domingo, 29 de septiembre de 2013

Mi primer día de Octubre.

Pascual Reyes Albornoz
Sombría esta la casa, están cerradas sus puertas  y ventanas, un silencio recóndito inunda sus espacios.

En la sala permanece el pedestal donde se sustentó el ataúd, cuatro Cirios apagados simulan una guardia en su taciturna presencia, entre las sombras del atardecer fantasmales ausencias desgarran mi inocencia a tirones descarnados.

Sombría esta la casa cerradas sus puertas y ventanas están. Un mutismo de formas a la vista se alza mirada sobre las nubes que remontan el lluvioso cenit en las tonalidades cenizas de la tarde, es una peregrina procesión de difusos claroscuros arrebatados a la tenue luz solar que agoniza.

Una visión desde el corredor hacia el patio me llevan de la mano en sus pasos, su ausencia, es un silencioso espacio el horcón a la puerta del corredor, sobre él ¿Quién recostará su Escabel?
 
El viento rasga mi alma musitando penitentes nostalgias por entre las hojas de los árboles. Ella sola, absolutamente sola, es una estrella mustia de pena y dolor en el cenit de la tarde que languidece ante la oscuridad de la noche.

Toda en sombras, toda mutismo y formas, tejados y paredes, patio y enlosados, es el luto debido e incomprensible, absurda imposición a la escenificación de un dolor que solo al sentimiento verdadero aflige, sereno e incauto descargo mi soledad hojeando un viejo devocionario en sus piadosas ilustraciones, marcando un destino en la pueril inocencia e ingenua vivencia.

Están cerradas puertas, ventanas, el corredor lleno de luces hace algún tiempo es ahora un camino sombrío que me conducía de la mano a mi nuevo destino, todo cambio porque la casa muy sombría quedó y tu no estás para refugiarme en tre tus brazos.

JLReyesMontiel







sábado, 21 de septiembre de 2013

La Advocación.

Lleva en su derecha los
santos escapularios y en la izquierda
unos grillos.
Este próximo martes 24 de septiembre es día de Nuestra Señora de las Mercedes, advocación mariana que nace en España y se difundió por todo el Mundo, dentro de nuestra iglesia católica es la patrona de los presos y perseguidos por causa de la justicia.

Mamá en su pequeño retablo que tenía en casa, la Virgen de las Mercedes compartía sitio junto a la Virgen del Carmen, la Virgen de Lourdes y por supuesto Nuestra Señora de la Chiquinquirá; el resto era ocupado por El Arcángel San Rafael, San Gerardo y el Sagrado Corazón de Jesús al centro.

Sobre ese conjunto de litografías una en particular conservo con singular devoción, a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, valiosa reliquia que data del oratorio del Hato San Luis y que poseo colocado en el comedor de mi casa, como testigo silente de toda la historia familiar de los Montiel Fuenmayor.  

Su origen se remonta por allá en el año 1218, cuando la Santísima Virgen se le apareció a San Pedro Nolasco, recomendándole que fundara una comunidad religiosa dedicada a auxiliar a los cautivos que eran llevados a sitios lejanos, dedicada a la merced (que significa obras de misericordia); su misión era la misericordia para con los cristianos cautivos en manos de los musulmanes.  Muchos de los miembros de la orden canjeaban sus vidas por la de presos y esclavos; su espiritualidad se fundamentada en Jesús el liberador de la humanidad y en la Santísima Virgen, la Madre liberadora e ideal de la persona libre. Los antiguos mercedarios eran caballeros de la Virgen María al servicio de su obra redentora. Por eso la honraron como Madre de la Merced o Virgen Redentora. Para mayor información sigue este enlace www.aciprensa.com/blog/.


Los mercedarios se comprometen con un cuarto voto, añadido a los tradicionales de pobreza, obediencia y castidad de las demás órdenes, a liberar a otros más débiles en la fe, aunque su vida peligre por ello.
En nuestra ciudad de Maracaibo existe desde hace muchos años, un templo parroquial dedicado a la veneración de Nuestra Señora de las Mercedes, en la intersección de las avenidas Bella Vista y Universidad se levanta desde finales del siglo XIX, una iglesia con su campanario central, característica arquitectónica que aún conserva en todo su entorno oval al frente hacía la universidad el templo y al fondo la escuela primaria Colegio Las Mercedes.

