sábado, 31 de marzo de 2012

La casa del Padre Ríos.

Una joya de la añeja arquitectura residencial de Maracaibo que perduró hasta la década de los años setenta, donde hoy se encuentra la Dirección Regional de Educación (DRE) y su estacionamiento, fue la casa del Padre Ángel Ríos Carvajal, párroco de nuestra Basílica de Chiquinquirá, esta casa estaba situada precisamente al lado de “El Cristo” ya les había contado sobre la recordada quinta de Tío Dimas, residencia de mi abuela Mamá Carmela, hoy su espacio de terreno es el estacionamiento de la DRE.

Los Ríos desde hace muchos años habían mantenido una gran amistad familiar con los Montiel Fuenmayor, cuando residí en “el Cristo” durante los años 1974-1975, conocí la casa del padre Ríos, era realmente inmensa, tenía un hermoso frontis con techo sostenido por cuatro columnas greco romanas, muy decorado con motivos de aristas, cornisas, metopas y gárgolas para el desagüe de la lluvia. Su largo techo a dos aguas con tejas, toda con cielo raso menos la cocina que dejaba ver las varas y horcones que sustentaban los techos de estas casas tradicionales maracaiberas. Sus grandes ventanas permitían la entrada a toda hora de la fresca brisa del norte, y la cerca era toda de madera en punta de lanza, portón de acceso peatonal y portón del garaje a lado izquierdo justo a lado de la cerca de “El Cristo”. En esos años vivía en ella el Sr. Jesús “Chucho” Ríos, difunto padre de mi buen amigo desde muchachos José Gregorio Ríos, compañero de andanzas, de cohetería navideña y paseos en bicicletas.

Por el año 1947, me contó mamá, se celebraron por primera vez elecciones presidenciales universales, directas y secretas, que incluían el voto femenino, hasta entonces el Presidente de la República era elegido por el Congreso Nacional, de eso modo llegó al poder uno de los mejores presidentes de Venezuela El General Isaías Medina Angarita, sin embargo se había dado un golpe militar el 18 de Octubre de 1945, una junta militar cívico militar se instaura en el poder y en 1948 convocan a elecciones abiertas al pueblo, elecciones que gana el escritor Rómulo Gallegos del Partido Acción Democrática.   

Durante dichas elecciones se situó un inmenso afiche del escritor en toda la esquina de la Gallera (edificio como un teatrín donde se echan a pelear gallos), situada un poco más adelante de “El Cristo” en el cruce de la avenida Santa Rita,  alguien del populacho, nunca falta un maracucho mamador de gallo y fuñidor, falta de respeto e irreverente, se le ocurrió colocarle a modo de Salvador Dalí un enorme bigote al noble Rómulo Gallegos, el mostacho colocado de extremo a extremo y refinado en sus puntas, no tanto causó hilaridad semejante afrenta sino el material con el cual se elaboró la impronta al demócrata político,  bosta de caballo.       

Era reconocida al padre Ríos, su militancia política en el partido blanco, todos tenían conocimiento de su simpatía por Don Rómulo Gallegos, fue cuando superadas las elecciones y asumido el poder el maestro Gallegos, los militares otrora que le apoyaron se le rebelaron, Acción Democrática y los comunistas serian proscritos, y nuevamente nuestro país veía con tristeza una nueva interrupción democrática.

Alocución del Presidente Gallegos durante el golpe militar.
Colección Celarg.
Durante el golpe de estado, por supuesto todos los seguidores del partido blanco fueron perseguidos, entre ellos el Padre Ríos, al siguiente día del golpe militar, toda la cuadra de las casas  fue rodeada por soldados del ejercito, mamá me contó como en plena madrugada se sintió el golpeteo del trote de botas, cuando la tropa bajó de los camiones militares, despertando a la vecindad, quienes aterrados veían por las hendijas de las ventanas a la soldadesca apuntar los cañones de sus fusiles hacía la residencia del Padre Ríos, por entre los tablones de la cerca; la Abuela, Tío Dimas, Tía Espíritu y mamá esperando lo peor, se tiraron al piso para evitar los plomazos, y protegerse de una posible arremetida.

Demasiado tarde, el Padre Ríos, muy apreciado por su pueblo, había sido advertido prontamente y salió mucho antes poniéndose a salvo, pero ya se había causado bastante conmoción a los vecinos por la requisa del ejército a todas las casas de la cuadra y muy especialmente a la abuela Mamá Carmela sometida a semejante tribulación.

José Luis Reyes

sábado, 24 de marzo de 2012

Los Cristos.

