jueves, 7 de agosto de 2014

La casa de la señora Inés.

Calle Ciencias conocido también como la calle derecha.
En plena calle Ciencias de la bucólica Maracaibo de ayer, empalmada entre las altas fachadas de la cuadra de casas, estábase la que sirvió de residencia a la señora Inés Tremón, quién fue durante años concubina de mi tío Dimas Montiel Fuenmayor.

Aquellas casas de la calle Ciencias, según recuerdo, al obsérvalas se notaban grandes diferencias respecto a las casas de la calle Venezuela, éstas resultaban de paredes más delgadas y más altas, las ventanas alargadas y estilizadas con elementos decorativos neoclásicos, la teja de sus techos era aplanada y cuadrada, ensambladas unas con otras, evidentemente de un mejor acabado; mientras aquellas, las de la calle Ciencias,  las paredes era gruesas y fuertes, algo más bajas, sus ventanales eran más sencillos y de un estilo colonial, y la teja empleada en los techos era acanalada  en forma de “U”, razón por la cual tuve la impresión de entre ambas tenían un margen temporal de existencia, la calle Ciencias era más antigua a la calle Venezuela, cuyas casas eran de data posterior.

Esas Casas Maracaiberas eran construidas con elementos naturales de nuestra zona, empleaban la Caña Brava, las cuales sustentaban  la piedra de ojo o las conchas de coco, trabadas con mortero de cal y canto mezclado con agua, cuyas bases y estructura lineal se apoyaba mediante postes de madera denominados horcones y los techos mediante varas de Mangle.

Cuando mamá iba de compras al centro de Maracaibo, decía  –mañana vamos para Maracaibo- yo sabía que se refería que salíamos temprano al viejo mercado principal, pues antes en el centro de la ciudad se adquirían todo tipo de  mercancía a menor costo, en efecto, temprano en la mañana, tomámos en la esquina de la avenida 12 con la calle 69A, el carrito que nos dejaba detrás del viejo Convento de San Francisco, allí era la primera parada, mamá entraba colocaba una moneda en un atril de velitas y encendía una, después oraba mientras yo la observaba, al terminar su oración me tomaba de la mano y continuaba la caminata atravesando la plaza Baralt, ahí estaba por supuesto la estatua del insigne Zuliano Rafael María Baralt, parafraseándolo -quién en hora malhadada y con la faz airada lo vio nacer el Lago que circunda nuestra ciudad- que cosa no. Diagonal estaban dos colosos, inmensos entonces, mi mirada se quedaba estupefacta mirando los “Atlantes” del emblemático y marabino edificio de La Botica Nueva, luego “Los Mercurios” (Dios del Comercio según los griegos) que coronaban las cornisas de los ventanales del edificio Mac Gregor,  cuyos cascos alados alimentaban mi imaginación.

Primer plano de los Atlantes del emblemático
edificio Botica Nueva de necesaria y urgente restauración.
Balcón de la Casa Mac Gregor, otrora viejo comercio de Maracaibo.
Finalmente, la meca de los establecimientos comerciales de la Maracaibo de ayer su Mercado Principal, en aquel lugar, lleno de voces y algarabía marabina, mi madre compraba queso, plátanos, arroz, espaguetis, aceite, harina de maíz, café, leche en polvo, mantequilla perijanera, azúcar, sal y paro de contar, todo se conseguía de calidad y en abundancia, y lo más importante con cien Bolos (Bs. 100,00) en el bolsillo.

Luego se dejaba pasar por la Tienda “La Modista” ahí compraba su hilo, sus botones, sus agujas, en fin para sus quehaceres como costurera, no sin antes, caminarse entre los kioscos de los buhoneros viendo baratillas, y brindarme una barquilla con helado en la panadería italiana de la esquina enfrente a la Papelería Esteva de la Plaza Baralt.

Calle Ciencias vista desde la Plaza Bolivar de Maracaibo.
Terminada la jornada, caminando de regreso a casa, solíamos visitar a la señora Inés, contubernía de mi tío Dimas, como dije en un principio, la señora muy amable y cordial, conversadora de fluido acento, compartía  su café con mamá, mientras yo deliraba, observando la vieja casona colonial donde vivía, esa casa angosta en su frente con una ventana y puerta principal, resultaba alargada hacía su fondo, tenía un patio principal y dos traspatios, separados por habitaciones independientes a los cuales se accedía por gruesas puertas de madera a dos alas, sostenidas por gruesos muros, tinglados con gruesos maderos, que mamá me dijo eran de una dura madera llamada curarire.        

Un camellón central transitaba hasta el último patio, el primero era un jardín plantado por la señora Inés, el segundo traspatio solo arena y el tercer traspatio enmontado un solar, era ocupado por una inmensa mata de Tapara algo extraña  y tenebrosa, muy poco era el rato que me permitía la contemplación del lúgubre lugar, como si un maleficio acontecimiento o algo indigno hubiese sido consumado entre los muros de aquel apartado sitio de la casa, cuya última habitación que comunicaba al susodicho patio, contenía antiguos objetos en desuso, una Victrola, una cocina toda de hierro con quemadores a carbón,  cuatro baúles con fotos viejas decorando  sus tapas interiores atestados de ropa vieja y otros objetos de uso personal, toneles de cartón con viejas revistas y libros, y unos escaparates altísimos muy barrocos, pero bien cerrados.

La señora Inés cuando le pregunté sobre esa tercera habitación, me refirió que era un depósito de objetos dejados por las familias que vivieron con anterioridad en la casa, parientes del dueño que le arrendó la casa y le señalo una cláusula de custodia de las cosas ahí guardadas.

En la casa de la señora Inés, entre el árbol de Tapara y la puerta de su tercera habitación,  rondan los espectros en ceremonial retrospectiva inmuta, de caballeros elegantemente vestidos de paltó y sombrero, y damas de traje largo, mantilla y abanicos; febril lugar, cementerio de corotos y ropa vieja, esperando el regreso de sus dueños, entre las penumbras de sus puertas al Sol del mediodía y el sigilo de sus muros, un espanto me mira desde el techo, donde se alojan las sobrecogedoras animas de quienes precedieron aquel rancio aposento familiar.


José Luis Reyes Montiel.




3 comentarios:

Unknown dijo...

Excelente trabajo, me gusta tu página. No se si recordarás el antiguo estacionamiento levadizo que estaba por los fondos del edificio de Enelven de 5 de Julio. Estoy buscando una foto y no la consigo por ningún lado.

Manuel Gutierrez dijo...

Soy un lector de tu blog y con respecto a la foto de la calle derecha o ciencias parece que debería decir desde la plaza Bolívar y no hacia la plaza Bolívar, pues si te fijas bien en la foto al fondo se ve La Basílica, gracias por tus apuntes y esas bellas fotos antiguas las que han aumentado mi galería. Saludos

Unknown dijo...

Hermosos recuerdos, me llevastes por esas calles donde se desarrolló mi niñez desde los 10 años (1960)hasta el derrumbe en los 70s (más o menos 10 años duré en ese mercado) cuando nos mudaron para las Playitas viejas.
Mi padre era buhonero y tenia un negocio de chatarras y vidrios al lado de la Casa Beckman en la Av. Libertador o calle 100. mi niñez se desarrolló entre el mercado viejo frente al Malecon con sus piraguas,donde casi todos los fines de semana nos hibamos a pescar bagres, palometas y muchosss "sapos", el Mercado la Marina (hoy Lia Bermudez).
Todas esas calles las conoci y en mi mente están todos esos negocios viejos nombrados en las gaitas de antaño y actuales..