sábado, 22 de septiembre de 2012

El ingenioso soñador

Ing. Pablo Antonio Villafañe Angarita
Les voy a contar de cómo conocí a mi jefe y mentor, y digo mi preceptor y maestro, porque -a los hombres se nos presentan las oportunidades una sola vez en la vida- tal como me exponía Villafañe, y -¡ay! del que deje pasar esas oportunidades que la vida le da- muchas veces por indiferencia, pereza, flojera, desgano y decidía las dejas pasar, sin saber que esa era la única posibilidad en un millar.

En efecto, una soleada mañana de Marzo de 1988, apenas tres meses antes había egresado con mi grado de Abogado de la Universidad del Zulia; llegué a la parada de los carritos de Bella Vista, para dirigirme hasta la oficina donde varios colegas compartíamos nuestro bufete, allí en el edificio “Blizt” enfrente los tribunales de justicia, para ejercer la honrosa profesión del Derecho, mientras hacía la cola de pasajeros, yo pensaba, en todas las expectativas creadas durante mi vida estudiantil, pensaba que ahora que había llegado a la ansiada meta un mundo de posibilidades se abría ante mí y no me equivocaba, sobre todo cuando esperaba al menos obtener el dinero para cubrir el costo de alquiler y pago de la secretaria de mi participación en el bufete, en ese momento, una muchacha que estando en la cola a mi lado, degustaba unas rojas ciruelas,  llamó mi atención y le dije este piropo -Oye! Así como chupas tus ciruelas das tus besos- la muchacha flaqueó y con una sonrisa inmensa seguimos compartiendo las ciruelas.

Nos montamos en el vehículo automotor de la vía a Bella Vista, y conversando y conversadito, ella me contó que era de la población de Chejende Estado Trujillo, me dio su nombre y yo le di el mío, además de mi tarjeta de presentación como abogado, para ganar mas terreno con la chama, llegue al fin en el frente del Blizt y me tocó despedirme.

Así pasó aquella semana, tenía pendiente alguna documentación de la constructora Polígono, redactaba un registro de comercio de una contratista de un amigo, tres contratos de arrendamiento de los locales del  Sr. Rafael Urdaneta en la Pomona y hacía seguimiento a un expediente de juicio de pensión de alimentos y divorcio de quién había sido una de mis novias, así las cosas, llegó el día sábado de aquella semana, ya en mi casa, me sorprendió la llamada telefónica de la muchacha de las ciruelas, -José Luis le tengo buenas noticias- con su andino acento, me dijo -el Doctor Pablo Antonio Villafañe Angarita, quiere conocerlo a Ud. y por favor le trae su curriculum, ya que es su deseo contratar un joven abogado recién graduado que atienda sus asuntos en la ciudad de Maracaibo, me pregunta que si le puede entrevistar este próximo Lunes a las 8 am en la pizzería Monte Blanco, para conversar y compartir durante el desayuno.

A primera hora de aquel fresco día, conocí al ingeniero Pablo Villafañe, un andino enorme muy blanco, sonriente y muy educado, de dilecto hablar y circunspecto trato, me dijo –lo primero, pedimos el desayuno- huevos revueltos con pan tostado acompañado de su café con leche muy espumoso, mientras desayunaba el ingeniero me conversaba de sus asuntos y actividad empresarial y comercial, de cómo estaban integradas sus compañías, sobre el alquiler del centro comercial “Las Playitas”  entre otros asuntos pendientes que tenía en la región zuliana, luego me preguntó sobre mis estudios profesionales, me sorprendió el dominio que poseía sobre la materia jurídica e intercambiamos algunas ideas.

Me contrato no sin antes pactar ciertas condiciones, me pagaría un honorario profesional mensual, sin derecho a prestaciones laborales, trabajaría desde mi bufete, sin necesidad de cumplir horario de trabajo, pero debería estar presente a su llamado en cualquier día laboral y hora de oficina cuando solicitará mi asistencia, también me trasladaría a cualquier sitio de la geografía nacional onde se encontraran sus negocios e intereses cuando fuese menester.

Pablo Villafañe, contaba entre sus parientes a su primo quién fue Presidente de la República el Gral. Isaías Medina Angarita, venía de una generación de empresarios venezolanos de la época del gobierno de Marcos Pérez Jiménez, por lo cual se les vetó durante los gobiernos “demócratas” de los sesenta, setenta y ochenta.

Contaba Villafañe, como se había proyectado originalmente el Puente sobre el Lago, con una vía férrea y parques centrales, varias edificaciones urbanas en la ciudad de Maracaibo se deben a su labor como ingeniero civil, entre ellas Centro Comercial Santa Cruz “Las Playitas”, Villa Inés, Kabuki, el centro comercial y edificio Don Matías, entre otras edificaciones particulares y muy especialmente su obra cumbre a través de su empresa ICCA Ingenieros Contratistas, el moderno Palacio Municipal de Maracaibo.

El Dr. Pablo Antonio Villafañe Angarita, ingeniero civil, petrolero y geodesta, tres títulos en ingeniería, llegó a ser profesor y alumno, al mismo tiempo, en nuestra Universidad del Zulia además de su pasatiempo como aviador civil, llegó a ser Presidente de la línea aérea Aeropostal Venezolana, ya en las postrimerías de su existencia, fue su afán y así lo pensó y diseñó, el “Dique Endulzador del Lago de Maracaibo” proyecto que presentó en el Club Comercio de Maracaibo ante personalidades de la región, pero que no tuvo mayor incidencia al contrario una decidida oposición, por considerarlo faraónico y antieconómico, una falacia por parte de sus detractores, mentes exiguas y anodinas, por cuanto dentro de la propuesta dicho proyecto podía ser asumido en su totalidad por empresas holandesas expertas en este tipo de construcciones, otorgándoles una concesión a cuarenta años para recuperar la inversión mediante peaje, resultando retornable a largo plazo a la nación venezolana, -sin aportar un solo centavo- como el mismo decía.

Ese fue Pablo Villafañe, el hombre inmensamente rico e inmensamente humilde, tenía la sutil habilidad de almorzar en el Náutico o sentarse sin perjuicio alguno en cualquier pulpería de camino a tomarse un guarapo de papelón para refrescarse el calor de la carretera, un empresario nacionalista, aguerrido Bolivariano, que defendía con vehemencia los territorios despojados a nuestro país, en tratados y laudos internacionales arreglados, un visionario, otro Quijote soñador. 

El ingenioso y soñador Pablo Villafañe, se fue con el milenio, podríamos decir, no bien comprendido por sus contemporáneos y quienes se hacía llamar sus amigos, muy pocos quizás se acercaron a él con verdadero sentimiento de amistad, yo sin complejos me quiero contar entre los que desinteresadamente escucharon sus palabras y consejos, compartió su amena tertulia en almuerzos y cenas, en sus caminatas al Hotel La Montaña, allende La Grita, en el bosque de pinos que lo bordea, allí entre la seca hojarasca se consiguió una herradura de caballo y mirándome me dijo -consérvala como un recuerdo mío-  aún la poseo y sin duda me a traído mucha suerte.

José Luis Reyes Montiel.