Mi tío y padrinito,
Dimas de Jesús Montiel Fuenmayor.
La casa llamada “El Cristo” que Tío Dimas adquirió en Maracaibo, para atender al tratamiento de la enfermedad de Papá Luis –mi abuelo, José Luis Montiel Villalobos- estaba ubicada en la esquina de la avenida 8 Santa Rita con la Calle 66, durante años fue residencia de mi abuela Mamá Carmela, habíamos comentado ciertas anécdotas y vivencias de los tíos y los abuelos en dicha casa de habitación familiar.

Originalmente, me contó mamá, que “El Cristo” era una típica casa maracaibera, cercada con una empalizada con su elegante portón de madera, largo camellón de acceso, alta de bahareque con sus ventanales y postigos, techo de tejas sostenidos con caña brava y varas de mangle.

Lamentablemente la casa no fue debidamente mantenida por su antiguos propietarios y para la fecha de adquisición de mi Tío Dimas Montiel se encontraba algo deteriorada, especialmente en sus techos, en tiempo de lluvias escampaba primero afuera que adentro, afortunadamente con el esfuerzo de Tío Dimas y la venta de unos terrenos que le dejó el abuelo, la vieja casona fue demolida y en ese mismo lugar se levantó una quinta de última generación conservando el nombre original de “El Cristo”.

 “El Cristo” nuevo, era una casaquinta muy fresca de grandes ventanas modernas de vidrio, con techos decorados con alegorías en yeso, sala amplia y comedor, una amplia cocina donde Tía Espíritu hacía de las suyas con su sazón y guisos,  cuatro habitaciones y tres baños. Con su garaje por su puesto. Desde su inauguración fue lugar de encuentros familiares de toda clase, bodas, cumpleaños, bautizos, y muy especialmente las navidades y fines de año, se celebró en “El Cristo”.

Quién no recuerda los feliz años familiares que motivaba la presencia de la abuela Mamá Carmela, recuerdo a Tío Dimas preparando “el mondongo”, un día antes limpiaba la panza de res, las paticas de cochino y sus orejas, las dejaba reservadas en jugo de Limón, luego limpiaba las verduras del recao de olla y para recortarlas afilaba el cuchillo en una piedra de amolar. Nunca he probado mondongo más sabroso que el de Tío Dimas. Cercana las doce de la noche del treinta y uno de diciembre, Carmen Romelia animaba la fiesta, botella de Ron en mano brindaba una copita a cada quién, al acabarla otra botella hasta llegar el cañonazo, para cuando todos estábamos prendidos de contentos.

Pero, murió Mamá Carmela el año 1976 a los 103 años de edad, y con ella se llevó los grandes encuentros familiares, solo un pequeño circulo familiar continuó asistiendo a “El Cristo”, entre ellos por supuesto mamá. Sara y yo, cada cabeza familiar hacía la suyo en cada casa paterna o materna de los tíos, aunque no se perdió del todo la unidad familiar de los Montiel, quedó la nostalgia de aquellos días llenos de sencillez y alegría.

Pasaron los años, y el “El Cristo” se vio afectado por la construcción en el terreno colindante del edificio de la  DRE Dirección Regional de Educación, tío Dimas, vendió inevitablemente la casa, a precio aceptable pero no justo, solo Dios conoce las negociaciones que se tejieron entre los compradores, intermediarios y comisionistas; lo más triste, el terreno de “El Cristo” sería utilizado para estacionamiento de la DRE, es un hecho lamentable, donde una casa de familia, construida de adobes y concreto, con tantos años de vida útil para uso de habitación, fue demolida hasta sus cimientos para convertirse en un estacionamiento de vehículos, quedando absolutamente nada de lo que fue “El Cristo” solo el sitio sobre el cual hoy se abarrota de vehículos.

Luego “El Cristo” renació en otra casa, adquirida por tío Dimas, ubicada en el callejón Valencia, Calle 64, cerca del Hogar Clínica San Rafael, diagonal al CC Sigma en Maracaibo, muy elegante la casa y solariega, fue también epicentro de reuniones familiares y de fines de semana, hacía una brisa constante muy agradable en su porche, donde sentarse y tomarse unas cervezas o tragos o simplemente un café resultaba muy agradable y especialmente para tertuliar.

