sábado, 27 de agosto de 2016

El Viejo Cappiello.

Apoltronado sobre el mostrador de su pequeño abasto, gira su anchuroso dorso el señor Cappiello, negro y gordo era el recordado pulpero de profesión, quién a sus avanzados años sus escasos y nevados rizos hacían gala sobre el entrecejo de su maltratada frente, muy a su pesar y medio vestido con una curtida franelilla, pantalón recortado a la rodilla y calzado con alpargatas, así atendía su modesto negocio surtido de una que otra fruta, yuca y plátanos que era su especialidad, mientras y al fondo de la tiendita libadores saciaban su sed con una fría cerveza.

Pávido ante la enorme estatura y voluminosa presencia del viejo Cappiello, le hacía el mandado a mamá -señor Cappiello, vendame una docena de plátanos- entregándole en su morrocotuda, encallecida y blanca palma de su mano, una moneda de Un Bolívar como precio de los hermosos plátanos maduros, Cappiello sin moverse de su sitio, tiraba desde el portal de la tienda la plateada moneda de níquel dentro de un cajón de madera, tomaba un filoso cuchillo que escondía debajo del mesón sobre el cual disponía sus verduras y frutas, y de un cuchillazo cortaba cada uno de los plátanos que echaba sobre una hoja de periódico envolviéndolos y atándolos con un curricán alrededor.

Desde la enramada que guarnecía con su sombra del Sol inclemente de las once de la mañana, salía del establecimiento de Cappiello raudo de regreso a casa, con mi manojo de plátanos para el almuerzo de ese día y del resto de la semana, como buenos zulianos que somos, nunca faltó ese manjar nuestro de cada día en nuestra mesa, para acompañar el salado y su contorno de su respectivo arroz blanco.

El señor Cappiello, vivía desde muchos años atrás en ese popular sector de Tierra Negra de nuestra ciudad de Maracaibo, muy cerquita del San Vicente de Paúl, era paso diario antes de ir a clases o de regreso al regazo del hogar observar al viejo Cappiello dormido sobre el mostrador de su tienda, roncando su sueño como un León de la jungla, que las travesuras de los muchachos del colegio despertaban lanzándole piedras al zinc de su enramada, solo para ver levantarse al soñoliento Cappiello quién inmuto dejaba estar la impronta de la infantilada escolar.

Tenía varias hijas el señor Cappiello, todas altas y morenas, agraciadas y esbeltas, a la señora de Cappiello no la conocí, nunca supe si enviudo o la señora no portaba por el frente de la casa y de la pulpería, claro estaba como preguntarle al señor Cappiello si apenas rumoraba en su trato al comprarle alguna lechosa, guineo o plátano, además de callado y mal encarado, tan grandulón y negrote, metía miedo de solo mirarlo, bueno uno era solo un niño.

Hace unos días, de paso a mi trabajo y de regreso de vacaciones, mi hijo Elías y yo bajamos hacia la avenida 12 por la calle 69 de aquel recordado sector de mi infancia, miré como tantísimas veces lo hice a mi derecha, donde estaba situada la casa y tienda de Cappiello, en el portón de la sencilla vivienda estaban tres señoras dos de ellas me hicieron recordar la cara del señor Cappiello, y le dije a mi hijo -esas son las hijas de Cappiello- y rememoré entonces este relato que les cuento, con el animo de dejar registrado un aspecto mas de aquella Maracaibo de los años 1960-1970, sobreviviente de la antañona ciudad, de la que no quedan ya esos clásicos personajes de bodega y de vecindad que le dieron a nuestra ciudad su valía y esplendor.

JLReyesM. 

sábado, 20 de agosto de 2016

El Caracol Azul.

Es maravilloso soñar con algo que nunca antes viste,
y sorprendente cuando lo consigues navegando por internet
he aquí el Caracol Azul.
Durante las noches y al dormir, una entelequia turbadora me embarga los sentidos, el alma imponderable queda suspendida frente a mi cuerpo y ante la cama, remonto extensiones terrenas y lugares insospechados, en el recorrido puedo percibir  aromas, colores y sonidos, así como fuertes sensaciones de felicidad extrema o de infinita tristeza. Son mis interesantes vivencias experimentadas durante el sueño, recreadas por ese increíble y magnífico órgano que todos tenemos, el poderoso cerebro, del cual somos su objeto mientras dormimos.

No existe una criterio unánime en cuanto a la naturaleza de los sueños, la Biblia dice que tratar de discernir sobre los sueños es como correr tras el viento, sin embargo son numerosos los episodios donde la sagradas escrituras narran como patriarcas, profetas, apóstoles y santos se ven involucrados en sus sueños con hechos cuyo desenlace son anunciados de una manera simbólica mediante imágenes de animales, cosas y situaciones, y hasta mediante un mensaje directo al personaje soñador, y en muy puntuales casos los Ángeles actúan como intermediarios de Dios para avisar, prevenir o notificar en sueños acontecimientos, catástrofes y demás prodigios.

