lunes, 11 de diciembre de 2023

Fantasmas.

 
Todas las turbaciones, desasociegos, sospechas, dudas, celos, temores; tienen su origen en el miedo, tenemos un miedo innato a perder aquello que nos resulta incierto o desconocido, lo que no vemos y está fuera de nuestro control, en algún momento hemos tenido miedo, al engaño, la traición, la mentira, y es una actitud mental natural y defensiva, nacemos rodeados de todos esos amargos conceptos que vamos descubriendo en el camino de nuestra existencia, y la experiencia acumula en lo más profundo de nuestra conciencia, reviviendo hechos; así como aquellas conjeturas mentales, producto de nuestro conocimiento adquirido, o basado en las experiencias de terceras personas, las cuales asumimos como casos que nos sirven de guía en nuestro propio repertorio de miedos. 

Pero, ese miedo es canalizable, siempre y cuando no nos impida avanzar, para tomar decisiones que nos permitan desarrollar y superar a estamentos superiores nuestra existencia, en todos los aspectos sea sentimental (relaciones de amor de pareja y familiares) o superación profesional y económica, igualmente reflejadas en nuestras relaciones sociales y demás circunstancias del hecho intersubjetivo humano. 

El miedo es prudencia, cuando apercibidos de una situación, avanzamos con cautela visualizando posibles entuertos, que puedan hacernos caer en circunstancias desfavorables, y en ejercicio de esa prudencia, logramos superar esa situación con el éxito esperado; en este caso, el miedo es positivo, el negativo es el miedo que nos paraliza, aquel donde no hacemos nada para evitar desavenencias, problemas o circunstancias adversas. 

Saber identificar a la vista, lo que pueda perjudicarnos es de sabios, por eso acudimos con frecuencia a nuestras creencias de fe, yo en lo personal acudo a las Sagradas Escrituras Bíblicas, y nunca me ha fallado, me ha resultado una experiencia mística profundamente maravillosa e indescriptible, sus preceptos son un caudal de vida, de experiencias humanas, descifrando el misterio de la vida y sus complicaciones existenciales. 

En una ocasión de incertidumbre en mi inseguridad adolescente, acudí a una vieja Biblia familiar, llorando por el grave conflicto existencial de ese instante, un halo del Espíritu Santo me llevó a tomar aquel libro, donde una cruz dorada sobre un fondo rojo de su cubierta, me inspiró como último recurso a mi angustia, milagro, al abrirla mi mirada se posó sobre un versículo que decía: “Compórtate varonilmente y no te acobardes”. 

La vida es una suma de vivencias, buenas pero también malas, el resultado de nuestro éxito en ésta vida, deviene de superar el mal, el mal que anda al asecho en cada esquina del camino para perturbar nuestra existencia, con todas sus complicaciones y circunstancias adversas; y todas esas fatalidades, reveses, infortunios y desdichas, se nos presentan sencillamente porque no supimos valorar prudentemente, enfrentar al mal de manera oportuna, sabiendo identificar con sabiduría el mal en sí mismo, y enfrenarlo valientemente sin acobardarnos, superando nuestros miedos y complejos, miedo a perder, a quedarnos solos, a que después a lo mejor no tendré una segunda oportunidad, todo eso es mentira, falacia del mal para sorprendernos y embaucarnos en su laberinto y perdernos. 

Cuantas desavenencias y contrariedades, con toda su carga de amargura existencial, nos hubiésemos ahorrado en nuestra vida, de haber asumido oportunamente los correctivos necesarios para superarnos, cópiense esta palabra “templanza” y guárdenla en su conciencia más remota, como enseñanza para enfrentar al mal que asecha como ladrón en la noche, y convirtamos esos ladrones de la noche en fantasmas, que a la luz del día se desvanecen liberando nuestros miedos, seamos valientes para valer más, y nos cobardes perdedores. 

Hay un misterio grato, un temor que libera, y parece un absurdo ¿Cómo el “temor” puede liberarnos? Solo hay un solo “temor” que de ningún modo es “miedo”, es el temor a Dios y sus sacrosantos preceptos de vida, su Unigénito Jesucristo nos dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” y “la verdad os hará libres” Esa es nuestra esperanza, la convicción de lo que esperamos por fe. 

El hombre que observa sus preceptos, vive en abundancia, por temor a caer en el mal, tememos infringir los preceptos del Padre Creador del Universo, porque a diferencia del mal, éstas son normas de vida, leyes de la naturaleza, liberadoras creadas conforme a lo pureza del ser, su moral y ética existencial; infringir la naturaleza liberadora de las leyes de Dios, nos conduce a la esclavitud y condenación; el miedo es debilidad del carácter y presencia del mal, enfrentar nuestros miedos es vital, miedos que no son más que fantasmas que se desvanecen al salir el Sol. 

 JL Reyes Montiel.







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