Fenómeno insólito y enigmático, en esta casa salía un espanto que golpeaba las rejas, sacudía muebles y encendía artefactos eléctricos, auque usted no lo crea de Replay, fui testigo de una verdadera experiencia paranormal como dicen los programas de Infinito Channel, una noche de agosto de 1985, padrinito y madrinita viajaron a Mérida de paseo con la familia del Sr. José -amigo de Tío Dimas- y nos pidieron a mamá y a mí que nos quedáramos al cuido de la casa, solo pernotamos la primera noche, al día siguiente paticas pa ‘que te tengo, dejamos el pelero, no hay palabras para explicar lo sucedido ni como pudo ser, increíble, en la casa no habían mascotas, ni ratas que hubieran justificado el incidente.

Para el año 1987, Tío Dimas por razones “económicas” –dijo él-  aunque yo creo que era por “el espanto” decide vender dicha casa para mudarse a los Andes buscando un mejor clima y rendir el dinero que le quedaba, entonces adquiere una bonita casa en la población de Escuque Estado Trujillo, hasta allá se lleva el asta de bandera con el tradicional nombre de su casa “El Cristo” y lo coloca en el frontis de entrada en un bello jardín de Rosas, este fue el último Cristo, donde muchos familiares fueron comieron, bebieron y durmieron, hasta que enfermo Tío Dimas regresa a Maracaibo para durar algunos años más de vida rodeado de recuerdos y refunfuñando no haberse quedado en su Escuque añorado.

Murió Tío Dimas, y ahora vive con “El Cristo” efectivamente su morada elegida antes y siempre, el Cristo al que tanto le rezó como devoto católico, Cristo le dio su residencia eterna en su mansión celeste.

José Luis Reyes.            

sábado, 17 de marzo de 2012

Mario el campanero.

Comentaré hoy lo que mamá me contó sobre la inmigración italiana en nuestra ciudad, resulta que diagonal a “El Cristo”, la consabida casa de Tío Dimas residencia de Mamá Carmela, operaba un Taller mecánico y estacionamiento de vehículos automotores, eran tiempos del gobierno de mi Gral. Marcos Evangelista Pérez Jiménez, quién promovió el ingreso a nuestro país de mano de obra calificada europea, principalmente de origen italiano, quienes se habían visto muy afectados por la derrota del eje Roma-Berlín, encontrándose Italia bajo una pavorosa crisis económica y social .

La idea inicial era que toda esa masa de trabajadores del campo y la ciudad provenientes de Italia se sumarán a nuestros campesinos, trabajadores y clase obrera, para el desarrollo del país, y evidentemente para fortalecer nuestra raza, diezmada por tanto paludismo, ni hablar de los muertos durante las guerras de independencia y federal, que había reducido la población civil drásticamente despoblando prácticamente a Venezuela, que cuenta todavía con un basto territorio sin población civil activa.

Esa masa de colonos italianos en su mayoría se establecieron en el negocio de los restaurantes, llegando a Maracaibo por primera vez el consumo de los famosos “Perros Calientes” y “Espaguetis” otros se dedicaron a la construcción, zapateros, amoladores, barberos, mecánicos, relojeros y algunos como peluqueros o barberos, amen de los panaderos, que compitieron ferozmente con nuestras arepas, empanadas y mandocas.

Es el caso, que en aquel estacionamiento del taller mecánico, los vehículos allí aparcados sirvieron como improvisado refugio para dormir a los itálicos inmigrantes quienes pagaban una moneda diaria al propietario del taller por permitirles descansar la noche en el interior de los carros ya que durante el día se dedicaban al oficio de su preferencia para sobrevivir, reuniendo dinero o capital, hasta lograr sus metas propuestas. Fue de ese modo, como los italianos comían pan con sardina, para ahorrar, quienes con el tiempo demostraron toda su capacidad productiva y empresarial.

De sabor especial eran los Perros Calientes elaborados por manos italianas, las del Sr. Mario inquilino del local comercial que papá le arrendaba, cuando de Villa Carmen nos residenciamos en la casa de papá de la calle Venezuela en El Saladillo, cuando las en las  noches solíamos mi hermana Sara y yo, digerir unos suculentos panes con salchicha y huevo, con su respectiva lechuga y tomate, bañados en salsa de tomate, mayonesa y mostaza, con su respectiva “colita” de la colindante Refresquería “María Luisa”; pero, todo tiene en la vida tiene su pero, hasta que en una oportunidad se debía más a la refresquería de Mario, por el susodicho consumo,  que lo aportado por el arrendamiento del local y entonces mamá por instrucciones de papá nos dio un “parao” y sólo se permitieron perros calientes los sábados en la noche antes de acostarnos.

