y Victoria la tía solterona, criaron y levantaron aquella tropa de muchachos donde solo había una hembra la Nena, de alta costura su oficio.

En el jardín de la casa, entre las Cayenas y Berberías y a la sombra de un inmenso Mango, una jaula resguardaba un par de Turpiales, que al paso de las personas por la acera silbaban y cantaban melodiosamente; además en el patio un par de alcaravanes (Aves zancudas propias de ciénagas y manglares) vigilaban el entorno, ante el visitante coreaban escandalosamente
¡…tacatacatacatacatacatacacacacacacaaaaaa…!  Avisando a los dueños de la casa ante el paso de extraños o entrada de maleantes, incluso, comentaban las referidas hermanas Martínez, no se pelaban una rata, las atacaban con sus agudos picos, mas de una vez tuve que salir rapidito pues solían corretear al desprevenido visitante picoteando sus tobillos.

Por cierto en un tiempo donde el consumo de tabaco era muy popular, las Martínez desde su cocina vendían cigarrillos de marcas foráneas, mamá, en ese entonces consumidora del producto, me mandaba a comprarle sus cigarros Belmont mentolados, de allí la frecuencia con la que visitaba de niño el lugar.

Zoila y Victoria Martínez, fueron inseparables hermanas, siempre andaban juntas, muy buenas vecinas, amigas incondicionales de mamá, durante todos aquellos años que vivimos en ese sector de Maracaibo, llamado extrañamente Tierra Negra, tema de otra futura nota, ellas frecuentaban nuestra casa, y en el patio sostenían largas tertulias mientras mamá regaba las matas.

Muy particular de la plática de estas singulares hermanas, era hacer comentarios u opiniones sobre noticias del día, asuntos familiares y de vecindad, especialmente sobre grandes escándalos de personajes destacados o de hechos delictivos o atroces que ya se dejaban sentir en nuestra incipiente ciudad, si el tema de tertulia lo merecía en vista de su contenido escandaloso e indecente, ambas hermanas se voceaban y mirándose mutuamente la una le decía a la otra …-vistes Zoila, si Victoria-… o viceversa … -vistes Victoria, si Zoila-… y así continuaban la conversación interrumpiéndola cada cierto tiempo con dicha exclamación, expresando su estupor y pasmo por tal o cual hecho vergonzoso objeto de conversación.

José Luis Reyes.



sábado, 14 de abril de 2012

Las cabras viejas.

Unas señoras mal habladas, pues acostumbraban salir al frente de sus casas para averiguar y comentar la vida ajena, entre ellas se distinguía en charlatanería la hermana mayor la “Cara e’ Caballo” la murmuradora estrella de la cuadra, luego sobresaliente en malicia “La Jorobada” le seguía la sigilosa María “la flaca” ni hablar de la no menos brollera María “la tuerta”, fueron la piedra del zapato del sector donde residían.

La trama venía desde tiempos lejanos, cuando un Tío esposo de mi tía, residían en una casita y local comercial alquilado a papá, allí lucraba un abasto, en donde le hacía caritas “la jorobada” a mi tío y tía requeterabiosa le llamo la atención por su falta de respeto a su esposo, brollos de faldas que nunca faltan en los vecindarios, sin dejar de contarles el otro problemita con mi primo, desde su patota motorizada, en aquellos tiempos “El Cotizuo” le llamaba “la Jorobada” porque le robaba el corazón de su hija, esa chica si era linda en verdad cuenta mi primo.

Hay otros cuentos, pero es mejor sepultar los cadáveres insepultos del pasado y dejar en el olvido lo que debe olvidarse, para poder avanzar con vista al futuro, pero todo ser tiene su lado también bueno, su lado humano, que de algún modo revindica la memoria de aquellos que alguna vez nos ofendieron.

Recuerdo una plomazón que se armó en el sector, aún estaba vivo mi padre, corría el año 1966, aconteció que una unida armada de inteligencia policial perseguía a unos presuntos delincuentes, entre ellos un joven se le ocurrió ocultarse de la persecución policial entre el follaje de unos frondosos árboles de Mango en el fondo de la casa de “Las Cabras Viejas”, craso error, los gendarmes sin pensarlo, …eran los tiempos de disparen primero y averigüen después… ametrallaron los Mangos, cayendo el sospechoso como un pajarito de lo alto del Mango entre hojas y ramas derruidas por la munición.

Acto seguido, los esbirros saltaron al patio, lanzaron el cadáver por encima de la cerca, cayó el inerte cuerpo sobre el pavimento de la acera, tomaron el yacente cuerpo por manos y pies, y cual perro lo tiraron a la cabina de un Nissan Patrol, recuerdo de color gris plomo con su faro rojo encendido dando vueltas, y salieron picando cauchos sonando la sirena, los gendarmes armas largas en ristre, por la toda la calle, hasta dar vuelta en la avenida.

“Las cabras viejas” salieron gritando y llorando de su casa, Ay! ay! -el muchacho era un estudiante, no era ningún malandro, era un estudiante- entre la confusión y el arrebato de los gendarmes y la exaltación de la persecución, el presunto estudiante salto la cerca cual Venado asustado, y trato de esconderse en la casa de las referidas señoras, pero éstas anonadadas no supieron que hacer solo escucharon al joven vociferante -soy estudiante- y éste subió a los Mangos, pretendiendo esconderse en ellos, resultando fatalmente muerto en el incidente.

Personas como las Cabras Viejas: la Cara e’ Caballo la Jorobada, la Flaca y la Tuerta, con sus aciertos y errores, virtudes y defectos, pero que al menos un lado de bondad guardan como bien ilustra el momento en el cual la desgracia de un ser humano desgarra sentimientos y une a la gente ante el dolor ajeno. 


