martes, 11 de junio de 2013

“No me Olvides”

Por una de esas circunstancias de la vida, partiendo del hecho cierto que todo recuerdo entristece por lindo que sea, por lo general uno se recuerda del pasado, no tanto para sufrir rebuscando sentimientos, ni mucho menos para revivir desencuentros con la felicidad, sino más bien para aprender de la existencia, para asumir nuevas y positivas actitudes con base a lo que los viejos de antes llamaban experiencia y decían quién tuviera a los 50 años con experiencia  la juventud de los 20, y lo digo por si algún lector le pareciera de ese modo, por si acaso, esa es la intención de este blog, narrar historias y vivencias familiares para edificar.

El martes pasado llevando a Ezequiel a la Universidad Católica Cecilio Acosta, vimos un arbolito de anaranjadas flores en la urbanización La Paz, muy frondosa y floreada ella en el frente de una casa, y me dijo -papá esa es la mata de “No me Olvides”- pues claro, Ezequielito lo sabía, ese y tantos otros cuentos que yo les contaba a mis hijos cuando chicos.

El árbol de “No me olvides”, es un árbol tropical de selva lluviosa de montaña, se encuentra generalmente en las orillas de nuestros ríos, es un árbol como el Roble nuestro o Apamate, tupido y alto, de hojas en forma de corazón por una lado algo ásperas y suaves por debajo, de ancho y largo tronco de blancas maderas y verde corteza, sus flores de color naranja de mediano tamaño, pero muy  numerosas al florear, se aglomeran en hermosos buqués arreglados por la naturaleza misma sin intervención del artesano decorador.

Flores de "No me Olvides"
Sus tupidas y anaranjadas flores al eclosionar dan un aromático fruto, en forma de vulva de color blanco, sumamente oloroso, cuyo aroma impregna el ambiente alrededor de su delicado perfume alrededor de la emblemática presencia del árbol, sin embargo, ese fruto, como el fruto del bien y del mal del árbol del Jardín del Edén, no se puede comer, es toxico al consumo humano, ni los pajaritos silvestres se lo comen; recuerdo como se perdían en el suelo los frutos del “No me Olvides” sembrado en el patio de mi añeja casa; por lo  cual consecuentemente el oloroso fruto solo servía para reproducir al épico árbol, al dejar caer su fruto en las aguas de nuestros ríos y permiten a su semilla flotar, hasta llegar donde la mano de la naturaleza lo lleve alguna otra ribera del río, donde germinará y crecerá un nuevo árbol de “No me Olvides” .

Sus frutos son tóxicos
y amargos como el Ajenjo
Ahora bien, un buen día le pregunte a mamá, ¿para que tener un árbol que no daba  fruto bueno para comer? Su respuesta fue algo más larga a las respuestas acostumbradas, antes a los muchachos, nos respondían, por preguntones, en el peor de los casos con un tanganazo y nos despachan -vaya a jugar!, en otros casos más afortunados nos echaban un cuento, y en otras circunstancias por lo complicado de la pregunta nos salían con argumentos tan remotos como el de las espinas del pescado, en una ocasión, mientras comía una Corvina mamarra,  de esas que solía comprar en el mercado mi padre Pascual Reyes, le pregunté a mamá ¿Por qué el pescao tenía tantas espinas? A lo cual respondió mamá –mijo, sino fuera por las espinas, con lo sabroso que es el pescao, nadie comería otra cosa, sino puro pescao y se acabarían! y por eso Dios les puso espinas para que la gente con el cuidado de ellas los evitara y no lo comiera a diario, veis!- ante esa respuesta ahí quedaba la cosa, pero con el tiempo entendí la charada a mis preguntas sin respuesta aparente, al fin resultaba más que humorística un vacilón.

Otro charada es el del Santo Negro San Benito, resulta que un asoleado día de abril de los años sesenta y tantos, los cielos rasos de mi casa de la calle Venezuela retumbaban con los golpes de Chimbangles Bobureños que caminaban en marcha tocando sus alegres tambores abanderados con el Santo Negro de casa en casa pidiendo limosna para su devoción, al tocar nuestra puerta mamá me mandó -vaya y dele al Señor que lleva a San Benito este fuerte- diligentemente hice lo  propio, llamándome la atención la negrura del Santo en contraste con el azul de su hábito y el dorado de sus finos encajes de oro; le pregunté entonces, -mamá ¿porque San Benito es tan negrito?- la respuesta no se hizo esperar, quizás fue la respuesta que en otros tiempos la abuela Mamá Carmela le dijo así, de ese mismo modo -San Benito era blanco, muy buenmozo, era tan lindo que todas las muchachas de su pueblo se enamoraban de él, y como él quería ser Santo, para evitarlas le pidió a Dios lo pusiera negrito como una ciruela pasa... veis!-  yo me quedaba pensando en lo pendejo que era San Benito cuando joven, tiempo después la verdadera historia conocí y despeje las dudas del Santo Negro.

Ahora volvamos al tema de este conversatorio, sobre el árbol de “No me Olvides”, ante el enigma de sus indigeribles frutos y sus hermosas flores color naranja, es de suponer que despertó mi curiosidad, y preguntándole a mamá sobre el origen del susodicho nombre del árbol, me dijo lo antes comentado y me contó este cuento que ya les voy a contar.

Estando una pareja de enamorados amándose con pasión a las orillas de un río, la muchacha resuelta le pidió entonces al novio una prueba de su amor, -que deseas- respondió el mozo -dímelo! Lo que sea hago por ti-  La muchacha miró los alrededores de las riberas de las caudalosas aguas, y le resultó de su agrado unas flores fulgurantes de vivos colores naranja sobre la hojarasca de un boscoso árbol situado en la orilla opuesta, el impetuoso joven se arrojó a las embravecidas aguas del río y a nado olímpico las rebasó, tomó entre sus manos un ramillete de las anaranjadas flores, pero el regreso fue más arrebatado y difícil, las enfurecidas aguas frenaban el ya cansado cuerpo del consorte enamorado, y no pudiendo llegar hasta su novia, en un adiós para siempre, le lanzó el ramo de las anaranjadas flores, clamándole entre el torbellino del río -No me Olvides-.

JLReyesMontiel