¿Quién era Mario el italiano? Un personaje que se hizo celebré en el Saladillo por ser cual Cuasimodo el campanero de la Catedral de Maracaibo, durante el día atendía los asuntos de limpieza y mantenimiento de la catedral y de noche atendía la refresquería, hombre de trabajo y muy religioso, esos fueron la estirpe de inmigrantes italianos que llegaron a nuestro país y que sembraron su semilla en nuestro amado suelo.

El 4 de Mayo.

Les había contado que mamá me dijo, que el Hato “4 de Mayo”, levantado donde se encuentra el Conjunto Residencial Viento Norte, entrando por la avenida Fuerzas Armadas y al fondo la popular Urbanización San Jacinto, se llamaba así por ser está la fecha en la cual tomó dominio y posesión mi abuelo Luis Montiel Villalobos de dichas tierras proveyéndole nombre y fundando dicho Hato, dándolo al cuido a Perucho Briñez esposo de mi Tía Lourdes Montiel Fuenmayor, pioneros en la labranza y cría de animales en el “4 de Mayo”.

Perucho Briñez construyó una casa de madera muy sui generis, parecía mas bien una capilla, tenía una gran puerta de entrada en el frente, luego una elevación central con horcones y a cada lado espacios abiertos mas bajos, con ventanas levadizas y techos de tejas, al fondo una puerta de salida al patio y una terraza abierta donde una mesa invitaba a comer, una cocina de ladrillos de mampostería y un fogón, el piso todo era de cemento quemado y pulido.

Allí vivieron varios Tíos y sus esposas, hijos, nietos y bisnietos de Papá Luis, entre ellos mi Tío Julián Montiel Fuenmayor y su esposa Margarita Ortega, donde nacieron y se criaron varios de sus hijos Juliancito, Humberto, Ezequiel y Luis Montiel Ortega. Su último habitante fue la familia Valbuena Sánchez, Ilmo Valbuena y Carmen Rumelia Sánchez Montiel con sus hijos Edgar, Enrique, Flor María y Jhon Rey Valbuena Sánchez.

El “4 de Mayo” era un hato muy fresco, los vientos Alisios soplaban sostenidamente de norte a sur, solo eran interrumpidos los periodos de brisa por los cambios de Luna, pasada la terraza del fondo de la casa, donde una gran mesa servía de comedor familiar, un patio de arena era sombreado por una enorme mata de Mango con un tronco anchote y lleno de nervaduras, allí era una delicia sentarse a comer los dulces mangos que se cosechaban naturalmente en el “4 de Mayo” o simplemente conversar en tertulias sobre anécdotas e historias de familia, especialmente en las noches a la luz de la Luna con el recitar de los Grillos y el silencio inmuto de la inmensidad del horizonte, con las nubes surcando el cielo y el susurro de la brisa, sobre leyendas, apariciones y fantasmas. Todas los fines de semana en las noches del sábado un personaje de edad sexagenaria visitaba el Hato, “el viejo Ciro” ese era el que echaba los cuentos mas fabulosos, recuerdo cuando llegaba entre la penumbra de la tarde y la noche, apoyándose con un palo de escoba recortado a modo de bastón y rodeado de varios perros que mientras lo esperaban se echaban a dormir a cierta distancia.

Una nota curiosa, detrás del Hato “4 de Mayo” pasaba una línea de alta tensión con unas cabrias inmensas, más allá de esas líneas de energía eléctrica, prácticamente en torno a la nada en pleno monte, vivía solitario un personaje llamado “El Guasabaruo” en una casita de barro entre muchos pero muchos gatos, hoy día en ese lugar se encuentra la populosa Urbanización San Jacinto denominada originalmente La Marina por inaugurarse un 24 de Julio con motivo de la celebración de la Batalla Naval del Lago.

Otro dato curioso, en época de Lluvia el fondo del Hato “4 de Mayo” era irrigado por una corriente de agua denominada Cañada La Vega, fuertísima cuando al pasar y secarse dejaba en el Hato todo el sustrato vegetal y la arena abonada propicia para la siembra, a lo largo del cause que pasaba por el hato se sembraron sendas matas de mango que con el tiempo crecieron tan grandes e inmensas que realmente parecían casas, cuyas ramas llegaban hasta el suelo, formando en su interior un espacio sombreado, donde ocultarse, para jugar al escondido, también estaban plantadas una enormes matas de Caujil.

