jueves, 1 de junio de 2023

Notaría III y Empanadas Argentinas.

José Luis Reyes Montiel
Escribiente de Notaría

Por el año 1981, existía en la calle Dr. Portillo un local de cepillados y empanadas argentinas, atendido por un señor el cual, por su aspecto y dialecto era argentino, como su dependiente en el negocio, un caballero más joven, supongo hijo del argentino por su apariencia, si bien recuerdo el local se llamaba Yulimar, un poco después de las esquinas ente las avenidas 11 y 12 de mi otrora ciudad de Maracaibo.

Diagonal a este local de cepillados, refrescos, empanadas y chucherías, se encontraba en el Centro Comercial Buenos Aires, pero hacia su lado de la Dr. Portillo, justo al lado de una famosa mueblería cuyo nombre si bien recuerdo era Hervigon, estaba la novísima para ese entonces, Notaría Pública Tercera de Maracaibo, apenas tres (3) Notarías existían en nuestra ciudad por esos años, la Notaría Segunda en el Centro Comercial VIlla Inés y la Notaría Primera en la avenida San Martín despues de 5 de julio, paralela a BellaVista; en la Notaría Tercera fui empleado como escribiente siendo estudiante de derecho, hacía el primer año de estudios en la Facultad de Derecho de la querida e inolvidable Universidad del Zulia.

Y cómo olvidar aquellos florecidos y bonitos años de mi juventud, una de las épocas más hermosas de mi vida, estudiaba en las mañanas y en las tardes trabajaba como escribiente en la Notaría Tercera, durante el período de clases, en vacaciones y temporadas sin clases, quedaba a tiempo completo, por cierto, eran frecuentes los paros de profesores, empleados y obreros de LUZ, exigiendo mejoras salariales, bajo el fundamento de proteger la autonomía universitaria.

Llama ahora mi atención, cuando en mis tiempos de estudiante, se paraba la universidad por cualquier pretexto, auspiciada con vehemente furia por los mismos Ñángaras que hoy la oprimen y marginan; nunca estuve de acuerdo con los paros, pues los más perjudicados éramos nosotros los estudiantes sin clases, los profesores, empleados y obreros se tomaban sus días de descanso, a la final, continuaban devengando sueldos y salarios y demás beneficios que la universidad les brindaban de su protección social, en ese tiempo era un privilegio ser empelado de LUZ.

Aún con la penumbra de la mañanita, marchaba raudo desde mi casa a la parada del Autobús universitario, en la esquina de Haticos por Arriba y la avenida 103 principal de La Pomona, en el sitio que antes era de una Farmacia, diagonal al Cine Lido, en ese lugar se agrupaba el nutrido grupo de estudiantes del sector, al llegar el autobús era una odisea montarse dentro, muchas fueron las veces que iba de banderita, como decimos en Maracaibo, agarrados de las puertas del Bus, el conductor el señor Machado, muy sensato conducía prudencialmente por las avenidas hasta llegar al núcleo humanístico en su redoma de retorno, entrando por la Avenida Guajira.

Recuerdo mi primer día de clases en la Facultad de Derecho, al llegar a Humanidades de novato sin conocer aquellos hoy añorados espacios, le pregunté al señor Machado ¿Cuál era la Facultad de Derecho? Mirando sobre sus lentes, como quien dice: -Estáis más perdío que el hijo e’Linberth… Frunciendo su ceño me indicó, sin mediar palabras, con su dedo índice el lugar de Derecho.  

Aquella jornada estudiantil fue mi tarea diaria, asistir a clases en las mañanas y en las tardes cumplir mis labores transcribiendo contratos de arrendamientos, ventas y documentos de mandato o poder sobre los Libros de Autenticaciones llevados por la Notaría, siendo su Notario Público la Dra. María Cristina Cruz de Méndez (QEPD) y el Jefe de Servicio el Dr. Javier Aranaga.

Al salir de clases a eso de las 11,30 para las 12 del mediodía, tomaba el carrito de Ziruma o la buseta, lo primero que pasara, y me bajaba en la avenida Delicias, caminando por la Dr. Portillo hasta la refresquería Yulimar, me compraba una Malta y una Empanada Argentina, con eso almorzaba y quedaba bien resuelto, pues las dichas empanadas eran enormes de tamaño, rellenas con Carne Molida aderezada de Orégano, Aceitunas y Pasitas, una verdadera delicia para mi gusto personal; una vez satisfecho, acudía a mi trabajo en la Notaría a la 1 en punto de la tarde.

En aquellos días, cuando apretaba el calor de Maracaibo, me encontraba en la refresquería con las empleadas de la Notaría, degustando los sabrosos cepillados de frutas naturales que en el local se vendían, mareadas con la atención del hijo del señor argentino, un alto y apuesto varón con su pelo largo encrespado, mientras las muchachas comentaban y se reían entre sí de sus picardías, mientras yo consumía mi tremenda Empanada Argentina, preparadas por el señor inquilino del local de la refresquería Yulimar, lo cierto es que, como esas empanadas de sabrosas no las he vuelto a probar.

JLReyesMontiel.

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