sábado, 18 de marzo de 2017

Viejo árbol arcano y caballero.


José Julian Montiel Fuenmayor.
Hace algún tiempo escribí por ahí –el tiempo es una realidad siempre presente, el pasado un recuerdo y el mañana una esperanza- los tiempos pasado, presente y futuro son ficciones de nuestro pensamiento para separar los continuos cuadros de la existencia, de hecho existimos porque discernimos de los recuerdos de ayer y las ilusiones de mañana, pero al punto ambas son sueños, un sueño el recuerdo, un sueño el mañana, lo vivido es el presente, un eterno presente que transcurre indetenible y ya el segundo transcurrido se convierte en pasado, los pensamientos son perdurables como eterna es el alma transfigurada en cuerpo celeste, en cuerpo cósmico.

De visita en casa de tío Julián, donde reside el primo Alfonso, y sin adrede sino como una reacción propia de mi gusto, le tomé una foto al cuadro que flanquea esta prosa y el cual la adorna con la elegante presencia de José Julián Montiel Fuenmayor, hermano de mamá y en consecuencia tío mío y padrino de confirmación.

Mirando el patio de la casa, vinieron a mi memoria buenos ratos de larga conversación entre mis nombrados familiares, les acompañaban las numerosas plantas y árboles que sombreaban la arena del patio, escuchando los pájaros desde su jaula y sorteando que las palmipedas Yaguasas no te picotearán las pantorrillas, currucuteando el deposito de herramientas de tío Julián o jurungueando el panal de Abejas sostenida en un horcón de la Enramada, respirando aromas de tierra y raíces, escuchando los cuentos y consejos de tío Julián sentado en su taburete, con su característico corte de pelo a lo yanqui e inmemorial estampa, por su altura y grandes manos enormes, llenas de cayos por el ordeño y la pala sobre la misma tierra del otrora Hato San Luis.

El patio en el fondo de la casa es un remanso de paz, de recónditos silencios de tiempo almacenado entre sus paredes, hasta ahora, aún permanece el viejo árbol detrás de la cocina sombreando el baño exterior, enseñoreado, grande, fuerte, robusto su tronco, desafiante al transcurso de los años, reservorio de toda la naturaleza de la casa, podría decirse que es la raíz de la casa, su razón de ser, su fuente, su alma, porque inanimada la casa, el viejo árbol le da vida y nosotros al mirarlo le damos existencia a la casa desde el árbol.

Un corolario de retratos florecen en el patio, sentado desde mi banqueta y en la puerta de la cocina, remonto espacios y tiempos, observo a tía Margarita y a su lado tío Julián, y delante a ellos está mamá, yo mientras tanto y aún niño ando por el patio echando un vistazo a los pájaros, loros y pericos, los escucho ahora desde donde estoy, el Alcaraván con sus profundos ojos negros e inmensos me miera y huye de mi montado sobre sus larguiruchas patas, desperdigándose por entre los arbustos, y las Yaguasas con sus encarnados picos fuñendo mis piernas, en el fondo hay un apartado de corral con un cerdo gordote y feliz, asomando su escabrosa trompa entre las varas, el olor me hace despedir enseguida; todos son ahora ensueños del pasado, solo imágenes de lo que fue un día de Sol con aires de viento fresco, de luz solar jugueteando entre las sombras de las agitadas hojas de los árboles que ensombrecían el patio, alboradas fraguadas sobre el piso de arena y los muros que bordean al patio, figuraciones y formas tal cual espectros que se divisan desde la casa y el árbol, guarnecidos en el viejo tronco del árbol que se defiende del tiempo cual guerrero, el viejo árbol es un caballero andante enigmático, es un arcano de décadas montado en su caballo, cual Don Quijote, con su corteza como armadura, sus hojas como escudo y sus armas es el ramaje de sus brazos, es un árbol heráldico, sublime y sencillamente hermoso.

JLReyesMontiel. 


  

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