José Luis Reyes.

sábado, 7 de abril de 2012

Las Tarjas de la señora Menena.

En la esquina de la calle 69 con avenida 13-A, diagonal al Colegio San Vicente de Paúl, estaba el famosísimo “Abasto Menena” muy especialmente para sus generaciones de exalumnos de las décadas 1960–1970, cuando aún la tranquilidad y seguridad de nuestra ciudad de Maracaibo permitía a los muchachos y jóvenes estudiantes salir incluso en horas de recreo a la tienda de la señora Menena para comprar una que otra chuchería o refresco.

A que la señora Menena se conseguía de todo, menos licor, en las tardes sus arepas y cachapas de maíz eran muy apetecidas, había pan francés también, helados, leche y mantequilla Alfa, quesos semiduro y de año, charcutería, víveres, carnes, pollos, entre otros productos, era un negocio prospero siempre había gente comprando entrando y saliendo mercancía, de haberse ampliado el local pudo desarrollar un supermercado, pero la sencillez y humildad de la señora Menena no aspiraba sino vivir dignamente el día a día.

Menena era una señora muy trabajadora, base de una familia que con el tiempo continuó en el lugar negocios de muy buen futuro;  mamá me comentó que eran oriundos de Santa Cruz de Mara, la señora Menena solo empleaba a sus familiares, entre sus sobrinos especialmente, recuerdo a Abilio, el fiel dependiente de Abasto Menena, trabajo en la tienda durante años hasta su cierre, era un digno hijo del Municipio Mara, alto de buen porte, blanco y catire, parecía europeo.

La señora Menena fue buena amiga de mamá y solidaria mujer, a la muerte de papá la situación económica de nosotros se vio afectada, llegó el momento critico y mamá no tuvo otra alternativa que “echar unos fiaos” a la señora Menena, mamá muy apenada por supuesto, encontró el apoyo fraterno de la señora Menena, quién además le expresó -ya sabe Sra. Carmen, Ud. viene con confianza, no vaya a dejarme a sus muchachos sin comer ni un solo día- esa fue la señora Menena, Dios la tenga en su gloría.

Pasó algún tiempo, la situación financiera de la familia mejoró con la venta de la casa de la calle Venezuela que papá nos legó a su muerte, y un buen día mamá saldó sus cuentas con la Tienda de la señora Menena, la señora muy contenta y mamá muy agradecida, la señora Menena en honor a la verdad no esperaba el pago por parte de Mamá, pues veía en ella a una viuda con dos hijos.

Así las cosas, mamá continuó fiándole a Menena, y mamá cancelándole oportunamente, un anécdota de esos tiempos, era costumbre y una tradición de las tiendas de entonces dar ñapas, si uno compraba bastantes productos o cancelaba oportunamente las tarjas del  fiao (éstas son las cuentas por cobrar llevados por los comerciantes de la época, anotadas en una libreta o simplemente en un cartoncito en dos ejemplares, uno para el negocio y otro para el cliente, donde se registraban las créditos) al pagar entonces el propietario del negocio te ofrecía la ñapa, la cual consistía en un pedazo de queso o torta, un refresco, jugo o una chicha, mamá solía recibir de ñapa por sus pagos un frasco de dulce, bien sea de piña, lechosa, huevos chimbos, caujil, limonzon, y uno requetecontento por el detalle.

Detalles que la avaricia de estos tiempos ha hecho desaparecer en el olvido, y del fiao, ni hablar, generalmente los negocios colocan a la vista, avisos que dicen jocosamente: “El que fiaba se murió” “Solo fío a personas mayores de cien años” “Hoy no fío mañana si” muestra que el crédito que significa confianza, credibilidad, seguridad, es letra muerta tanto por parte del comerciante como del consumidor irresponsable.

Un personaje muy famoso en el sector Tierra Negra de esos años, fue el llamado “el loquito de Menena” era un sobrino de la señora Menena, que de loco no tenía nada, se desempeñaba como empacador del otroricima “Supermercado Pekín” del chino Jaime Siu, situado en toda la intersección de la Av. 15  Las Delicias con la Calle 69A, luego estuvo allí el “Valle Claro” del compañero SVP “Toñin” Valles.

Recuerdo que con cien Bolívares mamá hacía la compra, en la caja estaba el referido joven, empacaba por especie y peso los productos, lo más pesado abajo lo liviano arriba, víveres en una verduras en otra y así sucesivamente, en unas bolsas grandes de papel ocre, luego salía esmoyejao a carrera limpia hasta el domicilio del cliente, por supuesto él se conocía a la clientela, en su mayoría vecinos del sector, cuando llegabas del mercado, él tenía rato descansando bajo la sombra del Roble del frente de casa, te colocaba la compra a la entrada, recibía su propina y salía otra vez en carrera.

Al fondo de mi casa, estaba la residencia de la familia Suarez, Hugo Suarez compañero de primaria en el SVP y sus bonitas hermanas, Villeros de ojos verdes y claros, de regreso el supuesto “loquito” se desviaba por la calle 70 para regresar a su lugar de trabajo, no sin antes echarle una miradita a la casa donde vivían éstas agraciadas muchachas, a ver si pescaba una miradita o robaba una sonrisa a las féminas, pasaba poco a poco con su carrito de supermercado cantando y haciendo gesticulaciones, llamando la atención de las chicas, hasta terminar la cerca y salía otra vez espitao perdiéndose de mi mirada en el cruce de la esquina.

Así debemos vivir, cruzando esquinas, pasando la página, como periódico de ayer, avanzando, tomando incluso el camino más largo cuando nos proponemos algo, pero ganando tiempo porque el tiempo es oro y la vida una carrera diaria.   

José Luis Reyes Montiel.