El último dato curioso, Jhon Rey Valbuena Sánchez, mi primo hijo de Carmen Romelia, y yo solíamos en vacaciones caminarnos todo el Hato hasta las extremidades de lo que hoy es la plaza de Toros, La Trinidad, El Naranjal y más allá de San Jacinto, cazando machorros con hondas de madera y goma de llantas de caucho. En una oportunidad la lluvia había dejado charcos de agua, y observamos peces en ellos surcando y haciendo ondas en las positas, tomamos un colador y sorpresa peces gratis, había peces muy bonitos con tonos y manchas amarillas y negras y otros que llamaban viejitas con una lista negra a lo largo de su espina dorsal. En una ocasión sacamos un galápago pero tuvimos que devolverlo porque lanzaba un chorro de orín y picaba muy duro.     

Vivencias inolvidables, maravilla de la naturaleza, visiones de un pasado feliz, humilde y sencillo que atesoro en mi corazón.

No en vano los que adquirieron ese bendito pedazo de tierra, denominaron el proyecto Residencial “Viento Norte” no se equivocaron, supieron muy bien definir lo mas característico de la zona, su brisa constante que desde las riberas del lago y allende el golfo de Venezuela nos llega desde un Mar Caribe indómito. 

viernes, 9 de marzo de 2012

Los Tochitos.

En la ciudad de Maracaibo donde hoy se encuentra el Conjunto Residencial Viento Norte, entrando por la avenida Fuerzas Armadas y al fondo la popular Urbanización San Jacinto, Papá Luis fundó un Hato que denominó el “4 de Mayo” por ser está la fecha en la cual tomó posesión y dominio por ejecución de hipoteca de una extensión de terreno dedicado a la agricultura que fue propiedad de una familia cuyo apellido omito por razones intuite personae.

Fue el caso que el propietario del Hato, amigo del abuelo, hipotecó parte de mayor extensión a Papá Luis para recibir en préstamo una determinada cantidad de dinero, el cual nunca pagó muy a pesar de las diligencias de cobro del abuelo, muere el deudor y los herederos no reconocieron la deuda asumida por su causante, así las cosas no le quedó otra alternativa a Papá Luis, para recuperar los créditos e intereses de mora, que proceder ante instancias judiciales.

Sin embargo, muchas personas de entonces no comprendían de esos asuntos de hipotecas, ni tribunales, como se dice en Maracaibo -No conocían la “O” por lo redondo- entre ellos los herederos del difunto amigo del abuelo, gente rustica del campo poco sociable e ignorantes, tildaron de ladrón a mi abuelo Don Luis Montiel Villalobos, porque se había apoderado a su entender de gran parte del Hato de su difunto padre. Todo lo contrario, Papá Luis, me comentó mamá, en todo momento consideró la mala situación de su amigo quién enfermo y sin recursos optó por hipotecar parte de su propiedad para poder así obtener un dinero con el cual sufragar sus gastos, muy a pesar de tener hijos ya adultos que lo hubieran podido haber asistido.

De tal manera que resultado de ese asunto, se desarrolló una larga querella entre dicha familia y los Montiel Fuenmayor, donde estuvieren, allí se enfrentaban a los Montieles, con todo tipo de amenaza e improperios, a cuyas provocaciones ni el abuelo ni ninguno de los Montieles atendían, por tener conocimiento de la escasa sensatez de sus contendores.

Pasaron los años, y uno de los hijos del finado deudor del abuelo se hizo funcionario (Esbirro) de la temible Seguridad Nacional era la década de los años 1950, ya hasta Papá Luis había fallecido el año 1947 en la casa “El Cristo” de mi Tío Dimas Montiel, y los dichos querellantes persistían en su inocua pretensión de recuperar las tierras ejecutadas en hipoteca por el difunto Papá Luis. Total valiéndose del cargo de funcionario policial, citaron al noble Tío Dimas a las instalaciones de la SN de Maracaibo, situadas por las proximidades de la plaza de Cristóbal Colón en el sector La Ciega, donde después funcionó el Hotel Bahía, allí estaba la SN en Maracaibo.

El caso fue llevado hasta el Director de la SN en el Zulia, mi Tío Dimas llevó toda la documentación respectiva y se presentó el día y hora señalado en la boleta de citación, analizado el caso y viendo el Director la documentación con los anexos de las actuaciones del juez civil ejecutor de la hipoteca, frunció el entrecejo y exclamo a su subalterno -esto se trata de una ejecución de hipoteca- y afirmó para complacencia de Tío Dimas y sus hermanos que lo acompañaron, entre ellos mamá, -dejen a esta gente tranquila que ustedes no tienen nada que reclamar- Y así se cerró para siempre la otrora pendencia de aquellos rancios personajes conocidos hasta hoy en el entorno familiar con el seudónimo “Los Tochitos”.