Vista de la iglesia actualmente.
Mis primeros amigos los conocí en ese Colegio, Derlando Ruiz Tello y Carlos Oberto Pocaterra, luego nos reencontramos en el Colegio San Vicente de Paúl, pues las monjitas Mercedarias solo admitían la educación mixta hasta el primer grado de educación primaria; recuerdo muy especialmente por haber sido mis maestras, a la hermana Nieves, una blanca española de fino acento y claro castellano, y a la maestra Irma una alta y delgada Maracaibera muy cariñosa.

En esos tiempos era común el castigo como parte de los métodos de enseñanza y educación, y yo era algo malito, por no decir jodedor, los castigos mas serios eran en una primera instancia quedarse sin receso en el salón de clases y si la gravedad del asunto lo ameritaba te enviaban preso a la capilla interna del Colegio en oración y meditando del mal comportamiento frente al altar, de ambas fui objeto de condena en virtud de mi comportamiento.

Me quedé sin receso dos veces, una por halarle el pupitre al momento de sentarse a un compañerito,  flaco y larguirucho de nombre David, el muchacho cayó sentado de nalgas en el piso y se largo a llorar, yo me eche a reír a carcajada limpia, por lo cual me castigaron a estar sin receso aquella mañana.

La segunda vez que me quedé sin receso, fue por una niña de nombre Sandra; parte de la disciplina del colegio, al hacer formación antes de entrar a clases y después de izar la bandera nacional y cantar nuestro Himno Nacional “Gloria al Bravo Pueblo” se rezaba un Padrenuestro, Salve y Gloria; luego al entrar al salón de clases, nos quedamos parados esperando la entrada de la maestra, ella nos daba los Buenos días y nosotros debíamos contestarle al unísono en alta y clara voz -buenos días, señorita-, luego te quedabas parado hasta que ella nos dijera -siéntense- ya para ese momento, la compañerita Sandra se hizo pipi miándose hasta el piso, yo que estaba detrás vi correr entre sus piernas los chorros de orina y muchacho al fin eche a reír y eso fue suficiente para quedarme sin recreo. Por cierto, la hermana Nieves le preguntó: Sandra! ¿Qué te pasó? -hermana Nieves tenía miedo de interrumpir y por eso no pedí permiso para ir al baño- total era asunto de disciplina, así fue formada mi generación.

Llegó el día de realizar la primera comunión, había que preparse catecismo en mano para recibir a Cristo en la Sagrada Eucaristía, en cuanto a oraciones ya estaba entrenado por mamá, facilitándome su aprendizaje; sobre la doctrina cristiana, algunas charlas llegamos a recibir del Padre Farias y las monjitas secundaban su dirección, para tales actividades nos internaron a medio régimen todo el día en el colegio, sin poder ir a casa hasta la tarde, por lo cual teníamos que almorzar en el comedor del colegio junto con las monjitas; de esos días son muchos los momentos bonitos y recuerdos escolares de infancia.

Así que, el momento estelar era la hora del almuerzo, cumplida la jornada diaria, llegaba la hora de reparar energía y con el apetito típico de un buen Reyes, eso era impretermitible; uno por supuesto se ponía muy contento y era motivo de alegría entre el grupo escolar, por lo cual la indisciplina hacía de lo suyo; fue el caso, que echando varilla como todo muchacho, al final del almuerzo, la monjita repartía el postre de ese día desde un gran bool de vidrio, una rica gelatina, estaba tan firme y bien hecha la roja gelatina que al rasgar la porción con la cuchara sonaba al sacar la porción que colocaba sobre el platito de postre de los infantes comensales, al pasar por mi sitio, yo venía sonando con mi boca el efecto de la gelatina al desprenderse del envase de vidrio, a lo que la monjita llamó mi atención pero no se me ocurrió otra cosa, sino repetirle la chercha, como consecuencia del chupazo vino el oportuno castigo -a la capilla a orar- me indicó la hermana.

