sábado, 17 de marzo de 2012

Mario el campanero.

Comentaré hoy lo que mamá me contó sobre la inmigración italiana en nuestra ciudad, resulta que diagonal a “El Cristo”, la consabida casa de Tío Dimas residencia de Mamá Carmela, operaba un Taller mecánico y estacionamiento de vehículos automotores, eran tiempos del gobierno de mi Gral. Marcos Evangelista Pérez Jiménez, quién promovió el ingreso a nuestro país de mano de obra calificada europea, principalmente de origen italiano, quienes se habían visto muy afectados por la derrota del eje Roma-Berlín, encontrándose Italia bajo una pavorosa crisis económica y social .

La idea inicial era que toda esa masa de trabajadores del campo y la ciudad provenientes de Italia se sumarán a nuestros campesinos, trabajadores y clase obrera, para el desarrollo del país, y evidentemente para fortalecer nuestra raza, diezmada por tanto paludismo, ni hablar de los muertos durante las guerras de independencia y federal, que había reducido la población civil drásticamente despoblando prácticamente a Venezuela, que cuenta todavía con un basto territorio sin población civil activa.

Esa masa de colonos italianos en su mayoría se establecieron en el negocio de los restaurantes, llegando a Maracaibo por primera vez el consumo de los famosos “Perros Calientes” y “Espaguetis” otros se dedicaron a la construcción, zapateros, amoladores, barberos, mecánicos, relojeros y algunos como peluqueros o barberos, amen de los panaderos, que compitieron ferozmente con nuestras arepas, empanadas y mandocas.

Es el caso, que en aquel estacionamiento del taller mecánico, los vehículos allí aparcados sirvieron como improvisado refugio para dormir a los itálicos inmigrantes quienes pagaban una moneda diaria al propietario del taller por permitirles descansar la noche en el interior de los carros ya que durante el día se dedicaban al oficio de su preferencia para sobrevivir, reuniendo dinero o capital, hasta lograr sus metas propuestas. Fue de ese modo, como los italianos comían pan con sardina, para ahorrar, quienes con el tiempo demostraron toda su capacidad productiva y empresarial.

De sabor especial eran los Perros Calientes elaborados por manos italianas, las del Sr. Mario inquilino del local comercial que papá le arrendaba, cuando de Villa Carmen nos residenciamos en la casa de papá de la calle Venezuela en El Saladillo, cuando las en las  noches solíamos mi hermana Sara y yo, digerir unos suculentos panes con salchicha y huevo, con su respectiva lechuga y tomate, bañados en salsa de tomate, mayonesa y mostaza, con su respectiva “colita” de la colindante Refresquería “María Luisa”; pero, todo tiene en la vida tiene su pero, hasta que en una oportunidad se debía más a la refresquería de Mario, por el susodicho consumo,  que lo aportado por el arrendamiento del local y entonces mamá por instrucciones de papá nos dio un “parao” y sólo se permitieron perros calientes los sábados en la noche antes de acostarnos.

¿Quién era Mario el italiano? Un personaje que se hizo celebré en el Saladillo por ser cual Cuasimodo el campanero de la Catedral de Maracaibo, durante el día atendía los asuntos de limpieza y mantenimiento de la catedral y de noche atendía la refresquería, hombre de trabajo y muy religioso, esos fueron la estirpe de inmigrantes italianos que llegaron a nuestro país y que sembraron su semilla en nuestro amado suelo.

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