sábado, 17 de diciembre de 2016

Los pichones de papá

En casa nunca faltaron unas gallinitas ponedoras y unas buenas palomas con sus criaderos, muchacho solía jurungar los nidos de las palomas y corretear a las gallinas en el patio de la casa cuando su cacareo anunciaba la postura de sus huevos, salía tras de ellas para agarrarlo y depositarlo en una tapara que disponía papá para su consumo en desayunos, cenas o cuando mamá preparaba sus sabrosos revueltos.

Los criaderos de las palomas eran elaboradas con madera techadas a dos aguas, en ambos lados tenían seis cavidades para un total de una docena de nidos que las palomas se encargaban de acondicionar con ramitas para confeccionar el nido donde echaban sus huevos hasta eclosionar, los pichones atendidos por sus papas iban desarrollándose hasta llegar el momento de cubrirse de una pelusa amarilla, entonces estaban gordotes y lo suficientemente grandes como para hacerlos asados al horno, mamá los colocaba sobre una bandeja de peltre bien aliñados con hojas de orégano, ajo, achote, pimienta y sal, que machacaba en una gran piedra contra una mas pequeña, ambas de río, dichas piedras de moler, a modo de los modernos morteros usados por nuestras abuelas en la cocina para hacer maceraciones para sus guisos.

Mamá aderezaba seis pichones y los asaba hasta quedar crujientes, cuatro eran para papá y dos para este que está echando el cuento, no dejaba nada de los pueriles pichones, pues una vez asados hasta los huesos me los comía, quedaban tiernos y blandos, crujientes y tostados como galletas, una verdadera delicia; el rico sabor se debía a que a las aves se les servia maíz de piquito para su alimentación diaria, este era el cereal que quedaba rezagado de las moliendas una vez seleccionado el maíz de buena calidad para la venta, por eso las aves criadas en casa su carne era de optima calidad, sustancia y sabor.


Las gallinas y pollos, corrían la misma suerte de los pichones de paloma, en caldos, revueltos, frituras, asados y demás guisados; uno de mis platos preferidos era el revuelto de gallina o pollo, éste se sofríe y se guisa primero en presas con especies y sal al gusto, luego se le aplica pan rayado con huevo batido, se mezcla aderezado con aceitunas, alcaparras, pasitas y encurtidos, el resultado una delicia culinaria de la cocina zuliana.

Una escena algo escabrosa pero de contar era el modo como mamá sacrificaba a las gallinas y pollos, una vez atrapados, entre ella y yo dando tumbos por el patio tras el huidizo animal como si presintiera nuestra intención, mamá los tomaba por su cuerpo y con su propio peso les deba un giro tomados del cogote y de una vuelta listerine quedaba el animal pico abierto y lengua afuera, luego se hervían para su desplume, limpieza y preparación en la cocina.

Consecuencia de la contaminación ambiental, las palomas han tomado muy mala fama, según informes del sector salud estas conllevan a ciertas enfermedades respiratorias, de la piel y hasta parasitarias, que afectan al ser humano, razón por la cual su consumo ha venido a menos, evitándose incluso su presencia en casas y edificios familiares,  pues se considera que además producen  alergias y asma a las personas que cohabitan con ellas, quedando relegadas a plazas y espacios públicos, donde son considerados una plaga dentro de las ciudades.

Sin embargo, las palomas son el símbolo de la paz por su apacible modo de vida, suelen convivir en parejas permanentes, crían a sus pichones, y antes de sus supuestas afecciones en materia de salud, convivían en las casas con sus habitantes compartiendo su espacio vital, además de poblar los cielos de parques, plazas y avenidas de las urbes modernas.

Las gallinas y pollos por su parte, ya no son fomentadas ni se desarrollan para la alimentación humana como otrora, sino que su cría se ha industrializado hipertrofiando la genética de éstos apacibles animales, mediante el empleo de hormonas, químicos y medicaciones no siempre apropiadas para el consumo humano, pues son considerados a largo plazo cancerígenos y con otros efecto secundarios para la salud de los consumidores; además ya de por sí las condiciones de almacenamiento, explotación, alimentación de estas aves, crean en ellas altos niveles de stress emocional que según científicos y ecologistas, ocasionan secuelas en quienes la consumen, afectando también y de algún modo su salud. 

Por eso hay que volver a la granja familiar, a la cría de animales en casa, como lo hacían nuestros abuelos y padres, no solo por la carestía de estos rubros, sino por la mejores condiciones de cría y alimentación que garantizan su optimo consumo y aprovechamiento nutricional. 

JLReyesM.  

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