Para Sigmund Freud, los sueños tienen connotaciones psicológicas en las personas, escenifican su estado mental en un momento determinado, sus emociones, complejos y virtudes; sin embargo, maneja las imágenes en el sueño como elementos significantes de esos estados mentales de la persona.

Los astrólogos señalan a los sueños como portadores de mensajes según el significado y simbología de las imágenes, colores y elementos constitutivos del sueño, los cuales de acuerdo a estados oníricos más o menos registrados, determinan su significado y trascendencia.   

A continuación citaré algunas situaciones donde tuve una experiencia onírica, sin mayores pretensiones de dármelas de profeta, aunque según Jesús -nadie es profeta en su tierra-, entre esas manifestaciones alucinantes, cuando era un carajito, soñaba que andaba en el carro con mi padre y al mirar al sitio del conductor no veía a papá conduciendo y el vehículo andaba solo circulando entre las calles de la ciudad, despertaba angustiado encontrándome solo dentro del carro sin la presencia al volante de mi padre, poco tiempo después (1967) papá no estaba entre nosotros, mera casualidad o un vistazo del futuro.

También infante, fue recurrente el sueño como caían del cielo pequeñas nubes conteniendo peces, un pequeño Grillo y una planta germinando, manifestación veraz de una infancia muy solitaria al lado de mi madre y hermana en la casa donde nos dejó papá al morir, soledad que marcó mi existencia para el resto de mis días hasta el presente.

Mis Peces: Un Gurami y dos Escalares.
Para la década de 1980, fueron recurrentes una serie de sueños donde la imagen del tricolor nacional era un elemento central, en las calles tumultos de personas se agolpaban, mientras veía en el sueño el colegio donde curse mis estudios primarios y básicos, rodeados por soldados bajando de camiones militares; para 1981, tuve sueños recurrentes sobre una iglesia rodeada de jardines, mientras rondaba en bicicleta su entorno buscando a mi novia de entonces. 

Entre los años 1995-2000, se hizo nuevamente recurrente el sueño con militares, esta vez con equipos de unidades de blindados, entre otros materiales pesados de guerra, vi lamentablemente grupos de ciudadanos detenidos en barracones siendo objeto de interrogatorios por gente extranjera, a mi parecer anglosajones y negros estadounidenses, recuerdo claramente que un negro gordo se acercó a mí sacándome del grupo y me dijo -What's happening my friend?- luego vi en la distancia una ciudad siendo bombardeada por aviones, mientras los nuestros los combatían desde tierra en pleno vuelo.

Tiempo después, para 1986 ya no existía ningún lazo con la novia de mis años universitarios; para 1988 se dio el caracazo hechos éstos los cuales dieron inicio a una serie de acontecimientos que desencadenaron el 4 de febrero y 27 de noviembre de 1992, donde hubo una participación directa de los militares venezolanos brazalete tricolor en brazo.

Esta pendiente la pesadilla del año 2005, sin embargo, la movilización de equipo militar blindado lo pude visualizar durante los problemas fronterizos con Colombia en época del presidente Uribe, quedando pendiente el bombardeo con aviones de guerra a una ciudad lejana y las personas que observe detenidas por tropas extranjeras. 

Durante los años 2000, y hasta la fecha, es recurrente el sueño de la ciudad de Maracaibo partida en dos por una fuerte tempestad que desde el lago sus aguas entran a su zona central, dividiéndola e incomunicando el Norte con el Sur; asimismo, durante ese tiempo observe en sueños una fuerte detonación y explosión con enormes llamaradas en la que pensé en su momento se trataba de la refinería de El Tablazo, pero luego y no me quedaron dudas, se dieron los hechos del desastre de la refinería de Amuay que también vista desde su ensenada se ve franqueada de aguas tal cual la del Tablazo desde su bahía del mismo nombre, concluyendo que mi sueño se trataba de la refinería de Amuay la cual en efecto una fuerte explosión causó durante días inmensas llamaradas e intenso humo negro observable a la distancia.

En otras experiencias oníricas, como los encuentros con familiares difuntos, donde sostengo conversaciones y me indican admoniciones y proposiciones, uno en particular fue contundente y veraz, mi tío Dimas me sugirió me colocara la medalla de San Benito, busqué por curiosidad la medalla por Internet para ver de que se trataba y que hermosa vivencia fue enterarme del mensaje recibido, la medalla es un exorcismo en toda su representación mística; hoy la conservó y la llevo en su cadena de platino siempre conmigo con ferviente devoción a Jesucristo y en su Santo Nombre. 

El significado completo de esta medalla fue un misterio durante muchos años, hasta que un importante descubrimiento se hizo en 1647 en la abadía de Metten en Baviera. Encontraron un manuscrito del año 1415, que explica la simbología inscrita en la medalla (Buscar en la web).
Una pesadilla de terror fue verme en un centro hospitalario, entre médicos y enfermeras, trataba de salir del lugar y andaba por entre pasillos, habitaciones, patios y demás corredores, en un laberinto sin encontrar la salida, buscando a mis hijos y esposa; experiencia vivida durante los meses de febrero a marzo del presente año.