En todo colegio católico que se respete, hay siempre un oratorio interno, a modo de pequeña capilla con altar, estrados y escaños, rodeado de las estampas del vía crucis; el del colegio Las Mercedes, se encontraba en el último piso del edificio del colegio, muy aislado y solitario, por lo que había un recóndito silencio, tan silencioso que me retumbaban los oídos, una vez instalado en el lugar y sentadito en el primer escaño frente al altar uno debía quedarse allí, apercibido de rezar y reflexionar sobre la mala conducta asumida y haciendo enmienda de no volver a comportarse de ese modo.

La hermana, para consolarme al momento de dejarme en la capilla solito, me dijo que en el Sagrario del Altar estaba Jesucristo, que no me preocupara que Él me haría compañía, así las horas pasaron y en la tarde, ya para marchar a casa, abren la puerta del oratorio y me despierta la monjita, dormido a lo largo y ancho del escaño, entonces la monjita me pregunta ¿en qué pensó toda la tarde? y yo le respondí con otra pregunta  –Hermana Nieves- ¿Cómo cabe Jesús en una caja tan chiquita?.

José Luis Reyes Montiel.        

sábado, 14 de septiembre de 2013

El primo que se salvó de la recluta.

Ejército de Venezuela
institucionalizado por el Benemérito
General Juan Vicente Gómez
Papá Luis, nuestro patriarcal abuelo, de pila baustismal José Luis Montiel Villalobos, en los predios de sus amigos y relacionados mejor concido como Don Luis Montiel, dedicó su profesión a las labores del campo y uno de sus atributos y características más destacados fue su disciplina, su autoridad, el respeto bien ganado de sus hijos, nietos y demás desedientes en el tiempo; no es nada fácil la vida del campesino, exige constancia y sobre todo mucho pero mucho trabajo, labrar la tierra y sacarle el sustrato mineral en la rica pulpa de sus frutos, es todo un proceso, además del cuidado en la cría de los animales sean aves, ganado mayor o menor, más las actividades propias domésticas, hacían el día a día de aquellos hatos “Cabeza de Toro”, “Canchancha”, “San Jacinto” (mejor conocido como El Hatico), “Ricaurte”, “Monte Claro”, “Mi Delirio”, “San Luis” (el de papá Luis) entre otros hatos, que resguardaban el norte de la ciudad de Maracaibo de finales de siglo XIX y comienzos del siglo XX.

¿Cómo se posesionó papá Luis del añejo Hato?, en aquellos años era tradición en derecho, otorgarle una dote al contrayente en nupcias para el buen futuro de bodas de la joven a esposarse, la prometida en estos casos provenían de acomodadas familias terratenientes, era una formalidad en derecho civil, que el pater familiae entregaba en plena propiedad y posesión  al joven comprometido la dote, constante de extensiones de tierra y animales, para su labor, siendo el trabajo el único aporte del contrayente.

Así fue como, Don Pedro Fuenmayor, padre putativo de mamá Carmela, pues realmente era su abuelo paterno, nuestro bisabuelo “Papá Perucho” como lo llamaba mamá, le cedió por escritura parte de mayor extensión de los terrenos del Hato “Monte Claro” lugar donde papá Luis fundó el Hato San Luis acompañado de su esposa mamá Carmela y levantó su familia, con sus diez hijos, los tíos Montiel Fuenmayor.

Hay que considerar que entonces como ahora, el matrimonio es para toda una vida, hasta que la muerte los separe, según nuestra fe católica, pero con la diferencia que en aquellos tiempos si se cumplía los postulados cristianos, hoy en desuso como tantas otras tradiciones y costumbres, como la bendición, afortunadamente yo levanté a mis hijos bajo esta costumbre, al despedirse, al llegar a casa, al irse a dormir, al momento de un abrazo, el consabido requerimiento: -Papá la bendición- con la oportuna respuesta del padre, de la madre, del tío, del abuelo: -Dios te bendiga, que cosa más grande y bella, petitorio y bendición, prólogo de toda tarea diaria, pan nuestro de cada día, sin cuyos auspicios al hombre le resultaría mayor la fatiga de sus faenas diarias en el trabajo, la familia, las relaciones conyugales y en su entorno social.

