sábado, 3 de noviembre de 2018

Reflexiones a la sombra de un Taparo.

La foto fue tomada con mi viejo Blackberry.
Sombreando bajo un arbolito de Taparas, cuantos hermosos momentos, con el Sol a medio cielo de un viernes en este noviembre, al candor de unas Tortolitas que revoletean alrededor nuestro buscando su sustento desde el embaldosado donde les eché una migas de buen pan, una racha de buenos aires acariciaban nuestros cuerpos, enfriada con la sombra del ceñido Taparo.

Un poco más allá un niñito discurre, Tortolita perdida, y rebusca también su sustento entre los desechos del estacionamiento, ante su presencia, y sin pedirme nada, me mira, y solo atino a darle algo de dinero, el se sonríe, con una de esas sonrisas donde cabe toda la melancolía del universo en el breve instante de una mirada fugaz entre sus ojos y los míos.

Poeta Andrés Eloy Blanco, cuanta verdad en tu poema: “Cuando se tiene un hijo se tienen todos los hijos del mundo” cuanta verdad, cuando dijiste en tu discurso como parlamentario y ante el congreso nacional:  “La Democracia está de pie en la encrucijada de las mas trágicas codicias”.

Es imposible mirar y no escudriñar verdades, en cada paso dado y en cada mirada de la gente, y cuando digo gente invoco al hombre digno y esforzado, a los trabajadores, base fundamental del progreso y sustentación de toda gran nación; no nombro a la gente de mala fe, que son muchos, pero también son muchos los hombres honrados.

Como alguna vez escribió José Martí:  A un banquete se sientan los tiranos, pero cuando la mano ensangrentada hunden en el manjar, del mártir muerto surge una luz que les aterra, flores grandes como una cruz súbito surgen y huyen, rojo el hocico, y pavoridos a sus negras entrañas los tiranos. Los que se aman a sí, los que la augusta razón a su avaricia y gula ponen: Los que no ostentan en la frente honrada ese cinto de luz que en el yugo funde como el inmenso sol en ascuas quiebra los astros que a su seno se abalanzan: Los que no llevan del decoro humano ornado el sano pecho: los menores y los segundones de la vida, sólo a su goce ruin y medro atentos y no al concierto universal. Danzas, comidas, músicas, harenes, jamás la aprobación de un hombre honrado. Y si acaso sin sangre hacerse puede, hágase... clávalos, clávalos en el horcón más alto del camino por la mitad de la villana frente. A la grandiosa humanidad traidores, como implacable obrero que un féretro de bronce clavetea, los que contigo se parten la nación a dentelladas”.

Miro entonces al horizonte, frente a mí, hacia la basta nubosidad que se levanta, sentado a la sombra del Taparito, mientras el viento aletea sus hojas verdes e intensas, y las taparas, guirnaldas saturadas de naturaleza egregia, alegran mi visual en miles de pensamientos fulgurantes, alucinantes y rebeldes, crisol de realidades insomnes, mistificación de sueños y utopías, frente a la insolencia existencial que abate y oscurece toda expectativa.

Acorralados los justos, caminan entre sí, al amparo providencial de su destino, un grano de maíz ante la inmensa piedra de un molino, en esta noche oscura de las almas, noctámbulos caminantes a pleno día, estando el Sol a medio cielo, acorralados los justos, parafraseo al místico San Juan de la Cruz, tratando sobreponer la voluntad por encima de la desazón y desabrida existencia cotidiana, hay un alba, auroras inmaculadas llenas de esperanza.

JLReyesMontiel.







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