domingo, 4 de agosto de 2024

Los Lirios.

JL montado en el rucio moro
Las vacaciones de Julio-Agosto, por el año 1982, mi buen amigo y compañero de estudios Alberto Gallardo Valencia, me invitó a pasar unos días en “Los Lirios” una acogedora propiedad agrícola y de animales de corral, situada algo retirado de la ciudad de Maracaibo pasando el Country Club, si bien recuerdo, un sector de exuberante vegetación de altos árboles de Curarire entre otros  de densos follajes.

Al borde de la carretera asfaltada, el portón de entrada daba la bienvenida a propios y visitantes, una trilla de arena, bordeada de sembradíos, conducía hasta la modesta estancia familiar, detrás de la casa estaban unas “Barbacoas” de Cilantro, Cebollín y Ají Misterioso, por otra parte,  flanqueando la casa la alambrada y casita de las Aves de Corral, entre Gallinas y Patos, sus polluelos haciéndoles caravana.

La casa y el terreno estaban bajo la custodia de una pareja de paisas, contratados por los padres de mi buen amigo “El Gallo” como se le llamaba entre nosotros, sus compañeros de estudios y bohemia juvenil.

Los padres de Alberto Gallardo, que en paz descansen en la gloria de Dios, El Dr. Gilberto Gallardo, especialista ginecólogo, y la señora Judith Valencia, profesional de la enfermería clínica, fueron personas de un excepcional trato afectuoso, de esas almas bondadosas empáticas y dadas a la conversación transparente, tan sinceros como atentos en todo momento, el Dr. Gallardo y su esposa la señora Judith, el uno para el otro en un amor profundo por su hogar e hijos, que daban la alegre bienvenida a quien los visitara en su casa de la calle 85, sector Las Delicias de Maracaibo.

De aquellos días de vacaciones compartidas con mi buen amigo, fuimos además de pasarla bien, para custodiar la propiedad los días de descanso correspondientes de la pareja trabajadora, encargada del mantenimiento de la Granja.

Durante el día uno estaba de verdad tranquilo, entre aquella paz y silencio ensordecedor de la soledad de ese bendecido espacio, pero, en la noche cada ladrido de los perros, cada ruidito en el techo y costados de la casa, alertaba la prudente atención de permanecer preparado ante cualquier contingencia, realmente solo estábamos Alberto y yo dentro de la casa, y en esos años de 1980 los amigos de lo ajeno ya comenzaban hacer desmanes en el campo zuliano.  

Afortunadamente se disponía de una escopeta artesanal, conocida como “Chopo” recargada con una baqueta cilíndrica por su cañón con polvora, taco plomo y taco para fijar la plomada, un fulminante colocado en la chispotera, accionada con un martillo disparador de resorte y PUM..! Con el cañonazo a cualquiera se le quitarían las ganas de husmear buscando que robar o quien sabe hasta de asaltarnos dentro de la casa.

En las mañanas, el mejor de los momentos, yo preparaba el despertar de un criollísimo desayuno, sobre plato y pocillo de Peltre, Arepas con Café con Leche, Mantequilla, Nata, Queso, recogía de la tapara en la Alacena unas frescas posturas de Gallina, que aderezaba con Sal, Pimienta y sazonaba con Cebollín y Ají Misterioso que desmontaba desde sus Barbacoas.

Cada despertar de esas vacaciones en “Los Lirios” a pesar de la noche azarosa, en la mañanita y al despuntar el Alba, antes del buen y reparador desayuno, ya había hecho mi rutina de ejercicios matutinos, en ese entonces pesaba 103 kilates, siempre peso pesado, recorría al trote el perímetro de la granja aprovechando el borde de lo que se conoce como corta fuegos, entre la alambrada de púas y el terreno enmontado.

“Los Lirios” su caballo rucio moro, la casita de resguardo,  sus animales y vegetación, mi amistad con “El Gallo” así como el entrañable recuerdo de nuestra juventud, con los madrugonazos estudiando el Derecho y su Justicia nos hicimos abogados en la Universidad del Zulia, para decoro y en honor de nuestros padres, los padres de mi amigo Alberto Gallardo tanto quisieron nuestro campo que se hicieron a su modo un lugar de encuentro familiar y añoranzas, ahora ellos son cuerpos celestiales, nos guían desde el cosmos infinito, dándonos la bendición de Dios.

JLReyesMontiel.  







                                                                                        

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