La bendición es un acto piadoso de purificación, un acto de fe, dando un buen deseo en quien se emite o sobre lo que se emite, así era costumbre bendecir la mesa sobre la cual se colocaban los alimentos del día, y se rezaba una breve oración, el padrenuestro, salve y gloria, papá Luis y mamá Carmela así lo practicaban, así como la devoción del Santo Rosario en familia  todos los días a la seis de la tarde.

La bendición es un acto de reconocimiento y de bienaventuranza, reconocimiento a quién se la pedimos, como un acto de subordinación a la jerarquía familiar, del hijo al padre, del padre al abuelo, del nieto al abuelo, dando respeto y honra a nuestros mayores; tambien es un acto de bienaventuranza, pues quién bendice decreta sobre o a quién lo pronuncia, lo bueno por venir, la felicidad, la bonanza, la fortuna, la dicha, la beatitud y la prosperidad, sobre el bendecido.

Ese respeto y subordinación, era la columna vertebral sobre la cual se sustentaba el orden en el entorno familiar del Hato San Luis, cuya cabeza estaba conformada por papá Luis, seguido de su señora la abuela eterna mamá Carmela, y en una cadena jerárquica de tíos a sobrinos y nietos, teniendo cada miembro de la familia sus tareas asignadas en el quehacer diario del hato, el caso de tía Espíritu, a ella le correspondía la cocina, era la chef de la casa, mamá tenía asignada la limpieza y la costura, y así mismo compartían las faenas del campo los varones de la casa, entre hijos, nietos, sobrinos, todos un clan familiar, unidos y contestes.

José Luis Montiel Villalobos
(Papá Luis) 

Ahora bien, les voy a contar el anécdota familiar que me contó el difunto primo Rafael José Salas Sánchez, trátase que en el hato San Luis, como antes dije, todos los bástagos descendientes, bajo la autoridad de papá Luis o mamá Carmela, se le asignaba sus tareas diarias, y cuando era hora de descanso pedían un voluntario, por ejemplo para buscar hachones  para el fogón, y estaban reunidos en el corredor del hato descansando, se solicitaba a voces ¿quién es voluntario para ír a buscar los hachones? Entonces salía adelante, siempre raudo y atento, mi primo hermano Nicolas, hijo de tío Nicomedes, obediente como ninguno de los nietos de papá Luis.

El asunto que les narraré fue un hecho real, sino que lo niegue el primo Nicolás Montiel Ferrer, hijo de tío Nicomedes y de tía Graciela, uno de los nietos de papá Luis que bastante echó pala en San Luis; en aquellos tiempos, estaba vigente la llamada recluta para cumplir el servicio militar, con la edad de 18 años todo joven era requerido en las calles de las ciudades venezolanas, sometido y reclutado, lo cual resultaba muy severo, sobre todo en aquellos tiempos del gobierno del General Juan Vicente Gómez, con la institucionalización del Ejército venezolano, prestar el servicio militar era sinónimo de orden, disciplina y duro entrenamiento al personal reclutado para soldado, en uno de aquellos operativos del contigente a incorporar al ejército de jovenes civiles, fue reclutado el primo hermano Nicolás.

Al joven Nicolás, lo agarró la recluta caminando por el centro de Maracaibo, lejos de San Luis, al siguiente día, hasta pelado a coco estaba y su nombre inscrito en la lista del sargento, en eso llega un oficial con grado de capitán, el sargento adopta posición firme y saluda con el ademán a la frente, el capitán, mira el personal reclutado que eran muchos, le pide la lista al sargento, la mira y se dirige al grupo de reclutas -quiero diez voluntarios para la Guarnición de San Juan de los Morros, Nicolás se acuerda de su abuelo papá Luis, y habituado a las órdenes, fue de los primeros al salir al frente de voluntario, el capitán, le ordena al grupo de voluntarios -váyanse para sus casas, -los otros de atrás, vayan hacer formación, se van conmigo.

José Luis Reyes Montiel.