Mi Caracol Manzano, así llamado, su piel es encarnada pero su
carapacho se tornó azulado-verdoso al crecer, una maravilla.
   Termino este relato con un confortable sueño recurrente, en el entorno de un soleado amanecer de aire puro y fresco, primaveralmente entre jardines y fuentes de aguas, Ninfas aladas me ofrecían sus loas, a la sombra de frondosos árboles y sobre la arena correteaban exóticos animales de fábula, peces multicolores nadaban en el aire como suspendidos, entre las aguas y los riachuelos traslucidos, las ranas en un estanque sonaban su alharaca, y entre las plantas acuáticas observaba un Caracol Azul en su andar lento pero firme y seguro, resguardado en su mundo, con su cónica concha en espiral lustrosa y brillante, con sus tonalidades del celeste y  azul esplendente encendido por el Sol de la mañana.

JLReyesMontiel.








sábado, 6 de agosto de 2016

El maestro De La Rosa.



Hace unos cuantos años atrás, en el aula de clase sección “B” del colegio San Vicente de Paúl, entonces tenía once años, al entrar a clases despues de entonar el himno nacional y realizar la oración de la mañana, permanecemos de pie al lado del pupitre, nuestro maestro el Licenciado Mario de la Rosa, andino de nacimiento, nativo de aquella templada geografía regada por las aguas del fronterizo Torbes, sentado y desde su escritorio en el estrado del salón de clases, mientras se arremangaba las mangas largas de su camisa blanca, su tradicional corbata perfectamente entorchado al cuello, hacían marco a su rostro, con su frente fruncida nos otorgaba su permiso para sentarnos… -siéntense muchachitos- nos decía… para aquel tiempo, año 1970, la muchachada aunque siempre guachafitera y alegre, conserva aún su debido respeto y consideración hacia la egregia persona de sus preceptores.

Aquel noble maestro, nos enseñó matemáticas, ciencias naturales, ciencias sociales, castellano, geografía de Venezuela, entre otras materias, con la mística de los filósofos del ágora griega, por eso pienso como influyó sobre nuestra personalidad aquellas sonoras palabras hechas eco en su aula de clases y en las caminatas por los jardines del colegio y la cancha de futbol buscando gusanos de tierra, machorros, iguanas, tomando mariposas e insectos, mirando los pájaros y en sus descripciones de la vida en la naturaleza, sus observaciones ante el microscopio, los experimentos de los procesos de la fotosíntesis entre el hombre y la vegetación, la estructura de las flores, de las hojas, de los árboles, sus observaciones ante el terrario que elaboramos en clase con una batea, piedras, plantas acuáticas y pececitos que nosotros mismos pescamos en una cañada aledaña al círculo militar; todo aquello quedó grabado en mi corazón y le doy gracias a Dios por haber tenido la suerte de haberlo vivido y a mi maestro por haberme mostrado la vida entre sus manos.

Pasaron algunos años después, y el maestro me dio otra lección, esta vez de vida; resulta que ya casado con mi señora Mercedes, yo era muy “celoso” en amores, apenas recién casados y aún no habían nacido nuestros hijos; durante unas jornadas de actualización docente, Mercedes por disposición del Ministerio de Educación, asistiría a dicho foro a realizarse en las instalaciones del INCE sede de Bella Vista, esa mañana bien temprano, como de costumbre, la deje frente al instituto educativo, yo di la vuelta en el carro y me regresé, para chequear a mi esposa, con quién hablaba y trataba,  donde se sentaba y al lado de quién? Tremendo papelote estaba haciendo… que tal?

Estacioné y me hice el sapo rabudo como si fuera otro profesor, en información pregunté el sitio donde dictarían las charlas, al llegar al salón de reuniones y desde la hendija de la puerta, como telescopio de submarino, fisgoneaba donde estaba Mercedes, en ese instante una sonora voz se acumulaba en mis oídos, recordando vividos episodios… -Reyes… Que hace aquí?-  sobresaltado miré a mi viejo maestro Mario, en sus ojos se reflejaba la reprimenda propia de sus tiempos en el salón de clases, lo saludé con el respeto y el fervor del discípulo agradecido y solo me quedó decirle… -Mi maestro como esta UD.?- en su conversación quedó entendido el locuaz encuentro tras la puerta.

Desde aquel aleccionador incidente no volví a celar más a mi mujer, pues esa aptitud es como quien corre detrás del viento, en amores nadie nace aprendido y sus vicisitudes solo el tiempo es testigo de la existencia y de su verdad, veintipico de años de casado ya me dieron la respuesta que buscaba desde mi juventud sobre el amor de mi vida; el maestro Mario me dio esa lección aprendida muy especial pero que transformó mi inapropiada conducta, templando mi carácter como el forjador al fuego y ante el Yunque, el acero. A mi Maestro Mario.

JLReyesM.