sábado, 2 de noviembre de 2013

Los Cujies de la avenida Universidad.

Por el año 1972, vivíamos con la abuela querendona en ”EL Cristo” y para ir a clases, la ruta obligada de mi transporte escolar era toda la avenida Universidad, el señor Rafael Rueda su conductor trasladaba a los muchachos desde nuestros hogares hasta el Colegio San Vicente de Paúl.

En las adyacencias de la Facultad de Ciencias, otrora aeropuerto Grano de Oro, un poco mas acá desde la entrada del comando de comunicaciones del ejercito hasta el elevado de la avenida Guajira, se extendía la isla central de la avenida Universidad totalmente inculta y despejada, sin un solo arbolito, dejando ver el suelo barroso y los cascajos de Piedra de Ojo, piedra empleada en la construcción de la vivienda típica Maracaibera, muy dada en el subsuelo sedimentario de nuestra ciudad; por entonces, las principales avenidas de Maracaibo se encontraban totalmente desforestadas, sus plazas abandonadas, muy pocas eran las que conservaban su arboleda y grama para ornato de la ciudad, Maracaibo, la deslucida y triste, la cenicienta de Venezuela de aquellos años setenta.

Por gracia de Dios, yo vi con mis propios ojos, como un buen día, un grupo de soldados de la guarnición de la II División del Ejército, acantonada en ese tiempo en el comando adyacente a LUZ, seguramente bajo las ordenes de algún doliente oficial del ejercito, se dedicó a sembrar una veintena de arbolitos de Cují en aquella árida isla central de la avenida Universidad, recuerdo como desde la ventana de mi autobús, a diario seguía el progreso de la siembra de los Cujicitos, débiles y larguiruchos, apenas sostenidos por un arco de palos que los soldados disponían para su soporte, de modo de robustecer sus troncos y apartarlos una vez logrado prender los arbolitos de Cují.

Aquellos arbolitos de Cují, sembrados por aquellos jóvenes reclutas, bajo las órdenes de un héroe de nuestro ejercito; y digo héroe, sin temor a equivocarme, porque quién disponga la siembre de un árbol ya de por sí es un benefactor y quién disponga la siembra de varios árboles en una época en la que muy pocos se motivaban hacerlo y mucho menos de Cují es todo un soldado de la madre naturaleza.

En efecto, aquellos arbolitos de Cuji enclenques, echaron sus raíces entre la tierra agreste del la isla central de la avenida Universidad, soportando por su condición xerófila las inclemencias de la sequía y el Sol Marabino, crecieron, se hicieron árboles y hoy día constituyen todo un ecosistema en el lugar, donde no solo se ha desarrollado la grama, sino otras especies de árboles y arbustos ornamentales mas delicados y que requieren la sombra de aquellos hoy frondosos Cujíes para su desarrollo.

Las nuevas generaciones, han entendido la importante tarea de sembrar y conservar la vegetación, plantar un árbol es cultivar la vida, porque de ellos nos viene, los árboles nos dan totalmente gratis el vital oxigeno con su proceso de fotosíntesis de la energía solar, convirtiendo el anhídrido carbónico en vida, y eso es necesario repetirlo hasta la saciedad, así como late nuestro corazón, así como respiramos sin pensarlo.

Cuando pasen por la avenida Universidad entre la pasarela de la avenida Guajira y LUZ en Grano de Oro, no olviden echarle una mirada a los Cujíes de su isla central, y agradecerle aquellos nobles soldados y aquel héroe anónimo oficial o comandante de tropa, que gentilmente nos regalo a los Maracaiberos ese hermoso oasis de verdor y naturaleza nuestra, representado por nuestros ancestrales Cujies, que delicadamente favoreció ya en administraciones del gobierno regional mas recientes, sembrar otras especies vegetales a su sombra y desarrollar todo un jardín para alegría y disfrute, de los que ha diario traficamos en nuestros autos la ciudad de Maracaibo.

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