sábado, 21 de octubre de 2017

El Sereno en su madrugada.

Típicos "Serenos" de pueblos hispanos
Sereno, sereno ¿Qué hora serán? Sereno, sereno ¿Qué hora serán? Será la una, serán las dos, será la hora que da tu reloj. Haciendo aguas menores en el inodoro la resonancia de su líquido elemento me indica, que correctamente y sin desperdicio descienden al porcelano envase; miro por la ventanilla del baño el cielo de esta madrugada, una estrella solitaria en el horizonte titila lejana y escucho el silbato del vigilante en su ronda nocturna rompiendo el silencio de la oscurana.

Me siento en el extremo de la cama, escucho como se va alejando el sonido del silbato entre los recovecos del suburbio, dos campanadas del reloj me indican que son las dos de esta otra madrugada de desvelo, ayer en la noche dormité bien, no hubo escaramuzas de pensamientos que alejaran mi sueño, pero ahora soy presa fácil de ideas, conjeturas y desafíos propios y ajenos.

Me siento en la mesa del comedor a escribir, pues otras veces en oración me gano el dulce sueño y despierto sorprendido por el aroma del café colado desde la cocina preparado por mi esposa, pero esta madrugada se me atravesó la idea fútil si habrá cafecito en el mercado para este fin de semana y con suerte a buen precio.

Otra vez pasa el vigilante con su silbato en su vigilia laboral, pienso entonces, -ese señor debe dormir durante el día, a lo mejor al llegar a casa desayuna y a dormir, se levanta almuerza hace una que otra diligencia en la tarde, cena y a las nueve en punto reinicia su jornada de Sereno de nuestra estancia residencial-.

Sereno tiene según conozco tres accesiones, sereno es una persona tranquila, sosegada o ecuánime; sereno entiendo también, como decía mamá –no te dejéis dar el sereno-  aquel hálito de humedad y brisa del ambiente de la madrugada que puede afectar la salud sino se está debidamente abrigado; y en países de origen hispano el sereno era el encargado de rondar las calles de los poblados con una lámpara encendida como vigía e indicando el paso del tiempo durante la noche.

Y una pregunta surge escuchando el paso de nuestro vigilante -¿Le alcanzará su salario? Hago un cálculo un poco más o menos entre los seis edificios por ocho apartamentos cada uno, suponiendo como en efecto pasa que uno que otro no pague su cuota al Sereno, se debe redondear unos 216.000 Bolívares, es algo más que el salario mínimo concluí, pero no tiene cesta ticket, bueno en el mejor de los casos si todos cumplieran con su cuota al Sereno se resolvería algo mejor con 432.000 Bolos, eso está algo mejor- pensé.

Si, -si todos cumplieran, pero no todos cumplen, ese el asunto, ese es el problema, no todos cumplen con su pago, no todos cumplen, y así vamos fuñendo por acá, mordiendo por allá los unos con los otros- y Jesucristo muy triste viendo su rebaño, que no son precisamente Ovejas, acaso una jauría de Lobos.

Si uno pudiera estar “sereno” en su significado de -tranquilo y sin nervios- pienso, mientras miro por la ventana hacia el estacionamiento y sus luces, sentado desde la mesa del comedor; por cierto y -hablando de todo como los locos- Bolívar definía a Urdaneta, nuestro héroe regional -como el más sereno y constante oficial del ejército- decía de él en el fragor del combate azaroso de sus existencias beligerantes.

Una vez en vacaciones estudiantiles de agosto me leí las “Memorias del General Rafael Urdaneta” recuerdo un relato de su paso en la ciudad de Valencia, donde rodeado por los realistas comandadas por el General José Ceballos, recibe órdenes de Bolívar de resistir y mantenerse en la plaza asegurándola para la República; Bolívar por su parte rodeado por nada más ni nada menos que por José Tomas Boves y sus “llaneros” se encontraba en su hacienda de San Mateo, resistiendo el paso a Caracas del sanguinario asturiano; Bolívar y Urdaneta esperaban al Ejército de Oriente al mando del General Santiago Mariño para su refuerzo, Urdaneta recibe un ultimátum de Ceballos conminándolo a capitular y entregar la plaza de Valencia, ante lo cual Urdaneta se niega, Ceballos rodea con sus realistas y sitia la ciudad, ataca por todos sus flancos, los patriotas se atrincheran fuertemente y se defiende cada una de sus calles hacia la plaza central, Ceballos corta las fuentes de suministro de agua y de comida a la ciudad, comienza una penuria sin comida y agua, empiezan a comerse los caballos, luego los jumentos y finalmente las ratas, así y en ese orden lo relata el General Rafael Urdaneta en sus memorias. Ese es otro asunto pensé -el liderazgo surge del ejemplo propio, no exigir otra conducta que la propia, mediante el ejemplo- la demagogia es una falacia cruel e hipócrita.

El digno final victorioso, Urdaneta y sus patriotas resguardaron a Valencia, centro de acopio de un importante arsenal militar; en San Mateo el neogranadino Antonio Ricaurte se inmola en el depósito de pólvora, hace volar el arsenal de un disparo; Ceballos retrocede a la población de San Carlos y Boves a la de Calabozo ante la proximidad de Bolívar y Mariño, salvándose el centro de la República; y colorín colorado este cuento se ha acabado.

Otra vez el silbato del vigilante en su “serena labor" y en su "paso sereno" me retrotrae de mi recorrido mental e histórico "en medio del sereno de esta madrugada"  pleno de pensamientos y cavilaciones, mientras espero el sueño acogedor que entrecierra mis ojos con la dulce caricia reparadora y necesaria, empujo la silla hacia atrás, saco mis piernas debajo de la mesa para irme a la cama, mañana será otro día.

JLReyesMontiel.